cafés con primavera

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Le temblaba una pierna.

Yo no sabía porqué, no entendía si eran nervios, ansiedad, o si simplemente esa taza de café que descansaba en la mesa era la cuarta o incluso la quinta que se tomaba esa mañana.

Sus ojos y la piel debajo de estos estaba roja, y no tuve que ser Sherlock Holmes para deducir que había estado llorando.

Pero ahora su mirada estaba concentrada en el móvil, sus dedos escribían con prisa algo que yo no alcanzaba a ver.
Quizás escribía la causa de sus llantos y sus temblores.

Pensé en que su café se estaría enfriando, apartado en nombre de una causa mayor.

Redactaba y redactaba sin prisa pero con firmeza, dispuesta a terminar lo que había empezado.

Cuando paraba, quizás porque le faltaba inspiración, miraba hacia enfrente, hacia el parque donde el sol iluminaba las flores y daba la bienvenida a la primavera.
Lo había hecho cuatro veces en la última media hora. Las conté.

Dudo que estuviera buscando algo concreto, creo simplemente buscaba la continuidad de sus palabras, preguntaba a sus musas y luego, seguía escribiendo.

Me pregunté sobre qué estaría escribiendo, no sabía si era quizás un diario, una novela, quizás estaba escribiendo una carta de amor.

Lo cierto es que no se lo pregunté y ahora nunca podré saberlo, y es gracioso porque es ella la que está escribiendo todo esto.
La escritora a la que le temblaba una pierna.

-lunn🍓

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