sangre, fresas

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Estaba absorta en sus guantes blancos cuando su voz habló de nuevo.
No la oía, su boca se movía pero sus palabras no producían sonido.

No me sorprendí de ello y decidí investigar sus rasgos, su apariencia.

Su cara era delicada, femenina. Tenía el pelo liso y muy fino, de un color entre grisáceo y marrón.
Sus cejas estaban poco definidas y sus mejillas estaban tan rojas que parecían fresas, sus ojos curioseaban mis labios.

¿Quería besarme?

Sus manos empezaron a quitarse los guantes y poco a poco mostró la piel.
Tenía rasguños y sangre seca en los nudillos y alrededor de las uñas, y verlo me dejó congelada, como si me enfrentara a mis peores demonios.

¿Porqué?
No lo entendía, no lo entendí hasta que recordé la vez que le besé la mano, imitando en broma a los antiguos caballeros de la edad media.

Su cara de sorpresa ese día, la manera en que apartó la mano murmurando algo que supuse que era una disculpa.

No era una disculpa.

Esa noche se lavó las manos hasta sangrar.

Se restregó el jabón por cada dedo y cada trocito de piel.
Y lo hizo porque yo la había besado.

Porque ella era la luz y yo la oscuridad.
Yo era la mancha de su perfecto vestido blanco.

Se lavaba constantemente las manos porque quien la había tocado había sido yo.

Cuando volví al presente sus ojos aún curioseaban mi boca, y me sentí el ser más asqueroso del mundo.

-lunn🍓

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