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Lee Felix

Fui el que más corrió cuando Jeongin dijo que podíamos salvar a los chicos, a mi hombre.
Siempre había sabido que Jeongin era inteligente, y que había leído muchos libros y todo lo que sabía lo sabía porque él me lo había contado, y por supuesto yo lo había escuchado.
Al parecer, Christopher tenía en ese libro que había visto minutos antes una información muy valiosa, pero no tanto para que hubiera llegado a los oídos del más pequeño de nosotros. O puede que sí.
Después de poco tiempo corriendo (dado que corrimos como nunca y la biblioteca de nuestro reino no estaba tan lejos de donde habíamos estado segundos antes) llegamos, y Jeongin fue el primero que entró al establecimiento, y después lo seguimos Jisung, Seungmin, y finalmente yo. Al entrar, los recuerdos, como desde el momento que llegamos a aquel lugar, volvieron disparados a mi retina.
Jeongin, quién estaba demasiado metido en sus recuerdos y conocimientos, se metió pasillo tras pasillo buscando un libro, dejándonos a nosotros ahí como mocos.

- Jeongin - lo llamó Jisung, este lo ignoró -.

- Inniiee - llamé también, para ayudar a Jisung, pero también me ignoró -.

- ¡Jeongin! - grito Seungmin, provocando que, por fin, se girara a mirarnos -.

- ¿Podrías decirnos qué libro estás buscando? Si lo buscamos todos será más fácil encontrarlo - sugirió Jisung -.

- Es un libro que se llama "Quando il male é in agguato, il caos lo risolve...", está en italiano y es de un color como azul ceniza muy oscuro, con las letras del título grabadas en dorado, y tiene un símbolo extraño en la primera página - dijo, y siguió buscando el libro -.

Le echamos cuenta a Jeongin y nos dispusimos a buscar el dichoso libro azul que se suponía que salvaría a los chicos. Honestamente, ni Hyunjin, ni Minho ni Changbin me interesaban, pero como para salvar a Christopher tendría que salvarlos a ellos también, pues no me quejé. Además, era Jeongin, el menor de nosotros, el único que sabía cómo hacerlo, y siempre habían sido mis amigos, yo no era de esos que estuvieran por conveniencia ni nada parecido.
Mis pensamientos se vieron interrumpidos cuando escuché a Seungmin gritar, por lo que corrí (otra vez, por desgracia) como nunca hasta llegar al pasillo en el que se encontraba mi mejor amigo. Al llegar, que llegué a la vez que Jisung, vimos como Seungmin trataba de sacar un libro de la estantería.

- ¡Lo he encontrado! Pero por algún motivo no sale... - dijo mientras seguida forcejeando con el dichoso libro para sacarlo, supongo -.

En ese momento llegó Jeongin.

- ¿El libro no sale? - interrogó el recién llegado, el menor de todos -.

- Negativo - respondió Seungmin -.

Justo cuando Seungmin soltó el libro, ya aturdido y cansado de forcejear CON UN LIBRO, un estallido se abrió ante nosotros, supongo que salía del libro.
Una nube de humo negro se abrió ante nosotros, y obviamente todos tosimos y sacudimos las manos como tontos en el aire, intentando que se desvaneciera la niebla negra que se abrió ante nosotros.
Ante nosotros, apareció una chica joven, de cabello negro y ojos azules como el azul ceniza del libro, y llevaba un vestido dorado bordado, lo que nos dejó a todos un poco impresionados. La chica era bastante guapa, demasiado, me atrevería a decir.
Ella, sin decir nada, nos miró a todos, uno a uno, detalladamente, como si pudiera leer nuestras intenciones o quisiera conocernos con simplemente mirarnos de arriba abajo un par de veces.

- ¿Quién eres? - la curiosidad podía conmigo -.

- ¡Felix! - exclamó Seungmin, lo que me sobresaltó -.

- ¡Qué! - le respondí -.

- Nada, solo te gritaba porque no sé si tenemos que esperar a que hable ella primero o que nos dé permiso o algo... - confesó mi mejor amigo, yo empecé a reírme a carcajadas -.

- ¿Tú eres quien trataba de sacar el libro? - la tipa interrogó a Seungmin, quién se puso más tenso que una tapia -.

- ¡S-Si señora! - dijo, y se puso como siempre que se pone nervioso, llevó su mano a la cabeza en señal de militar. Realmente parecía tonto -.

- ¿Y cuál es tu intención con este libro exactamente? - volvió a interrogar la tía -.

- Permíteme que hable - tomó la palabra Jeongin - primero, nos gustaría saber si usted está de acuerdo con la teoría de los cuatro sanguinarios - fijo el menor todo educado, ni yo recibiendo la mejor educación del planeta podría hablar así -.

- Estoy totalmente de acuerdo - dijo, clavando su mirada en los ojos marrones del menor - porque, si no lo estuviera, entonces no sería la guardiana de este libro, y quiero pensar que si buscas este libro es porque te sabes toda la teoría acerca del experimento y la teoría de los cuatro emisarios sanguíneos - dijo la tipa, pero no le entendí nada -.

- Totalmente de acuerdo - reclamó Jeongin, orgulloso de sus conocimientos, como siempre -.

- ¿Podrías explicarme la teoría para que yo me aclarara de que tus intenciones sobre este libro realmente son puras y no planeas destruir a ninguno de mis sucesores sanguinarios? - interrogó la tipa, dejándonos a todos, incluido Jeongin, en shock -.

- P-Por supuesto, pero no estoy seguro de acordarme bien - respondió tímido -.

- No se preocupe, si de verdad la conoce algo podrá explicarme, y yo podré comprobar si eres digno de agarrar entre tus manitas este libro que podría acabar con el mundo -.

- Bueno - Jeongin suspiró - La teoría de los cuatro emisarios sanguíneos, mejor conocidos comos los cuatro sanguinarios, son cuatro hombres criados desde sus inicios hasta su fin en el reino de sangre, es decir,
Jienik, que son elegidos por el tipo de sangre que poseen sus cuerpos. Normalmente, con la sangre maldita de los antepasados de los cuatro sanguinarios que son elegidos, se escribe el título de "Monstruo" en sus espaldas, en el momento en el que nacen, lo que si o si los condena a convertirse en un monstruo más. Cuando crecen - Jeongin se vio interrumpido cuando un estallido sonó en la entrada de la biblioteca -.

La chica, al escuchar el estruendo, no tuvo mejor idea que desaparecer, dejando otra vez esa humareda negra que apareció cuando ella llegó.
Cuando por fin desapareció, escuchamos unos pasos, viendo a alguien que definitivamente nadie se esperaba.

- ¿¡El viejo!? - exclamé.

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