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Kim Seungmin

Hyunjin me pidió que lo acompañara a algún remoto de la Tierra, ¿Cuál? No sé, pero no creo que nos fuera a poner en peligro, ¿No?
Caminamos en dirección contraria a aquella torre claustrofóbica, empezaba a pensar que ese lugar realmente podría crearme esa fobia.
Tomamos un camino que daba lugar a un bosque frondoso, todo su suelo verdoso, el césped largo que llegaba a la altura de mis tobillos, y lo mejor, algunas flores esparcidas por todo el terreno equitativamente. Vale, adoraba ese lugar, aunque, ¿Por qué un psicópata como él conocía un lugar así? Bueno, no tenía nada que ver, ¿Verdad?
Hyunjin se adentró en ese bosque mientras yo observaba el lugar con admiración, por lo que rápidamente lo perdí. Mierda. Caminé hasta la dirección en la que creía que se había ido, y caminé, y seguí caminando...
Vale, creo que llevaba como media hora caminando, y todavía no había dado con Hyunjin. ¿En donde se había metido? Maldita sea. Seguí caminando en busca de Hyunjin, porque, ¿Qué más podía hacer?
Llegué a un lugar del bosque que estaba totalmente vacío, y, entonces, algo llamó mi atención y me trajo recuerdos que creía que no me atormentarían más.

-¡Minnie! Pásamelo a mí, ¡Qué soy de tu equipo!

- ¡Hanniieee, no le mientas!

El pequeño le pegó una patada al balón con todas sus fuerzas, y este se escabulló por los finos y diminutos dedos de su amigo más pequeño, colándose entre el hueco que había entre los dos palitos que usaron para marcar la portería.

- ¡Minniiiee! - corrió el castaño hacia su mejor amigo, para después levantarlo en volandas mientras sonreían.

- ¡Hemos ganado Fefii! - exclamó el chico en brazos de su mejor amigo.

El más pequeño de ellos corrió hacia ellos y celebró la victoria con ellos, a pesar de que eran sus rivales.
Los dos chicos bajaron a su amigo cuando escucharon a la madre del mencionado llamarlos para que entraran a la casa, y así lo hicieron.

- ¡Mamá! ¡Mamá! ¡Fefi y yo hemos ganado! - exclamó saltando a los brazos de su madre, quién recibió a su hijo con un cálido abrazo.

- ¡Es verdad, señora Kim! - respondió su mejor amigo, igual de ilusionado.

- ¿Qué hay de comer hoy, señora Kim? - interrogó el mayor de los cuatro niños con timidez.

- He preparado kimchi para todos, sé que es tu comida favorita - sonrió la mujer, mientras algunas arrugas adornaban su rostro.

- ¡Bien! ¡Gracias, señora Kim! - hizo una reverencia y entró a la casa.

- Venga, todos vamos con Jisung que se enfría la comida - añadió la madre de Seungmin, y se marchó junto a los tres niños atravesando la puerta de madera...

Sentí cómo las primeras lágrimas se escapaban de mis ojos, sin dejarme reaccionar. Caminé con sigilo hasta la entrada de la casa. Todo seguía como recordaba, todo menos las personas que la solían habitar, y la vegetación que se extendió sobre ella. Crucé la entrada y abrí la puerta, sintiendo como la nostalgia entraba en mi cuerpo de la misma manera en la que yo entraba a mi antiguo hogar. Caminé por el salón, arrastré mis dedos por todos los muebles, quitando el polvo que se aferraba a mí, y admirando que nada se hubiera deteriorado demasiado, algo que raramente pasaba. Llegué a la cocina y observé todos los utensilios que se habían quedado fregados antes de la tragedia, antes de que mi madre no pudiera volver a tocarlos. Abrí el frigorífico y encontré todas las verduras podridas, los tuppers llenos de comida, podrida también, y los refrescos y zumos que solía tomar. La cerré y abandoné ese lugar para dirigirme a las escaleras, las cuales emitieron un crujido al volver a tener peso sobre ellas después de 14 años, aunque no cedieron cuando terminé de subirlas. Ahí se encontraban los dos dormitorios que estaban destinados para mí y para mi madre, y el cuarto de baño que solíamos compartir. Entré en la habitación de mi madre y todo seguía intacto, excepto por el polvo y la vegetación. Abrí su ropero y su olor me inundó las fosas nasales, provocando que mi aguante finalmente colapsara, dejándome en el suelo mientras lágrimas y lágrimas se separaban de mí. Me levanté del suelo y caminé por el dormitorio, hasta llegar a la mesita de noche, de la cual abrí el único cajón que tenía, divisando solo una caja llena de joyas: el joyero de mi madre. Lo agarré con ambas manos, como si mi vida dependiera de ello, y lo abrí, encontrando solo el anillo con el que le había prometido a mi padre un "para siempre". Cerré la caja con ira y la estampé contra el suelo, haciendo que colapsara debido al deterioro del objeto. Me senté en el borde de la cama y la observé mientras recordaba todas las noches que había tenido pesadillas y había pasado las noches allí, abrazado por mi madre. También esas veces que estuvo con mi padre, cuando venía a despertarlos para que vinieran a abrir los regalos de navidad, porque era mi cumpleaños, porque...
Salí de mis pensamientos cuando escuché que se abrió la puerta de la entrada, y la voz de la persona que estuve tanto tiempo buscando reclamó mi nombre.

- ¿Seungmin?

Salí de la habitación casi a la carrera y bajé las escaleras, encontrando una vez más sus ojos verdosos, verdosos y felinos, que se tranquilizaron una vez dieron con mis ojos.

- Tenemos que irnos - dijo ansioso.

- ¿Por qué? Me gustaría quedarme aquí un rato más...

- Porque ya he terminado lo que tenía que hacer, tengo prisa por volver y seguir entrenando.

- B-Bueno... - musité.

Hyunjin agarró mi mano y cuando íbamos a salir, una bala atravesó la puerta, dándole de lleno en el hombro izquierdo. Hyunjin gruñó del dolor, y en vez de salir a enfrentar al culpable, agarró mi mano con más fuerza y tiró de mi, provocando que lo siguiera escaleras arriba, hasta llegar nuevamente a la habitación, antigua habitación de mi madre.

- ¿Qué está pasando, Hyunjin? - olvidé las formalidades totalmente debido al miedo que se adentraba en mi ser y amenazaba con atacarme con el pánico.

Hyunjin se asomó a la ventana de la habitación con la intención de vigilar, pero me adelanté y miré de quién o quiénes se trataba. Entonces entendí porqué iban a por él.

- Estoy en peligro, Seungmin - musitó con terror en su tono, o eso me pareció.

Mi reino no había desaparecido, esos hombres llevaban el uniforme militar de MI reino.

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