Nos habíamos adentrado al campamento, cerca de un sector completamente nuevo para mí.
Era un poco lejos del área de las cabañas y, como siempre, no habían letreros que indicaran algo en todo el camino. Aun así, el enano parecía caminar sin problema por allí.
— Ya casi llegamos —me avisó Chuuya cuando vimos a lo lejos una cabaña que se veía en el aire.
La cabaña estaba entre tres grandes árboles y era mucho más grande que una casa del árbol común. Tenía hasta segundo piso.
— Wow... —se me escapó cuando llegamos. Chuuya me miró con una sonrisa.
— Antes era enana —explicó—, pero con ayuda de los de Hefesto, ha crecido muchísimo.
— ¿Igual de enana que tú? —bromeé, aún impresionado por lo gigante y bella que se veía. Chuuya no me reclamó por lo que dije, ya que cuando se volteó a verme, sonrió un poco.
— Entremos. —empezó a caminar, llevándome del brazo a rastras.
Subimos muchísimas escaleras —reclamé todo el tiempo—, pero valió la pena.
Al llegar arriba me di cuenta que la casa tenía una pequeña entrada, como las cabañas. Tenían algunos sillones de madera y en la puerta había un pisapie que decía "BIENVENIDOS SEAN, CAMPISTAS" en grande.
— ¿Es segura? —di unos saltitos y la madera sonó un poco.
— Sí, no seas llorón.
Chuuya abrió la puerta y se colocó al lado.
— Adelante —dijo, imitando una voz más formal a la que usa siempre.
— Muchas gracias, señor Nakahara —le hablé yo, imitando la misma voz que él. Hasta realicé una pequeña reverencia con la cabeza para dramatizar mi imitación, él hizo lo mismo.
— Déjeme llevar su equipaje, señor Dazai —siguió, arreglándose las mangas del esmoquin invisible y me tomó la mochila—. Es bienvenido aquí.
Mientras entramos nos reímos por nuestras idioteces y, por más estúpido que fuera lo que acabamos de hacer, reí de verdad. Algo que estoy haciendo mucho más seguido en este campamento.
La casa tenía una pequeña mesa cuadrada de comedor en el centro, pero esta, en vez de tener las típicas patas largas de madera, estaba pegada al suelo. Atrás, a la izquierda, había un lavaplatos —arriba tenía una ventana que daba a la preciosa vista del bosque— y hasta había un mini-refrigerador. Esos que se usan para guardar bebidas alcohólicas.
— Siéntate —me indicó Chuuya en las almohadas que habían alrededor de la mesa. Él dejó mi mochila en el sofá que había en el otro lado de la sala— ¿Quieres algo? —antes de que pudiera responder, Chuuya me interrumpió— ¿Nada? Genial, porque no tenemos ni pan aquí.
Me reí. — ¿Tienen un refrigerador, pero nada de comida?
— Así es —afirmó, sentándose al frente mío, cruzando sus piernas—. Solo hay vino cuando un hijo de Dionisio está aquí. —tenía un pequeño puchero en los labios.
— ¿En serio? —Chuuya asintió— Genial, ¿por qué no traes a Albatross?
Rió un poco. — Me encantaría, pero ni él, ni nadie puede saber, Dazai.
— Cierto —dije con un puchero. Que ganas de tomar un poco de alcohol ahora.
Sí, lo sé, tengo 15 años, pero he probado algunos vinos cuando mi tía tomaba un poco y estaba de buen humor. Aunque ella no suele beber mucho.
Nunca me dejó tomar más de dos sorbos, pero con probarlos fue suficiente en esa época. Ahora que sé quién es mi padre (por ende, sé que es un ser temido por todos), dan un poco de ganas de tomar algo para distraerse, ¿no?
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Hijos de Divinidades || Soukoku
RandomDazai Osamu es un chico de 15 años que, un día tan aburrido como cualquier otro, se enteró de su verdadera naturaleza. Él es un semidiós. Con los años, vivirá en carne propia una profecía que, dependiendo de sus acciones y las de sus seres queridos...