Las puertas sirven de mucho. Mantienen intrusos fuera (en ocasiones también el frío), puedes cerrarlas en la cara de quienes se lo merecen... son multiusos.
El único problema es cuando estorban... a este chico, sí que le sucede eso.
Corre y corre, sin parar ni un poco. Cuál sea que sea el lugar en dónde se encuentra, parece un laberinto de puertas. Miles y miles de puertas. No sé quién es, ya que el sueño que estoy teniendo es como si yo fuera él. Veo todo desde sus ojos, literalmente.
De vez en cuando da vuelta su cabeza, sin detenerse, para comprobar si el monstruo que va tras él, está en verdad lejos.
— ¡Oye!, ¿qué te pasa? —una mujer joven había chocado con él. También parecía querer salir del lugar, pero no corría, ni estaba desesperada— Mira por dónde andas, niño.
Él siguió corriendo, no se detuvo ni un segundo. Lo que sea que lo perseguía estaba aproximándose. Los ruidos de metales chocando lo podían confirmar.
Se encerró dentro de lo que parecía ser un armario alto, pero un tanto estrecho, respirando inestablemente y con la mano en su corazón. El palpitar de su órgano se sentía en su cabeza. Yo también lo oigo; lo puedo sentir quebrando el cráneo del chico.
Todo parecía estar callado allá fuera. No se escuchan pasos, ni nada anormal.
Pero eso no duró demasiado.
Una risa macabra, aguda y escalofriante llegó a sus oídos. La puerta del mueble se abrió de golpe, dejando expuesto al monstruo que tanto lo había perseguido hasta entonces. Una lamia.
Su boca, llena de dientes filudos y una horrible lengua de serpiente, fue lo último que vi, para luego estar rodeado de pura oscuridad.
.
.
.
Quién sea que fue esa persona, ese mestizo... su hilo de vida ya fue cortado. Lo puedo sentir.
Pero, ¿quién era?, ¿conocí a esa persona?
No era Sigma... ¿verdad?
Oh, no... no, no, no, no.
No puede ser Sigma, él debe ser menos tonto. No se encerraría en un laberinto de algún parque de diversiones.
Él evitaría ese tipo de atracciones a toda costa, probablemente.
¿Cuándo fue la última vez que lo vi? Ah, claro, esa vez con su "eventualmente" de mierda.
La navidad fue ayer, ¡y aún no lo he vuelto a ver! Me está desesperando. ¿Y si no puedo llevarlo al campamento?, ¿y si fracaso en mi propia profecía?
Me levanté de la cama, un poco sudado. Que asco, las vendas están todas pegadas a mi cuerpo húmedo.
Luego de una ducha, un cambio de vendas y con ropa limpia —llevo dos camisetas. Una de manga larga blanca y otra encima, más ancha, con mangas cortas de color negro. Tiene un diseño de un sol enfrente. Me coloqué un jeans ancho y unas zapatillas, ambos del mismo color oscuro—, estaba listo para salir.
Le di una última mirada a mi habitación. El orden... pues, ya no está, pero podría ser mucho peor. Un par de prendas en el suelo, bajo la cama; papeles de las clases de hace bastante tiempo atrás en el escritorio; bolsas de comida chatarra (como Doritos y esas cosas) cerca del librero...
Lo único un poco ordenado son las cosas que Chu me envió por la navidad. Unos dibujos de él, Albatross, Atsushi, Ranpo, los Akutagawa y yo, con un gran árbol de navidad. En la punta, en vez de una estrella, estaba Karl. Me dio una bolsita de tela con una buena cantidad de dracmas de regalo y me envió una daga de bronce celestial. Me acerqué a la carta que venía en su paquete, que llegó la noche pasada.
ESTÁS LEYENDO
Hijos de Divinidades || Soukoku
RandomDazai Osamu es un chico de 15 años que, un día tan aburrido como cualquier otro, se enteró de su verdadera naturaleza. Él es un semidiós. Con los años, vivirá en carne propia una profecía que, dependiendo de sus acciones y las de sus seres queridos...