023: El mundo de las sombras

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— Que no se te caigan —exclamó mi amigo, desde la copa de un árbol de manzanas—. Luego las podemos comer.

— No se me caerán —le dije, con el mismo volumen.

El baboso se había colgado de una rama de un árbol que había cerca, para subirse al mismo. Cuando lo logró —sin mucho esfuerzo, la verdad—, saltó de esa planta no tan alta, a una mucho mayor, en muchos aspectos.

Sus hojas son más abundantes y el tronco es mucho más grueso; ni hablar de su gigantesca altura. Las rojas manzanas cuelgan de él y las mismas brillan con los rayos de sol que se filtran por los espacios sin hojas.

Los frutos se ven demasiado sabrosos, mucho más que los campos de árboles, arbustos o tuberculos que hay dentro del campamento.

La cantidad, además, es muchísima más.

Obviamente, no es el único árbol de manzanas del lugar. Está lleno, pero no solo de manzanas rojas. Hay verdes, también.

Lo que me llamó más la atención, es que hay árboles de distintas frutas, todas juntas. Uno al lado del otro, sin importar que crean frutos completamente diferentes.

Chuuya acababa de sacar una manzana que colgaba cerca suyo. Estaba en el mejor árbol, con los mejores frutas, así que estaba seleccionando las más lindas para llevar.

— Este bosque no siempre fue así, ¿sabes? —empezó a hablar, desde donde estaba. Dejó caer el fruto, el cuál agarré justo a tiempo—. Antes no tenía tantas plantas, eran árboles más simples, y mucho más pequeños. Al igual que los monstruos.

— ¿En serio? —acababa de cambiar de rama, y ahora sacaba más comida de allá arriba.

— Sí, en serio —asintió, lanzado las que arrancaba—. El primer año que llegué, era algo aburrido. Siempre entrábamos aquí; no había problema alguno con ello. En esa época no era tan peligroso como lo es hoy en día.

— ¿Qué cosas habían antes? —cayeron tres manzanas dentro de la cesta, la cual cada vez estaba más llena.

— Monstruos de primer nivel. —saltó a otra rama, colgándose de ella por un rato— Como... mosquitos con veneno, y cosas así.

— ¿Mosquitos con veneno? —repetí, imaginándome tal bicho.

— Muy aburridos, en verdad —comentó, sacando más manzanas—. Pero un día, Deméter bendició estas tierras, principalmente aquí, para que cosecháramos mejores alimentos. No sé si sabías, pero antes solo comíamos lo que las ninfas, o nosotros mismos, nos preparábamos.

— O sea, ¿comían basura? —me burlé. Escuché su risa desde arriba.

— Pues, sí —aceptó, aún con risillas saliendo de su boca—. Éramos muy pocos antes, además. El más viejo no pasaba los quince; aunque él ya falleció... —ya no podía ni verlo, de lo muy dentro que estaba en el árbol— En fin... ese día que Deméter nos bendició, fue porque John llegó al campamento. Los últimos hijos que ella había reconocido, murieron al poco tiempo; culpó a Dionisio, por ello —siguió. Podía ver como las hojas se movían, pero perdí cualquier rastro de él—. Dijo que nos alimentaba muy mal y que era su responsabilidad cuidarnos, como director del campamento.

Muy equivocada no está, la verdad.

— El Señor D se enojó luego de su bendición, por lo que él hizo lo mismo. —sacó su cabeza de la copa y lanzó las manzanas que tenía en sus manos— Claramente, lo jodió. Fue demasiada la vegetación que creció en menos de dos semanas por eso; incluso, fue tanto, que se declaró como el evento importante del verano. —volvió a meterse dentro del árbol— Por eso, una de las cuentas que tengo es un árbol con fondo verde. Hace referencia a las bendiciones y la creación completa del bosque.

Hijos de Divinidades || SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora