016: El cangrejo es una maravilla

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— Mierda... —murmuré aún adormilado, pero con la respiración agitada.

Acababa de despertar debido a la pesadilla de siempre. Esta vez, la sombra era igual de grumosa que la que me chupó el alma.

Me perseguía sin indicios de que se detuviera, cansara o rindiera. En cambio, ese era yo... como siempre.

Lo único bueno de este sueño, era que al fin pude identificar un poco más qué es lo que tanto me persigue.

Ahora, se agregó que también lo hace despierto.

Tendré que decirle a Mori.

Rodé los ojos antes de salir de las pocas sábanas que me abrigaban. Vi como todos seguían durmiendo plácidamente. Sugimoto se encontraba en la cama de Arthur, por lo que no estábamos tan apretados como se pensó en un inicio.

Me levanté y vi la hora, luego de estirar mi cama. 5:33. Por lo menos, es pasado el toque de queda.

Cuando salí de la ducha, me vestí y, además, me coloqué una chaqueta encima, por si las dudas. Si al salir me encuentro con Arthur, mínimo tengo puesto algo para abrigarme de la "brisa de la mañana" —que es completamente cierta, pero no pienso secarme el cabello—.

Me coloqué la mochila y rápidamente pensé en lo que tenía que hacer. Buscar a Mori. Probablemente estaba en la casa central —después de todo, ahí están los dormitorios para profesores—, pero si ya está despierto y fuera de esta, tendré que buscarlo por todo el campamento. Que flojera.

Al momento en que iba a abrir la puerta, esta sonó, siendo golpeada por alguien repetidas veces. ¿Será Arthur?

— Buenos días... —murmuré abriendo, pero no era quién yo creía que era— ¿Chuuya?

Se quedó estático mientras me miraba a los ojos, pero no con las estrellas que siempre poseen estos... estaban extrañamente apagadas.

— ¿Pasó algo? —le pregunté en un murmullo. Negó rápidamente con su cabeza, pero... no se veía bien.

Se había bañado, eso es claro. Su pelo goteaba y le mojaba la polera del campamento. Su pecho subía y bajaba constantemente, como si hubiese corrido hasta aquí... pero el trecho no es muy largo. Algo más le sucedió.

— Sólo... —formuló. Su voz sonaba quebrada. Me preocupé; en todos estos días, no lo había visto de esta manera— tuve un mal sueño, supongo. —lo último casi lo susurró, por lo que me costó escuchar. Cerré la puerta detrás mío y me acerqué un poco a él, por si es que vuelve a hablar bajo, lo puedo oír mejor.

— ¿Sobre qué? —lo invité, con la mano, a sentarse en los sillones que hay en la entrada de la cabaña de Hermes, pero tomó mi mano y negó con un movimiento.

— Sobre... sueño —murmuró.

— ¿Qué? —fruncí el ceño.

— Sí se puede —habló rápido, en un intento de explicar—, pero no es tan común. Lo siento. —soltó mi mano y se las pasó por la cara, corriendo su cabello que le tapaba la frente y le mojaba esta misma— No fue mi intención verlo, no es como que podamos controlarlo, solo pasa, pero- —lo interrumpí... abrazándolo.

Ni yo sé que estaba haciendo, pero verlo así me recordaba a mi yo de niño cuando tenía la pesadilla, una y otra vez. Mi tía siempre me detenía las explicaciones abrazándome. Recuerdo perfectamente lo mucho que me ayudaba.

— No tienes que explicarme, Chibi —le susurré. Él seguía en una especie de shock, ya sea por el abrazo o por el sueño en sí, por lo que no formulaba palabra alguna. También, sentí como su respiración se detenía un momento, para volver después con un ritmo más normal.

Hijos de Divinidades || SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora