024: Fiesta mestiza

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— A ver si entendí —habló Albatross, echado en su litera, colgando su cabeza— ¿Quieres que haga una fiesta, lo antes posible, para ver quién es la persona más imbécil de todo el campamento que se enamoró de ese traidor de Sugimoto?

La risa de todos los hermanos del rubio, la de Chuuya y la mía se combinaron por lo dicho. Albatross, obviamente, se unió a la sinfonía.

— Pues, sí —asintió Chu—. Eso quiero que hagas.

— ¡Acepto! —exclamó, bajando de la litera, con ayuda de unas enredaderas que hizo de la nada— Te la puedo hacer... —lo pensó un poco— ¡Mañana!

— ¿En serio? —preguntó incrédulo el enano. Yo me quedé observando las enredaderas, que ahora bajaban y desaparecían por la madera del suelo de la cabaña 12.

— ¡Claro!

— ¡Genial!

— Eso si... ¿podrías encargarte de Hirotsu? —pidió Nikolai, desde otra litera— Por la última batalla con los de Ares, se enojó con nosotros.

— Sí, yo me encargo de él —aceptó Chibi—. Será fácil de comprar, después de todo.

— ¿Le darás dracmas? —cuestionó Ace.

— No —negó—. Información.

— Vaya, ocupaste el cerebro.

— Cierra la puta boca, Ace.

— Sí, hermano, ciérrala —dijeron en coro Kajii, Nikolai y Albatross, molestando al líder de su cabaña. Él, en respuesta, bufó ofendido.

— Yo usaré mis encantos y les diré a todos que vengan mañana por la noche —sonrió el albino con trenza, acercándose a la puerta—. Y empezaré ¡desde ya!

— Asegúrate que todos vengan. Es importante.

— No te preocupes, Chuuya —canturreó, abriendo la puerta—. Confía en mí.

Y, tras decir eso, se fue de la cabaña.

— ¿Confías en él? —le pregunté en un susurro.

— ¿Para esto? —murmuró de vuelta— Sí. Sorprendentemente, sí.

— Oigan, una pregunta —formuló Albatross, mirándonos de arriba a abajo—. ¿Se pegaron entre ustedes? Es que siempre están juntos.

— No es cierto —enunciamos al mismo tiempo. Cuando nos dimos cuenta de ello, nos miramos con los ojos bien abiertos y soltamos unas risillas.

Siempre coordinados, ¿eh?

— Ajá —soltó Kajii con sorna.

— Me dueles, Chuuya —lloriqueó el rubio—. ¿Ahora él es tu mejor amigo? —hizo un puchero, cruzando sus brazos.

— No, llorón —negó—. Desafortunadamente, sigues siendo tú.

— Entonces, ¿qué son ustedes? —abrí los ojos como platos. ¿Qué se supone...?

— ¿Qué se supone que significa eso? —Chuuya dijo exactamente lo que pensé.

— ¿Huh? —formuló confundido, pero rápidamente cambió su expresión a una sonrisa coqueta. Es un dolor en el culo este hombre— Oye, Chuuya, fuiste tú el que lo pensó así. —subió sus cejas de arriba a abajo.

— ¡¿Qué?! ¿De qué mierda estás hablando?

— Ay, mira, si se está poniendo rojito. Igual que su pelo —siguió Ace, cruzando sus brazos y apoyándose en la litera.

— Son insoportables, ¿lo sabían? —cuestioné, colocando mis manos en mis bolsillos.

— Nos lo dicen todo el tiempo —respondieron los tres, al unísono. Rodé los ojos y bufé.

Hijos de Divinidades || SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora