¡Cómo de entre mis manos te resbalas!
¡Oh, cómo te deslizas, edad mía!
¡Qué mudos pasos traes, oh, muerte fría,
pues con callado pie todo lo igualas!Feroz, de tierra el débil muro escalas,
en quien lozana juventud se fía;
mas ya mi corazón del postrer día
atiende el vuelo, sin mirar las alas.¡Oh, condición mortal! ¡Oh, dura suerte!
¡Que no puedo querer vivir mañana
sin la pensión de procurar mi muerte!Cualquier instante de la vida humana
es nueva ejecución, con que me advierte
cuán frágil es, cuán mísera, cuán vana.¡Cómo de entre mis manos te resbalas! – Francisco de Quevedo
Siempre hay quienes le temen a la muerte, quienes temen dejar sus vidas, todo por lo que trabajaron, pero también hay quienes la aceptan, viéndola como algo que no pueden evitar y no tienen por qué, esas personas suelen vivir sus vidas tranquilas, amando cada momento, cada día que pasa y cuando llega su momento abrazan a la muerte como si fuera una vieja amiga, yéndose con la mayor felicidad pues no se arrepienten de nada ya que vivieron sus vidas como ellos quisieron, gozando cada momento, ya que al final la muerte es algo de lo que no se puede escapar tan fácil.
Hay una historia que comienza con una guerra, una guerra entre dos reinos que alguna vez fueron conocidos como los más fuertes de todos, pero que acabaron convirtiéndose en simples ruinas e historia pasada, el reino del sur conocido como Maing, un reino que alguna vez albergó a un emperador que era conocido por su gentileza y buen corazón, una persona que pensaba tan solo en el beneficio de su reino, tomando las que eran consideradas las mejores decisiones aunque muchas de estas no fueran las correctas y terminarán perjudicando a todos y su gente.
Mientras que el segundo reinó, proveniente del norte conocido como Arneint, albergó a un emperador que era conocido por su frialdad y por la cantidad de sangre que dejaba tras de él, pero a pesar de eso él siempre veía primero por su pueblo y su gente antes que por el mismo, no le importaba ser conocido por su actitud fría como el hielo, mucho menos le importaba mancharse las manos si eso significaba la seguridad y prosperidad, para él su gente lo era todo, aquellos que le dieron el título de emperador y le confiaron su seguridad, por ellos era capaz de renunciar a su orgullo y título tan solo para asegurar que nada les faltaría, incluso siendo capaz de llamarse a sí mismo monstruo.Pero como en todo siempre hay una razón, un detonante, ¿Y cuál fue la razón para que aquellos soberanos que alguna vez fueron conocidos como los mejores de todos estuvieran en guerra? El motivo es muy sencillo. ¿Y la respuesta? Una de las más hermosas pero peligrosas razones...
ESTÁS LEYENDO
Amor Reencarnado
RomanceDel nicho helado en que los hombres te pusieron, te bajaré a la tierra humilde y soleada. Qué he de dormirme en ella los hombres no supieron, y que hemos de soñar sobre la misma almohada. Te acostaré en la tierra soleada con una dulcedumbre de madre...