19. Ricitos

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Rosé

Cuando llegamos Jennie casi me come a besos, y aunque me encanta que lo haga he tenido que pedirle que pare porque el mínimo roce me hace daño, me duele todo del golpe que me he dado contra el suelo.

Me ha preparado una habitación en la planta baja, justo la de al lado de donde jugamos siempre, no es tan grande como la de arriba pero también tiene una cristalera que da al jardín trasero, me encanta la luz. Los de la ambulancia me han dejado tumbada en la cama, al lado hay un sillón con dos muletas apoyadas, y mientras Lisa me hace un bocadillo de jamón de verdad, y no como eso que le han vendido en el hospital y que al final ninguna nos hemos comido, Jennie me está conectando el televisor que han bajado de arriba.

—¿Ya lo tienes? —me pregunta.

En cuanto me he acomodado en la cama con los enormes cojines que me han puesto en la espalda y debajo de mi pierna rota, Jennie me ha dado papel y lápiz para que apunte todo lo que quiero que me traiga de casa.

—Creo que sí.

—Bueno si te dejas algo ya iremos otra vez, tampoco pasa nada, toma el mando, voy a ir yo, Lisa debe estar agotada de estar todo el día metida en el hospital.

—No quiero molestar Jennie—de pronto siento unas ganas de llorar que no sé de donde salen.

No estoy triste ni nada de eso, pero empieza a dolerme todo y me siento muy inútil, y que ellas dos estén tan pendientes de mí me ha tocado la fibrilla, quién me lo iba a decir, durante meses he pensado que eran unas bordes, dos arpías frías e insensibles, solo Jennie ha conseguido en las últimas semanas que deje de pensar eso de ella, pero de Lisa lo seguía pensando hasta esta mañana.

Esa arpía que yo pensaba que solo me quería para follar, ha resultado ser una mujer terriblemente cariñosa, tal y como me dijo Jennie.

—No molestas Rosé, no digas tonterías —dice sentándose a mi lado.

Las lágrimas me salen solas y ella sonríe, percibe y sabe que no es tristeza, solo estoy llorona y sensible.

Me limpia con los pulgares y me besa en los labios, me derrito, me encanta que Jennie me bese, y en este momento me dejo llevar y saco la lengua ligeramente, quiero sentirla un poco más y ella profundiza el beso con cuidado, me excita, me siento alterada y eso me provoca más dolor.

Pienso en decirle que pare, pero la excitación me puede, me gusta lo que me hace con la lengua y como sus dedos hacen circulos en mi nuca, de pronto noto como el colchón se hunde a mi otro lado, Jennie me sonríe y se aparta, y cuando miro veo como Lisa se acerca y continua ese beso donde lo ha dejado su mujer, me deshago, noto la humedad entre mis piernas, es la primera vez que Lisa me besa y también me gusta, me gusta mucho. Su forma de besar es diferente, a Jennie le gusta jugar con mi lengua, a Lisa con mis labios, mis lágrimas siguen saliendo mientras me besa y mi sexo se contrae, quiero y deseo desesperadamente que me follen en este momento, pero soy consciente de que no lo soportaría, me dolería demasiado, siento ganas de acariciarla, pero al levantar la mano para hacerlo me hago daño en el brazo y ahogo un grito de dolor entre sus labios, Lisa se separa y me besa la frente.

—Vamos a dejarlo aquí.

Pongo mala cara, sé que es lo correcto pero no quiero, aun así no insisto porque todavía no me he duchado y sería un poco cochino.

—No pongas esa cara—dice Jennie riendo—te follaremos cariño, pero cuando estés mejor.

—Si es que todavía quiere... —dice Lisa divertida.

—¿Y por qué no va a querer? —pregunta Jennie con cara de circunstancias mientras yo noto como me pongo colorada.

—Porque a lo mejor prefiere que se lo haga la enfermera ricitos.

ALGO DE TRES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora