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Emma

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Emma.

—¿Hola, Harry?— llamó la rubia a su alfa, este se encontraba bajando los escalones de la casa, sobándose la frente otra vez. —Hola— volvió a nombrar con una sonrisa. —¿Estás bien?— preguntó con inquietud, Harry tenía muchos dolores de cabeza últimamente y eso comenzaba a sobrepasar sus niveles de preocupación.

Harry sonrió con pereza. —Si, solo dormí mucho, aproveché el día libre de trabajo— sonrió yendo a la cocina.

Emma borró su sonrisa con lentitud viendo a Harry desaparecer, comenzando a subir las escaleras directo a su habitación, algo se sentía raro en su casa nuevamente.

Bueno…desde hace años que su casa no es el hogar que había deseado tener.

Nada era como deseaba y eso le comenzaba a desesperar.


. . .

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Emma a sus 17 años aún no se había presentado. Era una chica estudiosa y la más brillante de su clase, siempre se esforzaba solo por ser ella el centro de atención pero sin desbordarse a humillarse. Sin que lo pidiera, la atención llegaba a ella.

Era una persona…no popular…tampoco la más bella de la escuela, sino una chica tranquila con fama de tener un brillante cerebro.

Jamás había peleado con alguien ni mucho menos alguien le había incitado a hacerlo. Era respetada y ella respetaba a todos sin importar qué.

Un día cualquiera…bueno, (no cualquiera) un día peculiar para su vida. Estaba saliendo de la biblioteca con un libro de modas. De hecho le interesaba mucho la alta costura a pesar de que sus madres le decían que dejara tal capricho y se concentrara en servir a un alfa o en trabajar en una compañía de rango alto que le logre dar todos sus gustos.

Le encantaba salir de clases y caminar a su casa haciendo el mismo vacío recorrido y cada día ver de reojo a una gran tienda color beige, de alta costura, dos pisos enormes y ventanales con muchísimos vestidos en la que siempre le hubiese encantado comprar.

Sé quién eres (L.S)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora