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LAGRIMAS Y PECAS

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Hwang Hyunjin

20:37 pm

Ya había pasado más de media hora desde que recibí aquella noticia...
Más de media hora en la que, me estaba sintiendo completamente vacío.

La única persona que yo consideraba una familia se había ido de este mundo; y yo no pude estar con ella para su partida.

Mi abuela materna, que siempre me apoyo y me acepto tal y como era, había fallecido por un ataque al corazón.

La noticia fue como si me hubiesen tirado un balde con agua fría.

Me dolía demasiado el pecho y me estaba costando respirar.

Sentía las ganas de llorar pero ni una lágrima salía. Aunque eso (que es un defecto según mis progenitores) me pasa desde que tengo diez años.
Las únicas veces que he llorado fueron en frente de mi abuela, pero ahora no estaba, se había ido y yo ya no tenía un hombro en el cual llorar.

Solo una vez llore en frente de mi mejor amigo, pero me arrepentí de hacerlo ya que odio verme vulnerable en frente de las personas que quiero.

Nunca supe muy bien por qué me costaba tanto llorar, tal vez es porque de chico lo hice un montón, o eso dice mi padre, yo solo tengo vagos recuerdos de mis padres gritandome que me calle y yo llorando a más no poder.

Y lo irónico es que ahora mis padres me dicen que soy un insensible por no llorar, justo como lo están haciendo ahora.

—Pensé que la querías por lo menos un poco—escupió mi papá de manera agria. Mientras yo agarraba una mochila y ponía un libro, mis auriculares, mi celular y un poco de dinero.

—Yo no la quería, yo la amaba, aún lo hago— dije con un hilo en la voz. Mi papá solo negó con la cabeza mientras mi mamá seguía tumbada en la cama llorando —Siempre la voy a amar, más de lo que pude llegar a amarte a vos— dije con la poca voz que me quedaba.
Como no vi señales de que quisiera continuar hablando, aproveche para agarrar la campera que estaba a su lado y ponerme la mochila que había preparado.

Y sin más me fui.

¿A donde? A caminar por ahí sin rumbo alguno.

No iba a marcharme de mi casa, pero necesitaba aire fresco.
Apenas salí de ahí, sentí la nieve caer en mi cuerpo. Era diciembre por lo tanto era invierno; la estación favorita de mi abuela, al igual que la mía.
Me encanta el invierno, me encanta porque amo el frío, porque es cuando siento el aroma fresco de la nieve. Porque es cuando con mi abuela empezábamos tomar todas las tardes una taza de café mientras se acercaban las fiestas.

No quiero sumergirme en la tristeza porque ella ya no está, pero es difícil.

Pero también se que sería egoísta de mi parte no aceptar que llego el momento de que se vaya, se que durante toda su vida sufrió mucho, se que una de las razones por las que aún seguía intentando estar viva era por mi, su único nieto, la única persona que no le molestaba verla todos los días.

Siempre que iba a visitarla le mostraba los cuadros que hacía en la universidad, y si alguno le gustaba yo se lo regalaba, después de todo era con lo único que podía agradecerle, ya que ella pagó mi universidad.
A mis padres nunca les gustó que a mi me interese el arte, querían que siga con el negocio de mi papá, cosa que nunca me agrado, jamás me vi a mi dirigiendo una empresa. Desde muy chico me encanta dibujar, al igual que bailar; el arte es algo que amo profundamente.
Desafortunadamente mis papás no entienden eso, mi mamá en un principio lo aceptaba, pero siempre cede a las opiniones o decisiones de mi papá, así que, para ambos termine siendo una gran decepción, o al menos así me hacían y me hacen sentir.

Había estado caminando como por diez minutos, y por estar tan sumido en mis pensamientos, no me percaté de que, lágrimas frías y saladas salian de mis ojos. Rápidamente las limpie y me puse a visualizar en el lugar que estaba.
Era una calle que tenia vista a un río, parecia un lugar para pasear, ya que hay algunos puestos de comida, y bancos para sentarse. Jamás había venido acá, era bonito, y tranquilo.

Segui caminando sin destino alguno, hasta que vi una cara que se me hacia familiar, me parece haberlo visto en la universidad. Compartimos solo una materia juntos, creo que su nombre es Cristopher Bang, su rostro parecía disgustado, estaba charlando con otro chico no tan alto y de pelo rubio, no pude verle la cara, pero parecían que estaban hablando de algo serio.

No quería parecer chismoso, y tampoco quería que Cristopher me reconozca, pero por alguna razón no los paraba de mirar.
Después de que pasarán unos minutos, Cristopher se fue dándole un empujón al otro chico, haciendo que este se caiga al suelo. Inconscientemente me vi caminando hacia ese chico para ayudarlo, no tengo idea de por qué.

—¿Estas bien? ¿Te lastimaste?— le dije de manera tranquila. El levanto el rostro y me miró directamentea los ojos. Y ahí conecte miradas con dos ojos marrones de los cuales caían lágrimas. No pude creer lo que estaba contemplando, era un rostro tan hermoso y tan angelical, sus mejillas estaban decoradas por unas muy bonitas pecas.

Continuamos mirandonos por varios minutos, parecía que ninguno de los dos quería apartar la vista del otro, y francamente no me molestaba. Tenia una mirada tan dulce y vulnerable. Que podría ver durante toda la vida.

¿Que estoy pensando?

¿Por qué estoy pensando esto?

¿Acaso el pensara los mismo?

¿Sentirá esta misma conexión que yo estoy sintiendo?

Pues voy a intentar averiguarlo.

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Noche de inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora