La primera noche en este convento ha sido extraña para mí. A veces tanto silencio llega a ser perturbador, y más estando acostumbrada a dormir con el ruido de la ciudad, pero supongo que todo será cuestión de acostumbrarse. Así que apenas he pegado ojo, me la he pasado dando vueltas. Desde la ventana he visto el amanecer y eso me ha animado ha empezar el día con ganas. Me he levantado de la cama de un salto y me he puesto a hacer varios estiramientos sencillos, después he hecho algunos abdominales y por último, he intentado hacer unas flexiones. Esto ya no ha sido posible, las heridas de mis muñecas aún no están del todo sanadas.
Tras el breve ejercicio matutino, me he tomado una ducha y me he puesto la ropa cómoda que Bruno me dejó. Terminando de vestirme, escucho una campanita sonar por el pasillo. Extrañada, me asomo y veo a una de las monjas haciéndola sonar, ya debe ser la hora del desayuno. No soy de llevar relojes, siempre miro la hora en el móvil, pero ahora que no lo tengo a mano vivo totalmente desconectada del tiempo.
Al bajar a recepción, la hermana María, que me atendió ayer nada más llegar, me indica que el comedor se encuentra en el otro ala del convento. Salgo al jardín y allí veo al jardinero de espaldas regando el césped. Continúo por un pasillo abierto al exterior hasta llegar al comedor y me detengo antes de entrar mirando la capilla que está justo enfrente. De ella veo salir a la novicia de ayer con la misma prisa y lanzando una extraña mirada al jardinero. Está tan centrada en él que ni se da cuenta de mi presencia y tengo que avisarla a tiempo antes de que choque conmigo.
—¡Lo siento! —se disculpa azorada— No la había visto, estaba en mi mundo.
—Descuide. Estaba en el mundo de Dios, supongo —bromeo intentando sonar divertida, pero la expresión perpleja de la novicia me hace darme cuenta de que no ha sido así.
—¿Perdón?
—Disculpe, hermana. No quería ofenderla.
—Que sea la más joven de mis hermanas no le da derecho a tratarme con menos respeto, señorita.
—Tiene usted razón, lo siento mucho —me vuelvo a disculpar avergonzada por ser tan bocachancla.
Sin embargo, la novicia de ojos verdes empieza a formar una sonrisita de burla. Ahora en vez de vergüenza me siento estúpida, pero al menos me alegra saber que encontraré monjas con sentido del humor en mi estancia aquí.
—Las monjas también sabemos gastar bromas.
—Ya veo, ya. ¿Va a entrar a desayunar?
Antes de que responda ya le estoy abriendo la puerta para dejarla pasar primero. En realidad no sé por qué he hecho esto, supongo que por educación o cortesía, pero la novicia asiente agradecida y pasamos al interior del comedor. Dentro huele a ricas tostadas, a café, té y a zumos recién exprimidos. En algunas mesas ya hay gente desayunando, en su mayoría monjas madrugadoras. Nada más vernos nos dan los buenos días sin alzar mucho la voz, a diferencia de la joven novicia. Veo como una de las monjas la mira con gesto de regañina y le pide con la mano que baje un poco su agudo tono.
La sigo hasta una alargada mesa llena de tostadas listas para ser untadas con lo que me apetezca, además hay café recién hecho y diferentes tipos de tés. No soy muy de eso, así que pongo en una bandeja una taza de café. La novicia, por el contrario, coge un té verde. A continuación, me hago con un par de tostadas y mermelada de fresa, y ella coge una sola tostada y mantequilla. Juntas vamos hasta una de las mesas libres cuando entran al comedor muchos más huéspedes, algunos con más cara de sueño que otros.
—¿Prefieres estar sola o...? —pregunta la novicia antes de tomar asiento a mi lado.
—Puede sentarse conmigo, no se preocupe.
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Alma
Mystery / ThrillerPatricia, un agente de policía, decide entrar en un convento de retiro espiritual para desconectar de un año repleto de desgracias a los que se ha tenido que enfrentar y que la han dejado agotada. Sin embargo, se encontrará con lo que menos esperaba...