Hace una tarde tan agradable y cálida que me he animado a salir a dar un paseo por el extenso y bonito jardín del que dispone el convento. Gracias a la primavera puedo disfrutar de las flores recién florecidas, con sus colores intensos y el buen olor que desprenden. Esta siempre ha sido mi época favorita del año, y ahora con más razón. Lo que necesito es sol, calor, alegría, colores, y este lugar es sin duda idóneo.
Camino por un estrecho y empedrado camino sin rumbo fijo. Lo sigo a ciegas, sin saber a dónde me llevará, sin prisas, con las manos en los bolsillos y alzando la vista al cielo para ver los pájaros revolotear y disfrutar de las nubes anaranjadas por el atardecer.
Conforme avanzo, el camino de piedras acaba desapareciendo convirtiéndose en un camino de tierra. Distingo con facilidad las huellas de un zapato muy grande, supongo que son las botas que llevaba el jardinero cuando le vi esta mañana cuidando del jardín. Me he alejado bastante de aquella zona sin darme cuenta, debería volver atrás, pero veo una deteriorada caseta al final del camino y decido continuar llevada por la mera curiosidad. Estoy de baja, pero sigo siendo policía, eso se lleva dentro por más que le pese a Bruno.
Cuando estoy a pocos metros de llegar, veo salir de la caseta a una monja. Junto a ella se asoma, no mucho, el jardinero, cabizbajo. Me detengo de golpe, no quiero que se sientan molestos por mi presencia allí. Ella le habla en voz tan baja que no logro escuchar nada, y él asiente sumiso. A continuación, el jardinero vuelve al interior del que supongo es su hogar y ella se vuelve para tomar el camino del que vengo. Al verme no disimula un gesto de sorpresa y me lanza un escueto saludo con la cabeza, no parece agradarle mucho mi presencia en este lugar y camina en mi dirección.
—¿Qué hace aquí? —inquiere con voz autoritaria.
—Disculpe, iba dando un paseo y me he extraviado.
—Pues vuelva de inmediato sobre sus pies —espeta lanzándome una mirada de arriba abajo no muy amigable—. Este lugar no está permitido para los visitantes, podéis enturbiar la paz de Luís, nuestro jardinero.
—Lo siento, madr... hermana —rectifico en seguida, provocando un gesto de hartazgo en esta señora que no debe llegar a los sesenta años—. Ya me voy.
Casi avergonzada por esta incómoda situación, le doy rápidamente la espalda y camino con prisas por el camino de piedras hasta regresar al jardín. Esa señora no me ha resultado nada agradable en comparación con las hermanas que he conocido en lo poquísimo que llevo aquí. Al llevar solo unos metros, me vuelvo un poco para mirar tras de mí y compruebo que sigue observándome con el ceño muy fruncido. Qué señora más rara.
Tampoco me he dado mucha prisa al volver, aunque esa monja parecía querer intimidarme para que no anduviera rondando por aquella zona, no lo ha conseguido del todo. Por lo que el atardecer ha acabado cayendo cuando llegaba al comedor y vi entrar a los primeros huéspedes para cenar y retirarse pronto a sus habitaciones. Sigo al grupo que vi esta mañana unirse en el jardín tras el desayuno para meditar y lleno mi bandeja con solo dos piezas de fruta y un yogur, nunca me ha gustado comer mucho en la cena.
Observo la mesa que ha ocupado el grupo que se compone de cinco miembros. Todos parecen simpáticos y hasta me señalan un asiento libre para que les acompañe, pero lo declino lo más amablemente posible y me siento en una solitaria mesa. Pretendo cenar rápido y meterme en mi habitación, y es que con los años cada vez me he vuelvo más solitaria, la gente me estresa.
Empiezo a pelar mi manzana y, aunque están hablando en voz baja, no puedo evitar escuchar al grupo de iluminados comentando lo rarita que soy por no socializar con ellos. En fin, nada nuevo en mi vida. Doy un fuerte bocado a la fruta mientras les miro. El ruido les llama la atención y sonríen falsamente al verme mirarles, les devuelvo la falsa sonrisa y vuelvo a enfocarme en mi cena y en la puerta de salida respectivamente. Si pudiera llevarme la bandeja a mi habitación para comer allí, sin duda lo haría.
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Alma
Mystery / ThrillerPatricia, un agente de policía, decide entrar en un convento de retiro espiritual para desconectar de un año repleto de desgracias a los que se ha tenido que enfrentar y que la han dejado agotada. Sin embargo, se encontrará con lo que menos esperaba...