Pongo una mano bajo el grifo y dejo que se empape un poco. A continuación, me paso la mano mojada por el cuello y la nuca para humedecerlo, a pesar de las horas y que hace una temperatura fresca, estoy muy acalorada. Contemplo mi imagen en el espejo y le doy la espalda ofuscada. Otra noche sin dormir. Otra vez la misma maldita pesadilla.
De haberme mojado la mano, las vendas de mi muñeca izquierda lo han hecho también. Chasqueo la lengua y me desafío otra vez frente al espejo, aunque no por mucho tiempo. Abro la puertecita del mueble, saco de allí un rollo de vendas y abandono el baño.
Me siento junto a la mesa y sin mucha prisa me quito el vendaje de la muñeca que se ha mojado. Odio tener que enfrentarme a esa herida que día a día va cicatrizando. Odio tener que recordar aquel momento en que ya no pude soportar más el peso de mi propia vida y quise que llegara a su fin. Enfadada conmigo misma, abro el rollo de vendas y corto un buen trozo para tapar de nuevo la vergüenza que me acompañará de por vida.
Termino por cubrir la muñeca cuando escucho unos pasos por el pasillo. En un principio me sorprendo, pero luego recuerdo a sor Fátima y me río en silencio, miente muy mal y sé que fue a ella a quien vi esa noche, como también sé que es la misma que está cruzando ahora el pasillo. La forma que tiene de pisar con tan poca delicadeza, a diferencia del resto de sus hermanas, la delata.
Sin pensármelo mucho salgo en silencio de la habitación y distingo su sombra llegar al final del pasillo en dirección a la escalera. Con pasos ligeros, pero pisando con cuidado para que no me oiga, alcanzo el recodo que conduce a la escalera. La novicia ya ha llegado al final de esta y se interna en el jardín, no creo que vaya a la caseta del jardinero, estará allí durmiendo. O no. Pero, ¿qué otra cosa puede hacer un jardinero por las noches aparte de dormir? ¿Y a dónde podría dirigirse ella a estas horas?
Bajo los escalones casi de dos en dos para no perderla de vista, paso de largo la recepción y llego hasta el pasillo que conduce al comedor. Salgo al jardín y lo cruzo hasta el edificio de enfrente, la biblioteca. Allí la veo meterse de forma sospechosamente sigilosa, como si temiera que alguien la oyera entrar en aquel lugar.
Con el mismo sigilo que ella, abro la portentosa puerta y accedo al interior. La biblioteca está totalmente en penumbra y mi vista tarda unos segundos en adaptarse. Dicen que cuando te falta un sentido, el resto se acentúa y eso debe de pasarme, porque ante tanta oscuridad y silencio, percibo fácilmente unos cuchicheos que se oyen a lo lejos. Camino con cuidado y con las manos alzadas hacia delante para no chocar con nada. Es entonces cuando distingo una pequeña luz pasando por entre las filas de las gigantescas estanterías y la persigo de inmediato.
La verdad es que la sensación de estar saltándome una de las normas del convento, siguiendo a una extraña novicia y tratando de averiguar qué esconde, me está llenando de adrenalina. La angustia que sentí al despertarme de la pesadilla ha quedado en un segundísimo plano frente a la emoción que me provoca perseguir misterios. El corazón me va a mil a causa de esto; resolver misterios, meterme en problemas y salir de ellos airosa. Esto me hace sentir más viva que nunca.
Alcanzo el final del pasillo de estanterías por el que me he metido y me reencuentro con la luz y con su portadora. La novicia se detiene un par de estanterías antes de llegar a un gran escritorio donde supongo que alguna monja durante el día ocupa como bibliotecaria. Los cuchicheos se acentúan conforme me acerco hasta donde ella se encuentra, y sin que se haya percatado de mi presencia me sitúo tras su espalda guardando unos metros de distancia. Desde ahí alcanzo a ver dos figuras enfrentadas, conversando en voz baja, cómplices, con una vela entre ellas formando sombras gigantescas en la pared.
Queriendo ver sus caras, me aproximo más a sor Fátima provocándole un susto que casi la hace tirar su vela. Tapándose la boca con una mano consigue acallar el grito que ha estado a punto de soltar. Aprieto su hombro para tranquilizarla y ella me fulmina con sus ojos verdes, enojada por mi inesperada aparición. De todas formas, no le echo cuenta y me centro en las dos monjas que siguen conversando sin percatarse de que dos cotillas las están espiando.

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Alma
Mystery / ThrillerPatricia, un agente de policía, decide entrar en un convento de retiro espiritual para desconectar de un año repleto de desgracias a los que se ha tenido que enfrentar y que la han dejado agotada. Sin embargo, se encontrará con lo que menos esperaba...