—¡Mierda! ¡Abrid!
Obviando mis heridas aporreo y pateo la puerta, aun sabiendo que no podré abrirla de esta forma. Nos han encerrado y a saber qué planearán hacernos, y lo peor es que no tengo mi pistola conmigo. "Vas a un convento...", me dijo Bruno. Pues vaya convento.
Doloridas las muñecas, paro de dar golpes y de gritar. Fuera no nos va a oír nadie, y la única persona que sabe que estamos aquí no nos va a sacar. Ha debido ser Luís, o sor Almudena, o la madre superiora. Me da rabia no haber estado más atenta, no haberle escuchado llegar. Me vuelvo hacia Fátima, está parada en el centro de esta claustrofóbica habitación sin ventanas ni luz, y con su linterna alumbra un camastro que cojea de una esquina. La luz de la linterna pasea en derredor pudiendo ver una mesita baja y llena de polvo, justo debajo de la mesa hay un orinal, y por último un espejo descolgado y roto, con los cristales en el suelo.
—¿Qué es este sitio? —consigue hablar Fátima con un hilo de voz, incapaz de moverse del sitio, con la linterna temblándole en la mano.
No digo nada, pero lo pienso al igual que ella. Si es cierto que Alma fue asesinada, este lugar podría haber sido el último sitio en el que estuvo antes de morir, en una escalofriante habitación sin ventanas y encerrada con cerrojo. Pongo una mano sobre el hombro de Fátima y le doy un fuerte apretón de consuelo. Ella tiembla, pero no de miedo, sino por una congoja que intenta retener tapándose la boca con la mano.
Su linterna continúa vagando por la habitación, aunque no hay nada más que ver aparte de telarañas, alguna cucaracha correteando dentro del orinal y cagadas de ratón. El olor aquí es nauseabundo y no me había dado cuenta hasta ahora. Hay que tener una mente muy retorcida para encerrar aquí a la hija de la madre que ya encerraron hace treinta años.
La falsa aspirante a monja ve algo de pronto y se agacha junto a la pata de la cama que cojea. Me pide que la ayude a sacar de debajo de la rota pata un viejo cuaderno de anillas. La cubierta y gran parte de las páginas está abollado en el centro por el peso de la cama, tiene una gran capa de polvo por encima que Fátima limpia con la manga del hábito, las páginas están amarillas por el tiempo, algunas roídas por los bichos, pero por suerte se puede leer. Es el diario de Alma Expósito, según pone en la primera página. Fátima empieza a leer en voz alta su primer día en el convento donde relata cómo de enfadada estaba con sus padres por la decisión de traerla aquí y de sus intenciones de escapar como sea.
Leer eso último no gusta nada a Fátima, que frunce el ceño y hace una pausa antes de seguir, porque que su propia madre reconozca en su diario que quería fugarse no es una buena prueba para demostrar que fue asesinada. Continúa leyendo varias páginas más por encima donde habla de lo aburridos que eran sus días aquí, siempre monotonía y rutina, siempre los mismos horarios, el mismo silencio, la misma misa, la misma comida, las mismas caras malhumoradas de monjas extrañas que miraban con desaprobación su estado.
Hasta que entonces leemos algo verdaderamente interesante, y es que Alma expresa el recelo que le provocaba el jardinero. Relata cómo él la miraba de manera lasciva, le daba escalofríos cuando se acercaba a ella y, ante su imposibilidad de hablar, solo la observaba de arriba abajo mientras respiraba agitado. En una ocasión se atrevió a abofetearle, pero él continuó mirándola más excitado aún.
—Hijo de puta, fue él —exclama Fátima con rabia.
—No te precipites, continúa leyendo.
Pasamos varias páginas en las que no leemos nada esclarecedor, hasta que nos vamos acercando al final del diario. Allí escribe cómo tuvo a su preciosa bebé de ojos verdes, cómo la oyó gritar con ganas cuando la arrancaron de sus brazos y las monjas se la llevaron. Describe también su anhelo de volver a ver a su hija, pero las monjas le dijeron que había nacido enferma y había muerto. Alma no se lo creía y empezó a buscar alguna pista que corroborara su idea. Sin embargo, lo que encontró fueron decenas de fichas médicas de otros bebés que habían nacido allí y que habían sido dados en adopción. Entre esas fichas, las de su propia hija.
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Alma
Mystery / ThrillerPatricia, un agente de policía, decide entrar en un convento de retiro espiritual para desconectar de un año repleto de desgracias a los que se ha tenido que enfrentar y que la han dejado agotada. Sin embargo, se encontrará con lo que menos esperaba...