EPÍLOGO

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Ha pasado ya un mes de todo lo sucedido, impresiona como pasa el tiempo de rápido. El convento continúa cerrado y las monjas han tenido que buscarse otras congregaciones donde ser acogidas mientras tanto. La madre superiora va a ser sentenciada por los cientos de bebés que robó y vendió a familias más pudientes, y por el asesinato de Alma que pudieron saber por el diario y las declaraciones del padre Gregorio. Gracias a las pruebas que entregamos a la policía, un equipo de investigación experto en estos casos ya está en marcha para reunir a esos niños, ya adultos, con sus verdaderas familias.

Por otro lado, el párroco Gregorio no aguantó por mucho tiempo la mentira durante el interrogatorio y confesó saberlo todo. Incluso en más de una ocasión ayudó a la madre superiora haciendo falsas misas y entierros a bebés que jamás habían muerto, y por supuesto, sabía lo que le habían hecho a Alma Expósito.

Sor Almudena, por su parte, aunque llegó después, confesó descubrir los mismos documentos que encontramos nosotras en la cripta y guardó silencio por lealtad a la madre superiora. Ambas creían ciegamente que lo que hicieron con esos niños fue un acto de caridad y misericordia, pues los padres no eran más que unos jóvenes pobres que no tenían donde caerse muertos y que no le hubieran dado la vida que se merecían esos niños

Finalmente, el que movía todos los hilos y encontraba a esas ricas familias que se convertirían en padres de bebés robados, sin saberlo ellos al parecer, era José Luís Cidoncha, fallecido recientemente por problemas de salud. Un empresario millonario con muchos amigos que pagaban generosamente por ver cumplidos sus sueños de ser padres a toda costa. Parte de ese dinero era destinado al convento a modo de donativo.

Los interrogantes que quedaban con Luís también fueron resueltos: él jamás mató a Alma, aunque parecía el más sospechoso. Los investigadores han supuesto que Alma le gustaba y ante su incapacidad de hablar, la miraba más de la cuenta provocando en ella incomodidad y repulsa. Eso, y en las raras circunstancias en las que llegó al convento, le convertían en el principal sospechoso de su desaparición.

Sin embargo, no queda libre de culpa, pues sí colaboró al deshacerse de su cadáver. Sor Antonia lo mandó lanzarlo al lago y vallar la zona para que nadie se atreviera a rondar por allí. Cuando la madre superiora se dio cuenta de que nosotras estábamos investigando lo que sucedió con Alma, supuso que en algún momento se nos ocurriría pasearnos por allí, así que mandó a Luís vigilar cada noche el lugar.

Por último, sor Lara se recuperó del traumatismo que sufrió para alivio de nosotras y ahora se está encargando de reabrir el convento y limpiarle la cara a la congregación, que ha quedado muy manchada después de que saltara la noticia en la prensa.

—Pensaba que no querías tener trato con ellos.

La pregunta de Patricia hace que aparte la vista de la hilera de casas que pasan por mis ojos. En su coche nos adentramos por diferentes calles de la ciudad hasta alcanzar una zona llena de edificios vecinales y no tardo mucho en identificar el piso donde viven mis abuelos, ya estuve hace unos meses antes de entrar en la congregación e iniciar mi investigación. Les prometí que les devolvería a su hija, sea viva o muerta, y que cerrarían por fin esta trágica historia y quizás hasta encontrarían a su nieta.

Desde el principio tuve claro que no quería tener ningún tipo de relación con mis abuelos, en el fondo no les perdonaba lo que le hicieron a mi madre, apartarla de esa manera de sus vidas por su rebeldía, dejar que otras manos cuidaran, o mal cuidaran, de su hija, y luego llorar por su desaparición y fustigarse por no poder cuidar de su nieta. Pero aquello que me dijo Patricia sobre que el tiempo no arregla nada, sino que son las propias personas quienes lo hacen, me dejó pensando.

El tiempo ya les ha hecho demasiado daño a mis abuelos, ya les ha robado muchos años de ausencia de su hija y de su nieta, y también a mí me habían robado mi origen, mi verdadera familia. No puedo pretender que el tiempo ponga todo en su sitio, el tiempo solo pasa, nada más. Son las personas las que sanan, las que cambian, las que ponen todo en orden. Es mi turno de dar la cara y crear nuevos recuerdos con mi verdadera familia.

AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora