CAPÍTULO 4

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Acabo de desayunar y no he visto en el comedor a sor Fátima, si volvió muy tarde de su paseo nocturno debe estar aún durmiendo, aunque eso podría traerla una nueva regañina por parte de su superiora. Vuelvo a pasear por el jardín y veo a Luís, el jardinero, podando unos arbustos. El tipo debe rondar los cincuenta años, lleva la barba desaliñada y tiene una expresión hosca y hasta desagradable. No da para nada buen rollo, pero supongo que si está aquí trabajando es porque se ha ganado la confianza de las monjas, porque no me las imagino invitando a la casa de Dios a malas personas.

El jardinero hace un breve parón para beber de una pequeña botella de agua que tiene guardada en su mochila de trabajo, y luego se quita la boina que oculta su media calva para secarse el sudor de la frente, hoy el sol está pegando fuerte. Al colocarse de nuevo la boina se fija en mí, me clava una mirada oscura y me recorre un escalofrío. Durante unos segundos no desvío la vista, pero mira tan directo y sin pestañear que acaba ganándome la partida. Acabo bajando la cabeza, pero me niego a marcharme si es lo que pretende.

Me fijo de nuevo en él, que no pierde el tiempo y ya está otra vez enfocado en su trabajo. Me acerco un poco más hasta donde se encuentra y me decido a hablarle.

—Buenos días —le saludo en tono amable.

El jardinero me saluda rápido con la mano, sin mirarme siquiera. Con rapidez termina de podar el arbusto que tiene delante y luego se va a por el siguiente. Trabaja con eficacia y sin perder el tiempo, haciendo una buena labor que se ve a simple vista por lo bien cuidado que está todo el entorno natural del que dispone el convento.

—Es muy bonito el jardín —comento intentando ganarme su confianza, pero lo único que consigo es más silencio e indiferencia por su parte.

—No te va a hablar —me indica de pronto una voz.

Me vuelvo súbitamente y descubro que es sor Fátima la que ha aparecido sin que me haya dado cuenta. La escapista nocturna ha hecho por fin acto de presencia. En seguida me fijo en sus ojos y compruebo que tiene un poco de ojeras de no haber dormido mucho.

—¿Por qué?

Me alejo de Luís y sigo a la novicia fuera del jardín, ya no me resulta curioso verla caminar a zancadas, pisando con fuerza y hablando demasiado alto comparado con sus hermanas. Ella es tan diferente del resto que resulta chocante hasta que te acostumbras. A veces me hace recordar a la protagonista de Sor Citrôen, a mis padres les encanta ese clásico español.

—Es mudo —me informa ella.

Como hiciera ayer con la monja que hablaba con él, me giro un poco para lanzarle un último vistazo, pero me está dando la espalda, sigue a lo suyo. Sor Fátima entra en la capilla del convento y me detengo en el dintel mirando el interior. Creo que la última vez que pisé una iglesia fue el día de mi comunión y porque no tuve más remedio que hacerla, no era lo que más me apetecía del mundo. Veo a la novicia genuflexionar frente a la imagen del crucificado y santiguarse a la vez. A continuación se mete entre una de las filas de bancos y se arrodilla para ponerse a rezar.

No hay mucha gente dentro, solo varios huéspedes y cinco monjas con sus rosarios sumidas en sus propias oraciones, por lo que entro un poco cohibida. En el confesionario alcanzo a ver al cura leyendo lo que imagino que debe ser la biblia. A continuación, observo el sencillo retablo que alberga la imagen del crucificado y luego dirijo la vista a mi derecha, donde se encuentra una imagen de la virgen. No soy para nada una entendida del arte, pero sí puedo decir que me resultan imágenes muy bonitas.

Me dirijo hasta la fila de bancos donde la novicia se ha sentado y me coloco a su lado sintiéndome totalmente fuera de lugar. Tiene la cabeza apoyada sobre sus manos entrelazadas, los ojos cerrados y murmurando oraciones que no logro captar del todo. Aun así, se percata de una presencia a su lado y abre un ojo para mirarme. Al identificarme, vuelve a cerrarlo y continúa ensimismada en el rezo. Una vez que termina, se santigua y se sienta en el banco alisando el hábito que le llega hasta los tobillos.

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