Con verdadero interés, y también un poco de incertidumbre, llamo al despacho de la madre superiora. Parece que ya le han debido llegar a sus oídos que la nueva huésped está interesada en un suceso ocurrido hace treinta años y ha pedido hablar conmigo. Al otro lado de la puerta, la madre superiora me concede el permiso para pasar y lo hago con cierto nerviosismo.
El despacho es pequeño, pero espacioso gracias a que pocos muebles lo ocupan. Esperaba encontrar el escritorio en el centro, pero no, está a la izquierda, recibiendo toda la luz que entra por la ventana de enfrente. Delante de mí lo que se alza es una vitrina con varios libros con pinta de ser muy antiguos, un par de relicarios, una cruz de plata, un rosario colgando de la cruz y una decena de imágenes de diferentes santos y cristos. Algo más llama mi atención dentro de esa vitrina, y es que sobre los libros veo un ajado cuaderno con una desgastada y rota encuadernación cosida a los papeles con un hilo amarillento. ¿Qué será? ¿Por qué entre tanto santo y libro perfectamente cuidado hay un cuaderno tan viejo?
La madre superiora carraspea para llamar mi atención y señala una de las elegantes sillas que hay frente al escritorio. La señora tiene la piel cuarteada y me hace pensar que debe rondar los ochenta años. Es muy delgada, con el cuello muy largo y la barbilla terminada en punta, acompañada de una marcada mandíbula. Sus manos, llenas de venillas verdosas, reposan entrelazadas sobre el borde del escritorio, y de las mangas del hábito asoman sus muñecas pequeñas y huesudas.
—Soy sor Antonia, la madre superiora de esta congregación.
Se presenta sin mover apenas un músculo de la cara, ya que habla sin despegar mucho los finos y rotos labios. Al hablar el cuello se le divide en varias partes, como si unos hilos tiraran de su piel desde la alzada barbilla. Su voz no trasmite ninguna calidez al hablar, ninguna emoción, y tiene clavado sus grandes y marrones ojos en mí, estudiándome.
—Me ha comentado la hermana sor Almudena que ha estado usted incordiando al padre Gregorio y a ella misma con preguntas un tanto... —La madre superiora se detiene un segundo para elevar la vista buscando la palabra exacta — impertinentes.
Al decirlo se enfoca en mí y siento los vellos de los brazos ponerse de punta. Entre ella, sor Almudena y el jardinero podrían formar una película de terror, aunque a lo mejor esta idea no es está tan alejada de la realidad. Algo ocurrió con Alma que están tratando por todos los medios que no descubramos ni sor Fátima ni yo, con sus acciones no hacen más que tirar más piedras sobre su tejado.
—Me gustaría pedirle también que deje a nuestro querido jardinero —Qué falso me ha sonado eso— trabajar en paz. No me gustaría que lo fuera interrumpiendo en sus quehaceres buscando una conversación que no va a encontrar. En los treinta años que lleva trabajando para nosotras no le he escuchado decir ni una sola palabra.
—¿No le resulta extraño que aparezca de la nada un chico mudo, que no conoce el lenguaje de signos y que ni sabe leer o escribir? —inquiero incrédula.
—Si llevara cincuenta y cinco años aquí, como los llevo yo, me creería cuando le digo que ya no hay nada de esta vida que pueda extrañarme —repone ella sin alterarse ni perder ese rictus serio.
Si sor Almudena me pareció inflexible, la madre superiora me parece infranqueable. Habla distante, con frialdad, autoritaria, como las mismas monjas de las que me hablaba mi madre, quien durante más de diez años se crió y estudió en un convento.
—Por como vestía dedujimos que su familia no tendría ni para una migaja de pan que llevarse a la boca, así que mucho menos podrían pagarle unas clases de lenguaje de signos.
Me sorprende que sea este el mismo discurso que me soltó sor Fátima. Es decir, que les cuenta a todos la misma historia, con las mismas palabras, para no caer en contradicciones. Sin duda esto la define como alguien inteligente y calculadora.
ESTÁS LEYENDO
Alma
Mystery / ThrillerPatricia, un agente de policía, decide entrar en un convento de retiro espiritual para desconectar de un año repleto de desgracias a los que se ha tenido que enfrentar y que la han dejado agotada. Sin embargo, se encontrará con lo que menos esperaba...