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Sorprendentemente, el frío era poco. El calor del sol asomaba por el pueblo, dando la sensación de verano. Generalmente, odio el frío, y hoy no era una excepción, el día ya de por sí iba a ser una mierda, y el calor era la gota que hizo aparecer mi mal humor. 
La casa de Stan quedaba lejos, bastante lejos. Me sorprendió cuando el chico me dijo que vivía en una granja, pero me sorprendió más ver que, al llegar, todo el frente estaba lleno de marihuana. Mi padre me miro extrañado al ver esto, sintiéndome confundido ¿Me había mandado una ubicación falsa? Si era así, realmente lo iba a asesinar cuando lo vea. 

—¿Es acá?—Pregunte acercándome a los asientos delanteros para ver el GPS.

—Eso parece, Chars.—Respondió este volviendo a ver la dirección. 

Me bajé del auto para acercarme a la puerta del lugar. La casa parecía algo pintoresca, pero grande, era bonita. Toque el timbre esperando estar en la granja correcta y que no me esté metiendo en nada demasiado turbio. Quiero decir, ¿Qué clase de familia vive en una granja de marihuana? No me extraña que Stan haya quedado tan idiota teniendo en cuenta esto.

La puerta de la casa se abrió dejando ver a una señora de pelo corto. La mujer se veía amable, en su cara se adornaba lo que parecía ser una genuina sonrisa. 

—¡Oh! ¿Eres Charlie, no? —Pregunto la mujer de pelo castaño. Su voz era tranquila y me trasmitía una extraña felicidad.

—A si es. Un gusto conocerla.—Respondí sonriendo.

—El gusto es mío, cariño.—Contesto sonriendo. —Me alegra mucho que Stan tenga otros amigos...—Hablo susurrando lo último. 

—No es mi amigo.—Dijo Stan apareciendo tras su madre. 

—¡Stan! No seas tan grosero.—Hablo dándole una colleja. No pude evitar reírme por lo bajo al ver la molestia de Stan. 

Ambos nos dirigimos a su habitación, la cual era la última del pasillo. Las paderes estaban adornadas por distintos tipos de carteles que daban vida al cuarto. En la esquina, se encontraba una guitarra eléctrica que, también, estaba adornada por distintos tipos de stickers. Debía admitir que Stan tenía buenos gustos a lo que música se refería, me sorprendía que tuviéramos algo en común. Me senté en la cómoda esperando que hable. Realmente no tenía ni idea de que era el trabajo ni de que se trataba. Stan se sentó en la silla de su escritorio y me miro fijamente, como si estuviera analizando cualquier movimiento mío. 
Me estaba comenzando a sentir incómodo, normalmente no me importa lo que la gente dijera de mí, pero su crítica mirada de molestia era simplemente insoportable. 

—¿Te gusta la vista?—Pregunte sarcástico. Stan desvío su mirada rápidamente, algo avergonzado. 

—Cállate.—Dijo molesto. El ambiente estaba tenso, ninguno de los dos sabía qué decir. Parecía que mis sarcásticos comentarios le molestaban, algo que me parecía muy divertido a mi gusto. 

—Tu voz enojada no te favorece. Cuando está más calmada suena más linda, sabes?—Hable burlón. Sus mejillas se enrojecieron de aparente enojo, una carcajada salió de mis labios al notar aquel detalle.

—Eres un idiota, Charlie.—Stan dijo volviendo a mirarme. Trate de aguantar mi risa, pero fue en vano. Volví a reír viendo como cada vez se enojaba más por mi burlona actitud.—¿Qué mierda te parece graciosa, eh?—La enojada voz de Stan hacía que mi estómago doliera. Sin saber bien por qué, la sonrisa se desvaneció de mi rostro. 

—Tú.—Respondí sin pensarlo demasiado. Se podía notar en mi rostro una pequeña sonrisa de burla, algo que hizo que Stan se levantara de su silla para no verme.

ONE LAST KISS | Stan Marsh °Donde viven las historias. Descúbrelo ahora