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Aún no sabía muy bien por qué había ofrecido mi ayuda a alguien que claramente me cae mal, pero lo estaba haciendo. Había pasado el día buscando algún centro de rehabilitación en South Park, pero fue una perdida de tiempo. Por alguna razón hay tanto alcoholismo en este pueblo supongo...

Liam había entrado un par de veces a mi habitación, preguntándome que hacía, pero simplemente no daba respuesta a sus preguntas, Me avergonzaba decir que me encontraba ayudando a un adolescente alcohólico a encontrar un centro de rehabilitación, y que para peor era el chico del que me había quejado repetidas veces con él. 
Mis ojos dolían de estar tanto tiempo mirando a la pantalla, pasando de dispositivo a dispositivo buscando alguna información que darle. La paciencia se me acababa poco a poco, pero al ver las fotos de mi familia era como si mi paciencia se regenerara. 

Varias veces pensé en rendirme y simplemente suplicarle a Wendy terminar con Stan, así sería mucho más fácil. Pero quizás si no era ella, otra chica podría sufrir las consecuencias. 
No era mi responsabilidad, más que nada porque apenas lo conozco, pero sentía que lo era. No conozco nada de Stan, no se nada de su familia y era ciertamente una persona sumamente narcisista. Su personalidad era molesta, irritante y pesada. No lo odiaba, no lo quería, solo lo soportaba. 

Las semanas pasaban y no importaba cuando esfuerzo pusiera en ayudar al chico, solo ignoraba lo que le decía. ¿Cuál era el punto de pedir ayuda si no la va a aceptar?
Quería tirar todo mi proyecto a la mierda. ¿Qué tan altas eran las posibilidades de que Wendy termine con Stan? Esperaba que sean altas, por qué si no lograba hacer un mínimo progreso esta semana, iba a mandarlo a la mierda. Odiaba a mi consciencia por hacerme sentir culpable, yo no era el psicólogo de nadie ¿Por qué debía ayudar a alguien como Stan? Alguien tan idiota como lo era él no merecía mi ayuda. 

Me tiré molesto sobre mi cama sin saber qué hacer. ¿Debía ayudarlo? Aquella duda rondaba mi cabeza la mayor parte del día, no quería hacerlo, no sabía, quizás si quería, ¿Por qué quería? Wendy. Si, Wendy era la razón, creo. El solo hecho de pensar en todo eso hacía que mi cabeza doliera. 
Me removí molesto por mi cama, moviéndome de un lado al otro sin saber como acomodarme, haciendo que finalmente acaba en el piso. 

(...)

—Bien, lo tengo decidido.—Hable firme mirando al rubio frente a mí. Kenny me miraba algo cansado aunque sin perder su característico tono burlón en sus ojos. El chico estaba recostado sobre la silla de mi habitación, prestando atención a lo que tenía para decir. —Voy a decirle a Wendy.—Dije con la misma voz de antes. No tenía ni debía ayudarlo.

—¿Y crees que es la mejor opción?—Pregunto jugando con un lápiz que estaba en mi escritorio. Lo miré algo inseguro ante su pregunta. Probablemente, no era la mejor opción, pero yo tenía mis propios problemas también. 

—No, pero ya no sé qué hacer.— Cada vez que intentaba ayudar a Stan simplemente se frustraba y enojaba conmigo. No iba a aguantar si comportamiento.

—¿Por qué no le preguntas a tu madre?—Cuestiono Kenny. —Digo, dijiste que tu padre estuvo sobrio un tiempo, quizás ella sabe como hacer y así podés ayudar a Stan.—Dijo dejando el lápiz nuevamente en su lugar. Realmente no era una mala idea del todo, claro que tenía sus riesgos, pero, lo mejor funcionaba. 

—Lo pensaré.—Respondí desviando mi mirada a la ventana. La noche se asomaba y el sol bajaba lentamente, por lo cual significaba que mi padre volvería pronto de trabajar. Mire a Kenny preocupado de que mi padre lo vea salir de casa, así que le indique que bajara por la escalera de mi ventana.

Como si de magia se tratase, al momento en el que Kenny salió, se escuchó la voz de mi padre señal de que había llegado a casa. Suspire aliviado de que no me hubieran descubierto y baje a saludar a mi padre, rezando para que no haya bebido antes de llegar. 
Mi madre lo esperaba con la cena ya lista para que no tuviera que esperar demasiado, y en parte para que no se molestase. Salude brevemente a mi padre tratando de sonar lo más normal posible. 

Caroline, mi madre, llamo a mis dos hermanos para que bajaran a cenar. Todos nos sentamos en la mesa en silencio esperando la comida. Observe levemente la cara de mi padre, tratando de descifrar si, efectivamente, había tomado. Sus ojos estaban algo dilatados y cu corbata estaba desacomodada, suficiente prueba de que si lo había hecho. 
Realmente, no me importaba tanto si decidía tomar o no a esta altura, sabía que mi padre no cambiaria nunca. Aun así, era importante saber de qué manera venía, si venía sobrio, podía actuar de manera más casual, pero sí venía ebrio debía cuidar lo que decía. 

Mi madre llegó finalmente a la mesa con un tazón de fideos, con tres distintas salsas para que cada uno pusiera la que mejor le parecía. Ella se sentó en la punta de la mesa algo nerviosa, miraba a mi padre expectante a su palabra. El castaño miró el plato sin expresión alguna, pero aquella cara inexpresiva comenzó a tornarse lentamente en una molesta. Respire en silencio preparándome para la situación. 

—Esto no es lo que pedí.—La voz de mi padre salió seriamente, tanto que un escalofrío recorrió mi cuerpo. La mesa estaba en completo silencio, nadie se atrevía a hablar ni decir una sola palabra, solo mirábamos los platos. 

—Lo se cariño, pero- —La voz débil de mi madre fue interrumpida rápidamente por la grave voz que mi padre poseía. 

—¿No fui lo suficientemente claro?—Pregunto enojado mirándola. —Te dije que quería estofado.—Hablo levantando la voz levemente. Casi inconscientemente, mis piernas se levantaron haciéndome levantar. Mi padre me miro curioso ante mi inesperada reacción. 

—Fue mi culpa. Tire la carne sin querer.—Invente rápidamente tratando de defender a mi madre.  Ella me miro preocupada sin decir nada, parecía que quería hablar, pero su voz no salía. 

—¿Tu culpa?—Dijo levantándose para acercarse a donde estaba yo. Su voz sonaba incrédula hacia mi excusa. 

—Sí.—Dije mirándolo desafiante. Un fuerte impacto cayó sobre mi mejilla haciendo que mi estabilidad se perdiera por completo. Retrocedí inconscientemente pero aun desafiándolo con la mirada. No sabía de donde había sacado tanta valentía, pero si iba a golpear a alguien, que sea a mí. 

—¿Te crees valiente?—Pregunto con una sonrisa en sus labios. Otro escalofrío subió por todo mi cuerpo, aquella sonrisa era aterradora. Su mano se alzó levemente preparándose para dar otro golpe, esta vez a puño cerrado. Respire hondo esperando el impacto de su mano, pero este no llego. 

—¡OLIVER!—La voz de mi madre sonó. —No frente a tu hija.—Hablo suplicante. Mi padre la miro enojado, pero no respondió con un grito como solía hacer, simplemente me miro molesto y me ordeno con la mirada que me llevara a camile a su cama. Asentí con algo de miedo haciendo que Liam agarrara a mi hermana para llevarla a su habitación. Al subir las escaleras se pudo escuchar otro golpe, seguido del sonido frágil que los platos hacían al romperse. 

Un débil lloriqueo se escuchó, casi siendo ahogado con su propio sonido. La situación por alguna razón hizo que el agresivo recuerdo de Stan apareciera en mi cabeza junto a una sensación de culpabilidad. ¿Si yo no lo ayudaba quien más lo haría? 

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¡Hola! Un pequeño aviso de que el próximo capítulo será bastante largo y con varios momentos de Stan. Así que preparen su estabilidad mental.

(Me muero de sueño, ojalá no se note en la escritura)

ONE LAST KISS | Stan Marsh °Donde viven las historias. Descúbrelo ahora