Nacido del Ginnungagap

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Advertencia: Mención de violencia, sacrificio y muerte, leer bajo su propio criterio.

La camioneta se dirigía de manera veloz hacia la gran mansión Grommson, la cual era una estructura colosal, pintada de negro con toques de rojo y naranja, como si hiciera alusión al infierno o algún lugar gobernado por el fuego; grandes ventanales la adornaban, con varios símbolos de un ser gigantesco envuelto en llamas.

Las rejas eran de un metal oscuro, que se sintiese que devoraban tu alma de solo estar cerca de ellas, mientras que todo el jardín estaba quemado o muerto, un cementerio de la naturaleza, varios esqueletos roídos o incluso cuerpos putrefactos de animales era la parafernalia en las paredes y suelo del recinto.

El transporte era recibido en la puerta, por dos guardias mal encarados que portaban armas y traían túnicas negras con rojo.

—Traemos la mercancía que se nos pidió —comentaba el conductor mostrándole su identificación de la empresa.

El guardia de la reja solo asentía y daba la señal para que los dejarán entrar.

Se dirigían hacia la parte trasera de la mansión, pasando por un sendero con árboles muertos o incinerados, hasta que llegaban a donde había un grupo de alrededor de cincuenta personas, todas con túnicas iguales a los primeros guardias, en la espalda el mismo símbolo de la ventana; estaban alrededor de lo que parecía un altar rudimentario, construido con piedra volcánica y cuatro antorchas iluminándolo, una en cada punto cardinal.

Colgado de los árboles había varios cráneos de dudosa procedencia, algunos de animales como venados, alces, lobos, linces y demás, sin embargo, también algunos que eran muy similares a cabezas humanas, cada uno de ellos pareciese que había sido quemado, con manchas negruzcas acicalándolos.

Parados a los lados del profano altar estaban dos figuras altas con sus capuchas cubriendo su rostro.

La camioneta se paraba y los secuaces descendían del vehículo para abrir la puerta corrediza de donde uno bajaba y después tomaba a la mujer que habían traído con ellos, colocándosela en el hombro para caminar hacia donde los estaban esperando.

Muchas miradas caían sobre los hombres que portaban aquel ingrediente que les hacía falta para poder terminar el oscuro ritual, olvidado incluso por los antepasados debido a lo peligroso que era, sin embargo, pareciese que era la única opción que les quedaba si querían poder derrotar aquella diosa que tanto los había estado deteniendo.

—Señores Gromsson, aquí tenemos lo que se nos solicitó. —La voz del sujeto era titubeante, a pesar de ser más alto que los hermanos les tenía un profundo respeto y miedo, ya los había visto a ambos matar personas sin ningún motivo, no quería el ser una víctima.

—Ponla en la piedra y toma tu lugar —respondía la macabra voz del hermano mayor.

Lo hacía y salía de ahí muy rápido, la energía del sitio se sentía pesada, un calor inhumano, que pareciese que te derretía.

Sven volteaba a ver a su hermano y se acercaba al cuerpo inconsciente de la chica para revisarlo, quitándole la capucha de la cabeza y analizando su visaje con la antorcha.

Era idéntica a la descripción que había recibido de los récords históricos para dar con ella, todo estaba listo.

Volteado a ver a Borg, el solo asentía para dar luz verde de que se podría empezar.

La profunda voz del mayor iniciaba.

—¡Amigos y colegas! —todos lo volteaban a ver. —Muchas gracias por venir al nacimiento de nuestro futuro, pronto podremos regresara lo que antes hacíamos, gobernar Noruega, y tal vez no sólo eso, sino el mundo entero.

A través del mito l: La Bendición de FreyjaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora