Heitstrenging

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Todo era confuso, la diosa veía alrededor de ella, estaba en el Folkvangr, una pradera que asemejaba un campo de batalla, con verdes pastizales acariciados por el sol de primavera, donde había muchos guerreros que fueron recogidos por las Valquirias, los cuales estaban entrenando arduamente para el Ragnarök, peleaban entre ellos, y seguían llegando más luchadores, lo recordaba muy bien en ese momento, fue la época de la caza de paganos por los cristianos, muchos morían diario defendiendo su creencia, le dolía a la deidad eso. Sin embargo, había algo raro, no llegaban con las heridas de tortura que habían sufrido en esos tiempos, esto captaba su atención.

Volteaba hacia atrás y veía su colosal palacio, el Sessrúmnir, en forma de barco, con hermosas velas cubiertas de hilos de oro, mientras que la madera con la que estaba hecha parecía sacada del mismo Yggdrasil, y miles de flores polígalas lo adornaban, eran moradas, azules, y blancas, dándole una mayor belleza al sitio.

Los grandes ventanales reflejaban en un color tornasol la luz del gran astro. La entrada era colosal, labrada en la madera, se veía la figura de la diosa de la guerra a lado de sus dos gatos, Bygul y Trjegul.

Freyja se acercaba hacia la entrada dejando que sus guerreros siguieran entrenando, su paso era lento y pensativo, sabía que esto ya lo había vivido, pero no entendía por qué lo estaba haciendo de nuevo.

Entraba al palacio y veía que muchas doncellas, bardos y artesanos estaban sentadas en las mesas algunos se veían tristes y sufriendo por el desamor, siendo ella la diosa que recibía aquellos que morían de tristeza por dicho sentimiento, los amantes separados por la muerte.

Al percatarse de su presencia todos se inclinaban al verla, mostrando respeto a aquella hermosa deidad.

Todo era confuso, veía muchas lágrimas, muchos corazones rotos, Skälds intentando animar a los amantes perdidos, algunos de ellos llegados ahí por la reciente guerra contra los paganos, todo esto le dolía a Freyja, ver a sus seguidores destruidos por diferencias en las creencias, era horrible.

Pero era algo que ya había experimentado antes, lo sabía, y era cuando la veía, aquella cabellera negra caminando con un vestido de lino blanco, con sus pies descalzos y su collar Brisingamen alrededor del cuello, cuando su mirada se cruzaba, observaba los ojos azules más hermosos de todos, cómo el cielo escandinavo después de una nevada. Sus facciones finas y radiantes que opacaban al mismo sol, su cabello ondeaba con el poco viento que surcaba por el palacio, y la sonrisa que le daba al verla no tenía comparación, era como si la chica viera el más hermoso diamante del gran fresno.

Dejaba la cesta de pan que llevaba en una de las mesas y corría hacia donde estaba Freyja, saltando a sus brazos y pegaba sus labios a ella, rodeando sus piernas a la cintura de la diosa, mientras que la deidad la sostenía.

—¡Te extrañé cariño! —decía la azabache con una amplia sonrisa en sus labios sin dejar de besarla.

Era cuando la veía por completo, era Sigrid, su amada mortal.

Pero esto no estaba bien, debía seguir viva, ella tenía que estar a salvo, estaba en Midgard, donde Freyja también tendría que estar.

Todo desaparecía de golpe, quedando ella en la negrura del caos.

—Eso es lo que anhela su corazón mi amada diosa. —decía una voz alrededor de ella, la cual reconocía.

—¿Skuld? —cuestionaba la deidad.

—Así es mi señora, es un placer volver a hablar con usted, aunque sea por este medio. —comentaba la voz, mientras que de la negrura salía una chica con una armadura metálica, un casco con alas hacia atrás y cabellos rojizos trenzados, con unos ojos completamente oscuros, se arrodillaba enfrente de Freyja.

A través del mito l: La Bendición de FreyjaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora