Mil y una estrellas

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Dos meses habían pasado desde la muerte de Helga, la asociación estaba resistiendo los ataques por parte de los Grommson, quienes con Surtr de su lado no temían hacer cosas poco morales para las personas, parecía que nadie los podría detener, pero es donde entraba El cobijo de Bygul, quienes intentaban mantener a raya a la empresa.

Freyja y Surtr no se habían vuelto a enfrentar, el gigante parecía estar aun recuperándose de los daños recibidos por parte de la deidad de la guerra al igual que la diosa, quien todavía tenía el dolor por el fuego de la espada de su enemigo. Se habían dañado mucho.

Por otro lado, Freyja había empezado a enseñarle a combatir a las personas que aún seguían en la asociación, habían aprendido a usar los escudos y las espadas de manera eficiente, como la diosa se los había mencionado, "Entre una espada y una rodela, prefiero la segunda siempre" explicándoles la importancia de la defensa.

Estaban felices por poder aprender a defenderse de manera tan eficaz, dominaron de manera prodigiosa los entrenamientos, siendo Leif el que más destacaba de todos ellos, era algo natural para él dicha disciplina, aunque también Sigrid entendía por qué estaba poniendo todo su empeño en la práctica.

El buscaba vengarse de los Grommson, como lo había dicho una vez.

"Tal vez no puedo derrotar a Surtr, pero si puedo matar a Sven y a Borg"

Leif era el primero siempre en llegar al entrenamiento y el penúltimo en irse, su vida se había hecho monótona, iba a su trabajo, de ahí al entrenamiento y de nuevo a casa a descansar, no salía, no hablaba con nadie más que con los de la asociación, y sólo lo necesario.

El brillo de sus esmeraldas estaba apagado, Freyja incluso percibía cierta desesperación por parte del joven en aprender, a él le urgía ya saber todo eso, y por ello no le despegaba la vista de encima, siempre se turnaban Trjegul y Bygul en montar guardia en la vida del joven, para que no fuera a cometer alguna locura.

Por otro lado, Sigrid había empezado a aprender las runas, hacer remedios naturales incluso manifestar energía fuera de su cuerpo entre otras cosas, estaba practicando la hechicería de los ancestros. Freyja era su maestra mostrándole la diferencia entre el Seidr y el Galdr, que eran dos tipos diferentes de magia.

La diosa había detectado afinidad por parte de la chica en ella, desde el momento que había terminado el ritual, la manera en que veía que curaba a los animales de una forma tan eficaz con su toque, como combinaba las hierbas y las conocía con solo olerlas o verlas.

Sigrid había hecho en menos de un mes su primer tambor ritualista, de madera de sauce, huesos de un alce muerto que habían encontrado en el bosque, al cual le habían dado sus últimos ritos, honrando su trascendencia, enterrando sus restos en la tierra. Incluso en ese momento donde no había visto el sufrimiento de la criatura, la veterinaria se sentía triste y acongojada por ello, algo que hacía entender a Freyja que sin duda era hija de las antiguas tradiciones.

—Está bien chicos, han estado entrenando de manera dura y sin descanso, ¡estoy muy orgullosa de todos ustedes! —decía Freyja quien veía a sus ocho aprendices, Isak, los chicos que se habían quedado, Leif y Sigrid.

Todos estaban agitados y sudando, habían practicado mucho, querían estar listos para cuando los Grommson dieran su próximo golpe, si bien lo estaban intentando, aquella compañía evitaba el conflicto abierto, y todo lo hacía mediante propaganda, desde promocionar sus productos, viviendas y servicios poniéndolos como lo mejor que hay en Noruega, incluso habían desaparecido a más de una persona que se les oponía, por obviedad nadie del círculo de Freyja por las repercusiones que podrían sufrir, pero si competidores de otros corporativos.

A través del mito l: La Bendición de FreyjaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora