Introducción: Un ritual sin terminar

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Noruega, 952 de nuestra era.


—El ritual ya está casi listo — se escuchó la voz de una jovencita en antiguo nórdico.

El sitio era oscuro, apenas alumbrado por una fogata que estaba en un extremo del rustico templo, donde se podía ver varias inscripciones de runas trazadas con lo que parecía sangre de algún animal; en las paredes había cráneos de ciervos, huesos de lobos y algunas plantas a medio marchitar.

Se alcanzaba a percibir cierto aroma de hierbas y hongos mezcladas con hidromiel, mientras que el humo de la quema de plantas se manifestó por todo el recinto.

—¡Excelente! Podremos tener contacto con nuestra diosa Freyja y con ello erradicar el cristianismo de una vez por todas de nuestras tierras.

Era la voz de una mujer más madura, la cual salió del cobijo de las sombras, portando una capucha rojiza, con la runa Fehu dibujada en su frente, unos ojos azules penetrantes y el cabello de un rubio platinado que te hacia recordar el sol escandinavo; sus orbes mostraron su experiencia en la vida, duros y como el hielo del invierno noruego. Un collar con la letra Otala acicalaba su persona, sosteniendo un bastón con el cráneo de un gato en la punta.

—Sacerdotisa, ¿De verdad nuestra diosa nos responderá? — preguntó una de las jovencitas presentes.

—Si lo hará, nuestra madre Freyja jamás abandonará a su pueblo.

Se escuchó muy segura de ello, que la deidad femenina de la guerra y fertilidad respondería el llamado de sus creyentes, de sus fieles seguidoras que buscaban el cobijo de su manto en contra de las nuevas tradiciones abrahámicas que se imponían en su país, el eclipse de los dioses paganos por el invasor de oriente.

Las otras cinco chicas comenzaron a tocar los tambores de piel de ciervo, haciendo que las vibraciones se sintieran en el escondido templo, dando un aura de calma a su alrededor.

La Völva, respiró parte del humo que se manifestó por la quema de la salvia, envolviendo el sagrado santuario en aquel aroma en honor a la deidad que intentaban contactar.

La calma era perturbada por el balido de una cabra que era sostenida por una de las cultistas.

Sacrificio a los antiguos dioses.

En medio de todas ellas había un círculo con runas del alfabeto futhark, y una estatuilla de madera en el centro de este, la figura de una mujer de cabello largo con una tiara acicalando su cabeza, la cual tenía marcada la runa Algiz a la mitad, con ojos tallados, sin pupilas y labios prominentes, su cuello y parte de su cuerpo, que solo era el segmento superior, tenía la forma de un corazón y en medio, la runa Fehu, la imagen terrenal de Freyja.

—¡Todo está listo! Empecemos.

Con ello comenzaron los canticos muy similares al Kulning de las pastoras de las tierras nórdicas, que al son de los tambores crearon una atmosfera digna del Folkvangr, el palacio de los caídos de su diosa. La bruma aumentó al depositar más salvia en la hoguera, mientras que la Völva se dispuso a cortar el cuello de la cabra blanca que era sostenida por una de sus aprendices.

—Gran madre de la guerra y la fertilidad, diosa Vanir, poseedora del Valshamr, diosa de la magia y la muerte, la más hermosa entre los nueve mundos del Yggdrasil, te suplicamos tú ayuda, tú guía en estos momentos desasosiegos, libranos de la invasión cristiana...cuida nuestras tradiciones.

Iba a cortar el cuello de la cabra para hacer la ofrenda de sangre, pero fueron interrumpidas por un fuerte golpe en la puerta que la destruía, mostrando enfrente de ellas unos caballeros armados y un sacerdote guiándolos.

A través del mito l: La Bendición de FreyjaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora