Capítulo 8

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Cuando Chelsea vuelve a casa, se encuentra a su abuela Dorothea leyendo un libro en el salón. La joven no tiene ganas de hablar con nadie para asimilar lo que le ha ocurrido.

-Chelsea, hija. ¿Ocurre algo?

-Nada abuela-finge una sonrisa. –Es solo que no me encuentro bien y estoy cansada.

-¿Quieres que te prepare un tazón de chocolate? Te animará-le sonríe dulcemente.

-No hace falta abuela, yo...

-Sube a tu cuarto y descansa. Cuando lo tenga hecho te lo llevo, cielo.

La joven resopla mientras sube las escaleras. Cuando llega a su cuarto, cierra la puerta y se pone el pijama. No quiere saber nada más de nadie por hoy. Bastantes cosas raras han ocurrido.

¿Por qué ha aguantado tanto debajo del agua? ¿Por qué no se ha fatigado en ningún momento? ¿Y por qué no ha tosido o se ha ahogado cuando ha respirado sin querer en el agua?

La joven repara en el acuario que tiene en su cuarto. Sus peces nadan pacíficamente ajenos a todo. ¿Qué está pasando con el agua?

-A final mi padre va a tener razón y me van a salir aletas y branquias de tanto estar en el agua...-suspira mientras se tapa con el almohadón.

Alguien toca a la puerta.

-Pasa-responde la joven mientras se incorpora en la cama. Dorothea entra con una taza de chocolate caliente y unas galletas. Las favoritas de Chelsea. La joven coge la taza y sonríe a su abuela. –Gracias abuela.

-No hay nada que no pueda arreglar una taza de chocolate casero-le guiña un ojo tierna. Repara en la mochila abierta de su nieta y observa cómo se asoman unas gafas de buceo. -¿Has ido a nadar, Chelsea?

-Sí-pega un sorbo a su taza. –Tenía una prueba de aguante debajo del agua con mi nueva entrenadora.

-¿Y cómo ha ido, cariño?-pregunta entusiasmada la abuela.

-Ha ido raro...-confiesa la joven mientras mira su acuario.

-¿Y eso?

-He sido la que más he aguantado debajo del agua. He aguantado lo que no he aguantado nunca. Tres minutos, abuela. La profesora se ha tirado al agua porque pensaba que me había ahogado...-responde sin apartar la vista de sus peces.

Dorothea reposa la caja de galletas en la cama de su nieta. Está ocurriendo. Su nieta es uno de ellos. No hay duda. Y está en peligro.

-Chelsea...-empieza.

Un teléfono móvil suena. Chelsea estira el brazo y contesta.

-¿Sí? Hola Rach-hace una pausa- ¿Cómo? Cuéntame todo.

Su nieta está ocupada. Ya encontrará otro momento para decírselo. Pero no debe tardar mucho. Los síntomas se están manifestando. Se levanta de la cama de Chelsea y se marcha, cerrando la puerta con cuidado para no molestar a su nieta.

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Helen sale de clase con Mark de la mano. Suben al coche y el joven conduce a casa de su novia. Desde la discusión con su padre, Helen ha pasado el fin de semana en casa de su novio, que vive solo. Pero ahora debe ir a recoger ropa y sus cosas.

Cuando llegan a casa de los Parsons, Helen abre la puerta del coche, pero Mark le detiene.

-Espera. Iré yo a por tus cosas. Quédate en el coche, no pienso arriesgarme a que vuelvas a ver a ese hombre.

-Pero Mark...

-Helen-la agarra por los hombros mientras la mira a los ojos-Prométeme que te vas a quedar en el coche. Yo me encargo de todo.

La joven asiente a duras penas mientras le tiembla la boca. Está nerviosa, no quiere que Mark muela a palos a su padre, a pesar de lo que le hizo.

El joven agarra una mochila grande y entra a casa de su novia con la llave que le ha dado esta. No hay nadie en casa. Mejor. Cierra la puerta y sube a la habitación de la joven.

La cama está llena de pequeñas almohadas y peluches. Uno de ellos es Bennie, la tortuga cabezona que le regaló en su primer mes de relación. Al ver el peluche, sonríe y lo mete en la mochila. Abre el armario y empieza a meter ropa de su novia. No se detiene hasta que observa que lo ha vaciado. Rebusca en los cajones buscando objetos importantes, en los que encuentra una foto de los dos juntos en el baile del instituto. Detrás de la foto hay algo escrito. A juzgar por la letra, lo ha escrito Helen: "La mejor sensación que se puede sentir en esta vida es querer a alguien y sentirte correspondido". Mark esboza una sonrisa y guarda la foto en uno de los bolsillos de la mochila.

Maquillaje, peines, gomas, cepillo de dientes y demás... Ya lo tiene todo.

Cuando baja por las escaleras se topa con el señor Parsons, que en ese momento está cerrando la puerta.

-¿Qué haces tú aquí?-pregunta con tono enfadado. -¿Dónde está Helen? ¿Dónde tienes metida a mi hija?

-En un lugar lejos de usted-escupe las palabras con rabia. Con gusto reventaría la cara de Thomas, pero es el padre de su novia, y sabe que, a pesar de todo, ella no se lo perdonaría. –¡Hasta nunca!

El joven pasa al lado del señor Parsons, que aprieta las manos en puños, y abre la puerta.

-¡No la vas a hacer feliz! ¿Me oyes? Eres un...-ya no da tiempo a más. Mark cierra de un portazo y deja a Thomas con la palabra en la boca.

Carga todo en el maletero y se sienta en el volante. Después de besar a una Helen preocupada en la frente, arranca el motor. Dirección, casa del joven.

DIFERENTES (En edición)Where stories live. Discover now