Capítulo 31

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Helen llama a la puerta de los McKingley. Cinco segundos es lo que tarda Chelsea en abrir la puerta y dejar pasar a su amiga.

-Pasa, Helen.

La rubia le da un beso a su amiga y se sienta en uno de los sofás del comedor. Rachel sale de la cocina con un bol de helado.

-Hola, pelirroja-saluda Helen mientras la abraza. –Tienes mala cara...

-Sí, lo sé. Veo que es evidente...

Una vez acomodadas las tres jóvenes, comienzan a hablar. Llevaban tiempo sin pasar una tarde de chicas.

-Rachel, ¿qué te ocurre?-empieza Helen.

-Nada... ¿sabéis qué? Me voy a la habitación. Quedaos hablando vosotras...-la joven se pone en pie pero Chelsea la agarra por el brazo y la obliga a sentarse. –De verdad-suspira, -necesito estar sola. No quiero ni necesito hablar con nadie.

-Rachel, no me obligues a atarte al sofá-frunce el ceño la morena. –Si lo cuentas, te sentirás mucho mejor-le aconseja mientras agarra su mano. La pelirroja suspira y, mirando al suelo, se decide.

-Marcus y yo... No sé... Estamos mal. Bueno, parece que estamos bien. Pero no lo estamos... Quiero decir, siento eso. Siento que nos estamos distanciando. Mis poderes...-se mira las manos. –No puedo controlarme y apenas puedo estar cerca de él.

-¿No habéis...?-pregunta Chelsea. Rachel niega. -¿Ni una vez?-insiste.

-No. Nada. Lo hemos intentado, pero cuando me pongo nerviosa, me enciendo. Literalmente...-confiesa. –Y le he hecho daño. Y aunque él insiste en que podremos superarlo, veo que esto está deteriorando la relación. Nos estamos haciendo daño en todos los sentidos.

-¿Crees que lo vuestro se va a acabar por eso?-Helen enarca una ceja incrédula.

-No lo sé-Rachel juguetea con una cucharilla del helado.

-Rachel, por favor... Una relación no se basa solo en el sexo...

-Chelsea, ya lo sé. Pero ya no hablamos solo del sexo. Hablamos de no poder tocarnos. Si me emociono ni siquiera puede tocarme. No puedo acariciarle. Mi piel le quema, ¿entiendes?

-Ya, pero os queréis...-resalta Helen.

-¿De qué sirve el querernos si apenas podemos tocarnos? Yo tampoco quiero que él se sienta mal e impotente. Y, de verdad, juro que pensaba que esto iba a disminuir. Pensaba que con los entrenamientos de Kristoph podría controlarlo. Pero estoy viendo que no soy capaz de dominarlo. Sigue dominándome como el primer día... Veo cómo vais avanzando todos y yo sigo en el mismo punto de partida.

-No seas negativa-le recrimina la morena.

-Eso lo dices porque no eres tú la que emanas fuego por cada poro de tu piel... Y espérate, Chelsea. Igual cuando pase el tiempo y sigamos en este punto muerto, Marcus me deja. Y yo acataré. Lo entenderé, porque soy una puta hoguera, una puta bomba con patas...

La pelirroja se pone en pie y se marcha. Chelsea se lleva las manos a la cabeza. Su amiga es demasiado apocalíptica.

-Ya verás como se le pasa...-le consuela Helen.

-¿Tú crees? Ya conocemos a Rachel...

-Ya...

-Helen, ¿tú cómo estás?

-¿Yo?-la pregunta le pilla desprevenida y empieza a ponerse nerviosa. –Bien-finge una sonrisa. Instintivamente, su mano derecha agarra un mechón rubio y empieza a estirarlo.

-Helen, ¿sabías que tienes la costumbre de jugar con tu pelo cuando ocultas algo?

-Ah, ¿sí?-suelta el mechón de sopetón.

-Helen-Chelsea se acerca más a su amiga-suéltalo.

-Digamos que mi padre me hizo una visita...-informa con un hilo de voz.

-¡¿Cómo?!-la morena pega un salto en el sofá. –Ya estás contándome todo.

-Estaba sola en casa. El hijo de puta tuvo suerte. Seguramente se habría asegurado de que estuviera sola. Aunque mejor así. Si Mark hubiera estado, habríamos salido en sucesos...

-¿Te hizo algo?

-Lo intentó...-hace una pausa para mirar la cara de su amiga. Su gesto empieza a torcerse. –Intento... Intentó abusar de mí. Como hacía con mi madre...-la joven se tapa la boca y empieza a llorar. Ha tocado fondo. No quería, pero al final ha explotado.

-Helen...-Chelsea acoge en sus brazos a la rubia. La abraza fuerte, mostrándole su protección y cariño. –Vamos a dejar esto para otro momento...

-No-se separa de la morena. –Quiero contártelo. Intentó abusar de mí. Pero-una sonrisa asoma por la comisura de sus labios-le paré los pies. Chelsea, me he dado cuenta de que soy fuerte. De que no me va a tratar como un trapo.

Un teléfono suena. Chelsea saca el suyo y ve que no se trata del suyo. Al ver que no se trata del de su amiga, saca su móvil del pantalón y observa sorprendida un teléfono no registrado en su agenda.

-¿Quién es?-pregunta Chelsea al ver a su amiga mirar la pantalla paralizada.

-No lo sé...-responde en un susurro. Decide descolgar y llevarse el teléfono a la oreja. -¿Sí?

-¿Helen? ¿Eres tú?-una voz femenina responde al otro lado. Su voz es aterciopelada y se le antoja familiar.

-Sí... Soy yo... ¿Quién llama?

-Helen, cariño. Soy mamá.

DIFERENTES (En edición)Where stories live. Discover now