Capítulo 4

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Sara

La puerta del gimnasio se abre y mi corazón se acelera al ver a Kuroo entrar en la sala. El resto del equipo le sigue y no puedo evitar sentir un ligero escalofrío de placer al verles:

Los gatos tienen un andar seguro, casi arrogante. Caminan como si fueran los putos amos del universo y aunque llevo muy poco tiempo en el equipo, no puedo evitar sentir cierto orgullo al verles. Kuroo muestra su característica sonrisa de sobrado y el resto del equipo, aunque en menor medida, también presenta esa ligera curva en sus labios. Son un grupo unido, sin fisuras. Sólo con verles puede apreciarse que gran parte de esa aura proviene de su capitán.

Kuroo Ketsuro muestra ese carisma que sólo los grandes lideres desprenden, sin duda sabe estar al mando y esa sonrisa arrogante y provocadora ya está causando estragos entre los equipos femeninos de la concentración.

Llevo más de 7 horas entrenando y conversando con chicas de diferentes equipos y en varias de estas charlas ha salido a conversación el equipo masculino del Nekoma. Parece ser que los gatos tienen buena fama entre las chicas en general... He oído comentarios muy subidos de tono de varios de ellos, sobre todo de Kuroo, quién sin duda es el que más éxito tiene entre ellas. Parece ser que en el mundillo del vóley de preparatoria acostarse con uno de los gatos es sinónimo de dos cosas: Tener una cogida más que satisfactoria, y por último, pero no menos importante en los tiempos que corren, la tranquilidad de saber que ninguno de ellos desvelará en público nada de lo acontecido. Obviamente, deben comentarlo entre ellos (nosotras también lo hacemos), pero parece ser que los gatos tienen un acuerdo tácito y nada de lo que ocurre o se cuentan trasciende más allá del grupo que forma el equipo.

Debo reconocer que es un acuerdo de puta madre, no quiero ver a más chicas en la situación de Megumi y de... de nuevo esos dolorosos recuerdos golpean mi mente, niego de nuevo e intento apartarlos de mis pensamientos.

—Ey Sara —La voz del capitán bombón me saca de esa espiral de recuerdos dolorosos, quizás me equivoco, pero noto que su tono de voz cambia levemente al pronunciar mi nombre—. ¿Estás lista para la fase final del entrenamiento? —me pregunta con interés, yo le sonrío con sinceridad, agradecida por su interrupción.

—Hola Kuroo —respondo asintiendo—. Sí, lo cierto es que está siendo una jornada muy dura... —confieso secándome el sudor de la frente, él asiente mirándome con una leve sonrisa.

—El primer día siempre es el más duro —afirma el capitán—. Es casi una tradición, verás cómo mañana no sientes que te dan tanta caña...

—¿Y por qué hoy nos exigen tanto? —pregunto sin comprender.

Su sonrisa se ensancha mostrándome ese gesto provocador y arrogante que empieza a gustarme demasiado. Se pausa unos instantes, cómo retándome a dar respuesta a mi propia pregunta, pero yo sigo embobada mirándole y no atino a darle una. Kuroo se acerca un poco más sin borrar su sonrisa burlona, nuestros rostros están muy cerca y él me dice:

—¿No te lo imaginas? —Yo niego alucinada al sentirle tan cerca, puedo jurar que a pesar de las horas de duro entrenamiento su olor es muy agradable, él ríe divertido —. Mmm... Ay Sara...—comenta sin dejar de mirarme ni borrar esa sonrisa lobuna de su rostro—. Eres más inocente de lo que creía... —me provoca retándome con la mirada, yo me cruzo de brazos levemente molesta, quiero saber ya de qué se trata.

—¡Dímelo ya! —le exijo acercando mi enfurruñado rostro al suyo, estoy tan cerca que nuestras narices están a punto de rozarse, al instante me arrepiento de mi gesto pues estamos DEMASIADO cerca.

Kuroo me mira con intensidad, siento como sus pupilas parecidas a las de un gato se clavan en mí, ya no sonríe, sólo me observa entrecerrando sus ojos como si estuviera sopesando algo. Mierda. Siento que mi corazón se acelera ante su escrutinio, dios el capitán de los gatos hace que sienta las piernas como si fueran de mantequilla y el cuerpo como un proyectil en llamas. ¿Alguien puso la calefacción? ¿Por que hace tanto calor de golpe?

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