Capítulo 11

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Sara

Salgo del gran comedor tras el desayuno y sigo sin tener más noticias de Kuroo que el dulce mensaje de buenas noches que me envío en la madrugada. No le he visto desayunando con los gatos y tampoco estaba con el grupo de los búhos de Bokuto. Le he escrito nada más despertar, pero no ha contestado. Ayer ya me dio a entender que no es una persona que esté muy pendiente del teléfono, pero de igual manera no puedo evitar mirar mi móvil cada poco rato para ver si tengo alguna notificación suya.

Mi intención era acercarme a los chicos del Nekoma o a Bokuto para preguntarles a la hora del desayuno, pero con tanta gente en el comedor no he creído conveniente sacar el tema. Eso de salir a medianoche de la concentración sin el permiso de un adulto seguro que puede acarrearle alguna sanción y quizás si alguien de fuera del círculo de Kuroo se entera, puede buscarle problemas.

Vuelvo a extraer el teléfono en un gesto casi mecánico y miro la pantalla, no puedo evitar torcer el gesto al ver que no hay ninguna notificación de Kuroo.

—¿Alguien te ha dejado en visto? —me preguntan.

Yo alzo la mirada y me encuentro a Toru Oikawa mirándome con una sonrisa, le devuelvo el gesto con agrado. Lo cierto es que a pesar de mis prejuicios contra él, después de lo bien que se comportó cuando me desmayé y tras cenar a su lado la noche anterior, mi concepto de él ha mejorado enormemente.

Toru me cae bien, es simpático y muy agradable.

—Es mi pan de cada día —bromeo como respuesta a su anterior pregunta, él ríe y rueda los ojos.

—Ya será menos —responde sin dejar de reír, yo me encojo de hombros sonriendo.

—¿Hoy el entrenamiento será como ayer? —le pregunto.

—No —contesta—. Hoy creo que la cosa pinta más calmada... Habrá menos partidos y los entrenamientos acabaran una hora antes que ayer —explica.

Yo asiento levemente aliviada. Tengo que reconocer que aún no me he recuperado del todo. El duro día de entrenamiento, el desmayo posterior y lo ocurrido en el despacho del entrenador me dejaron agotada.

No puedo evitar sentir un escalofrío de placer y un calor arrollador en mi vientre al recordar lo ocurrido con mi capitán bombón en el despacho. Las hábiles manos de Kuroo recorriendo mi cuerpo, sus susurros ahogados en mi oído, su musculoso cuerpo contra el mío... Mierda, en verdad fue increíble.

—Sara... —la voz de Toru me saca de mis pensamientos. 

—¡Ay! Lo siento —me disculpo con rapidez—. Andaba con la cabeza en otra cosa —explico, él asiente.

—Te decía que si te parecería bien que quedáramos tras los entrenamientos para mostrarme esas colocaciones europeas que te enseñó tu padre —repite Toru con interés, yo asiento a su pregunta.

—Sí, estaría bien —respondo—. Lo cierto es que ya había quedado con las chicas para practicar esos ejercicios, pero si te parece bien sumarte a nosotras...

Veo como Toru sopesa mi ofrecimiento, sin duda la presencia de Megumi le está frenando en cuanto a aceptar. Lo cierto es que a mi compañera se le sube lo tonto al estar cerca Toru y puedo entender que vacile en responder.

Finalmente, sonríe y asiente. Supongo que le puede más el vóley y eso me gusta.

—Está bien —responde—. Pero ... ¿Estará Megumi, verdad? —cuestiona con incomodidad, yo asiento y él rueda los ojos—. No sé ni para que pregunto... —deja caer con cierto pesar.

A mí me hace gracia su gesto y no puedo evitar romper a reír.

—No te preocupes —respondo—. La pondré al otro lado de la red y así evitaremos que se lance a toquetearte a medio entrenamiento —bromeo, él frunce el ceño.

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