Dicen que moriré sola, acompañada por la hueca soledad y gatos, dos o tres gatos, o cuántos pueda mantener por mí misma.
¿Por qué gatos?, ¿no pueden ser libros?, ¿perros?, ¿cigarros?, ¿tazas de té que se toman a las cuatro de la tarde?, ¿por qué tienen que ser gatos?
Y entonces pensé...gatos, gatos negros, blancos y dorados, que corren por las noches, subiendo a los muros de casas ajenas y cantándole a la luna con suaves maullidos, gatos que caminan con agilidad escapando de sus lugares que les ofrecen paz para cambiarlos por aventuras, adrenalina, libertad, van a donde el viento les diga.
Y por eso los gatos, por eso una persona sola necesita de los gatos, para aprender que el aislamiento no siempre es malo, aprender que puedes ir a cualquier lugar y nunca habrá nadie esperándote y que eso puede ser bueno, te enseñan a vivir siendo sigiloso a llamar la atención sólo cuando es necesario, de ellos sabes que puedes irte cuando quieras y es tu elección regresar o no. Por esas razones muchos odian a los felinos, porque a pesar de que saben que son queridos, se van, sin decir palabra alguna, con la única razón que no se sienten cómodos en ese lugar, porque son libres.
Y soy un gato, porque aunque cientos de veces he encontrado al posible amor, todas esas veces he escapado, en la noche cuando no puedo ser vista, sigilosa, y con la simple excusa de que no puedo soportar una misma rutina, porque no puedo hablar de las mismas cosas toda el tiempo, porque no soportaría encariñarme tanto con alguien porque sé que finalmente uno de los dos se rendirá de intentarlo y huirá, prefiero escapar antes de que el dolor aparezca.
Me gusta ser libre.
Me gusta tomar decisiones.
Me gusta ser quien lleva el control.
Me gusta romper esquemas.
Me gusta sentirme querida más no querer.
Me gusta ser egoísta.
Me gusta el silencio.
Me gusta que me susurren.
Me gusta caminar por las noches en callejones sin salida.
Me gusta ser quien tenga la última palabra.
Me gustan los gatos.