Aun sentía que estaba a mi costado, con las palmas de las manos frías y las pestañas acariciando sus mejillas, recuerdo que me dejaba delinear su mandíbula que se apretaba en sueños, me preguntaba a mí misma si alguna vez había tenido pesadillas o miedos, o hasta quizá llegué a preguntarme con qué podía llegar a soñar, qué deseaba, qué le gustaba, qué esperaba de alguien, quién sería ese alguien, porque de algo estaba segura; él no me quería, ni un poco, nunca me permitiría entrar en él, descubrir sus secretos y terminar de sanar sus heridas, yo no era lo que quería para un "siempre", yo era lo que quería para un "ahora".
Siempre sonreía burlonamente como si estuviera consciente del hecho que es mejor que tú. Unas suaves arrugas se marcaban alrededor de sus ojos, oh, sus ojos, que si no eran de un color enigmático me hacían perder en todo sentido la cabeza, no era el color, ni la forma de ellos, era con la intensidad y pasión con que llegaba a mirarme ciertas veces, con detenimiento, con interés, desnudándome de una de las maneras más íntimas, con el alma, sin palabras ni roces, solamente dejándome ver de qué forma me miraba.
No sé lo que estoy sintiendo, no sé cómo interpretarlo, no sé cómo detenerlo, me confundes tanto, tan destructivo y tóxico que me asfixia, algo que fue concebido dentro de las cenizas y las llamas, algo en mitad del todo y la nada, llegaste a acabar con lo poco que quedaba de mí y a reconstruirlo tan frágil para derrumbarlo a tu conveniencia.
Nunca había necesitado de alguien, mi simple y mundana existencia me era suficiente, pero ahora me tienes en la palma de tu mano, eras justo lo que esperaba y sólo lo descubrí hasta que llegaste.
Recuerdo que se derrumbaba por la noche, cuando la única ladrona de secretos era la luna, era en el único momento en que aceptaba ser humano, no le molestaba llorar, ni si quiera abrazarme con fuerza como si yo me tratara de su única ancla, tal vez sabía que yo era lo suficientemente estúpida como para no abandonarlo a pesar de que me tratase como a la misma mierda cuando nadie más estuvo para él, pero justo en esos momentos, cuando sus labios temblaban y sus ojos se enrojecían, en esos momentos sabía que trataba de ocultar su dolor, libraba una lucha consigo mismo a pesar de que nunca lo aceptaría, estaba él solo en ello, ni si quiera yo podía repararlo, lo único que podía hacer era abrazarlo tan fuerte para que por lo menos supiera que esa parte de él yo no la dejaría caer.
Lo conocí un día a las 3:00 AM, cuando ambos caminábamos por el borde de un puente esperando una salvación repentina, algo que nos hiciera mantener los pies en la tierra por lo menos por unos cuantos segundos, creo que yo no fui lo suficiente, pero ahora ya no lo espero a él, esperaré a alguien que me le recuerde, que me haga sentir a algo cercano de lo que me causó su llegada, él no fue el primero, ni el último, pero siempre estará guardado en el cajón de los sueños cumplidos y en el de los sueños rotos.