Capítulo Siete

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Para el día lunes, los planes de castigo parecían haber cambiado desde el cuerpo de directivos.

—¿Qué creen? Hoy tengo una actividad para proponerles, gracias a alguien... —comentó el preceptor, mirando hacia Ta, aunque más que una propuesta era una obligación—. Y van a volver a dejar ese muro tal y como estaba antes de sus garabatos pintados.

—Es arte, Jay —le reclamó Ta.

Luego de tantos meses en esa misma sala después de clases, era normal que ya lo reconociera y utilizara la informalidad al dirigirse al mayor.

—Arte, sí... —discrepó el preceptor, al igual que lo haría su superior—. El director no opina lo mismo, y es por eso que esta vez solicitó que ustedes mismos volvieran a dejar en condiciones ese muro.

—Oh vamos, le di vida a esos deprimentes muros blancos.

—¿Quieres pasar más tiempo aquí? Porque puedes ir a negociar los nuevos términos con el director, si te niegas a realizar esta actividad de castigo.

—Supongo que sino me extrañarías... —le dijo en un tono burlón—. Aunque nunca te quedas ya para hablar siquiera.

—Ahora tienes un compañero nuevo para hablar —le señaló a Barcode, sentado unos lugares más adelante de Ta—. Y por cómo va su caso, al menos por estas dos semanas podrán ir conociéndose.

Ta lo observó, pero Barcode ni siquiera se volteaba a mirarlo.

Esta vez el preceptor los guió hasta donde estaba el muro que deberían limpiar y pintar, todo por el mural que Ta había pintado en el mismo semanas antes. Una vez que los dejó a solas, Barcode estaba echando un vistazo a la pintura que su compañero había realizado.

—Es una pena que te hayan atrapado con las manos en la masa, y ahora te hagan limpiar la escena del crimen.

—Lo que es una pena es que deba volver al aburrido blanco —se quejó Ta, no queriendo arruinar su diseño artístico.

—Esta vez sí tienes razón, así se ve con más vida este lugar.

Barcode se alejó unos pasos, para poder ver el mural completo y con su teléfono le tomó una fotografía, la cual incluía a su artista. Ta podría no tener redes sociales ya, pero al menos así renovaría la vieja imagen que aún conservaba de él. No podía negar que todavía le seguía pareciendo atractivo, pese a todos los cambios que ahora presentaba en su forma de comportarse.

—¿Qué haces? —le preguntó Ta.

—Conservar el recuerdo en una imagen, puedo pasártela luego...

—Te daré mi número para que puedas hacerlo, solo si prometes no llamarme o escribirme cada que tengas un problema —le advirtió.

—Sí, ya sé, no estarás para salvar mi trasero porque no somos amigos —repitió su discurso, imitándolo.

—Yo no hablo así.

—Así de fastidioso te escuchas al decirlo —aprovechó el momento para cobrarse que lo haya llamado de ese modo días antes.

Ta parecía querer seguir luciendo enfadado por la imitación, sin embargo, una breve sonrisa lo delató. Aunque Barcode no mencionó nada al respecto, prefirió atesorar ese breve instante también en sus recuerdos.

Para sorpresa de Code, su compañero esta vez no se ausentaría de la hora de castigo, como parecía ser su costumbre. Estaba tentado a preguntarle el motivo, pero como el otro parecía ya haber comenzado con la labor encomendada, optó por seguir su ejemplo y ayudarle para terminar cuanto antes.

El chico se había vuelto a colocar los auriculares, para aplacar el silencio que reinaba entre ellos. De todos modos creía que Ta no volvería a dirigirle la palabra, pero se equivocaba.

Hate to Admit (TaBarcode)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora