Irradio una confianza innegable mientras ocupaba el centro del lienzo. Me observé sin pudor, como quien sabe perfectamente lo que vale. Mi mirada desafiante y mi postura firme eran una extensión de lo que soy: segura, egocéntrica, absolutamente cons...
Y aquí estoy. En la estación de trenes, frente al andén 9¾. El bullicio es casi insoportable. Chicos y chicas de todas las edades ríen, se abrazan, algunos lloran. Están acompañados por personas que claramente los quieren: padres, madres, hermanos, tal vez tíos. Todos los despiden con palabras de aliento.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Familia...
Suspiro mientras tomo asiento en una de las frías bancas de hierro. Cómo me hubiera gustado tener una. Pero desde muy joven aprendí a valérmelas sola. No por elección... sino por sobrevivir.
Flashback
Estoy en el suelo. Llorando. Mis piernas están cubiertas de moretones. En mis brazos aún se marcan las huellas de sus manos. El cuello me arde. El rostro... apenas lo reconozco. Me duele hasta el aire.
—P-por favor... ya... basta —suplico entre sollozos.
—¡NO! —grita mi padre mientras me golpea el estómago con furia—. ¡Jamás quise que nacieras! ¡Nunca serás como tu hermana! ¡Eres una basura! ¡Ojalá hubieras muerto tú y no ella! Y escupe al suelo, marchándose sin más.
—Te... odio —susurro, con sangre en la boca, tratando de jalar aire. El golpe me dejó sin aliento. Pero estoy viva. Y eso, para él, es el problema.
Fin del flashback Cierro los ojos con fuerza. Trago saliva. Me costó mucho salir de eso. Crecí con odio a mi padre, y una tristeza que me acompaña como una sombra. Siempre me comparó con mi hermana... la muerta perfecta. Ella murió en un accidente que él nunca quiso explicar. Mi madre murió cuando nací, y según él, yo le arranqué el amor de su vida. Incluso llegó a decir que fue culpa mía, que mi hermana ya no estuviera.
—Basta — me dijo en voz baja y suspirando con fuerza.
Me pongo de pie y camino hacia el tren. Las miradas se clavan en mi. Tal vez por mi ropa.
En Beauxbatons la elegancia era una regla. Aquí parece que con vestirse ya es suficiente.
Llevo botas negras hasta la rodilla, un vestido corto del mismo color y un abrigo gris. Mi piel es blanca, mi cabello negro como tinta. Mis ojos... igual de oscuros.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Subo al tren y empiezo a buscar un compartimiento libre. Todos ya están acomodados, rodeados de risas, de amigos. Yo solo quiero lo que siempre he querido: tranquilidad y soledad.
Después de unos minutos, encuentro un pequeño cubículo con una mesa. Justo lo que necesitaba.
Entro y comienzo a acomodar mis cosas. Sé que el viaje será largo y, por supuesto, vengo preparada. Con un simple movimiento de varita, hago aparecer una taza con agua hirviendo. Saco de mi bolso una bolsita con hierbas que me gustan. Agrego unas gotas de miel. Otro movimiento y una cucharita comienza a girar sola, mezclando el té con lentitud.
Tomo asiento. Abro mi libreta. Me encanta escribir. Es mi refugio. Escribo lo que pienso, lo que siento, lo que imagino... incluso lo que jamás me atrevería a decir en voz alta.
Saco también mis audífonos. Tecnología muggle. Un secreto mío. No me agradan especialmente los muggles, pero hay que reconocerlo: algunas de sus creaciones son útiles. Los audífonos, por ejemplo. Discretos, cómodos, negros, se pierden entre mi cabello. Nadie nota que los llevo puestos.
Pongo música clásica. Me sumerjo en mi mundo, tomo un sorbo de té, miro por la ventana... y me dispongo a escribir.
Hasta que una mano aparece frente a mi cara, agitándose con insistencia.
Con calma, sin mostrar molestia —aunque la siento—, quito uno de mis audífonos y giro lentamente la cabeza.
—Hola, disculpa —dice una chica de cabello rojo con una sonrisa tímida—. Ya no hay espacios disponibles. ¿Podemos sentarnos aquí? Somos solo dos, mi amigo y yo.
—Como sea —respondo sin levantar la vista de mi libreta.
Ella se sienta a mi lado. —No nos hemos presentado. Soy Lily. Lily Evans —dice, extendiéndome la mano.
La observo. Primero su mano, luego sus ojos. —(TN). (TN) Lestrange —respondo sin tomar su mano.
Lily baja la suya con un gesto algo incómodo. —Mucho gusto. Él es Severus. Severus Snape. Es un poco serio... ¿verdad, Sev?
El chico, pálido y de cabello oscuro, está sumido en la lectura de un libro, ignorando todo a su alrededor.
—¡Sev! —insiste ella—. ¡Te estoy hablando!
Severus levanta la vista, me observa un par de segundos y luego vuelve tranquilamente a su lectura.
—Patético... —susurro, dando otro sorbo a mi té.
—Olvídalo. Anda muy concentrado, ¿Eres nueva? Jamás te había visto.
—Si. Estudiaba en otro colegio, pero logré transferirme.
—¡Qué bien! Si necesitas ayuda con algo, puedes contar con nosotros.
—Dudo mucho necesitar ayuda. Pero gracias.
—No tengas miedo. Puedes confiar. Te llevamos cuatro años, ¿no?
—Dos, en realidad. Y no necesito que nadie me cuide — respondo ya con ciertos fastidio, volviendo a mi escritura.
—¿En serio? ¿Tienes catorce? Te ves más... pequeña.
No contesto. Sigo concentrado en lo que escribo.
—Está bien... no te preocupes... y, ¿Qué escribes? — pregunta, inclinándose un poco para mirar.
Cierro la libreta de golpe. —No es algo que te incumba —digo con frialdad, mirándola con una expresión tan gélida como mis palabras.
—L-lo siento — murmura Lily, apenada — No quise invadir tu espacio
Suelto un suspiro pesado y desvió la vista hacia la ventana. El tren ya está en movimiento. El paisaje pasa rápidamente, como si el tiempo quisiera dejar atrás todo lo que he vivido.
Quizá eso sea lo que necesito. Un nuevo comienzo. Aunque venga manchado de recuerdos
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
——————————————————————— No olviden votar ⭐️ y dejar sus comentarios 💌