Estaba tan absorta "revisando apuntes" que por unos instantes dejé de ser consciente del mundo a mi alrededor. El murmullo tenue del aula, los pasos dispersos, incluso la voz de Slughorn al dar la bienvenida... todo se desvanecía en mi concentración. Hasta que levanté lentamente la mirada.
Una silueta familiar apareció frente a mí. Su espalda delgada y su cabello largo y oscuro eran inconfundibles. Severus Snape se había sentado justo delante de mí, ajeno —o quizá no tanto— a mi presencia. Su quietud era perturbadora, como un silencio tenso previo a una tormenta.
El profesor Slughorn se aproximó, con su habitual aire bonachón y un entusiasmo contagioso.
—Joven Snape, me complace tenerlo nuevamente en clase —dijo, antes de girarse hacia mí—. Y justo detrás suyo... hay alguien a quien me encantaría presentarle. Una señorita brillante, sin duda tendrán mucho en común.
—Será un gusto, profesor —respondió Severus, con una leve y casi imperceptible sonrisa.
—Maravilloso —Slughorn palmeó su hombro con entusiasmo—. Puede darse la vuelta, está justo detrás de usted...
Snape giró, y la sonrisa se desvaneció apenas sus ojos se cruzaron con los míos. Su rostro recuperó esa expresión fría, casi vacía, como si el leve atisbo de humanidad anterior hubiese sido una ilusión.
—Señorita Lestrange —anunció Slughorn, ignorando la tensión palpable—, le presento al joven Snape. Es un alumno de excelencia.
Curiosamente, esa breve afirmación pareció reavivar en Severus una chispa de orgullo, la misma que Slughorn se encargó de apagar en su siguiente frase.
—Aunque debo admitir que usted, señorita Lestrange, es aún más astuta y brillante.
La sonrisa volvió a borrarse del rostro de Snape. Su cuerpo se tensó. Sin mediar palabra, volvió a girarse, dándome la espalda con una rigidez deliberada. Slughorn quedó confundido, como si no comprendiera el cambio de humor tan abrupto.
—¿Dije algo malo?
—Para nada, profesor —respondí, con una calma calculada—. Simplemente fue honesto. Es una pena que dos magos considerados excelentes solo puedan diferenciarse por sus valores... La cortesía, por ejemplo. Como no dejar hablando a un profesor por capricho.
La espalda de Severus permaneció inmóvil, pero giró apenas el rostro para lanzarme una mirada que bien podría haber servido como maldición.
—No se preocupe, señorita Lestrange... —intentó calmar Slughorn.
—Concuerdo, profesor —asentí, cruzando los brazos—. No vale la pena. Ni como persona, ni como individuo. Y mucho menos como mago.
Slughorn respiró hondo, evidentemente incómodo.
—Bien, jóvenes. Vamos a comenzar.
El repaso del quinto año fue veloz. Lo dominaba sin problema. Pero lo realmente interesante era lo nuevo: el sexto año.
—Hoy hablaremos de la Amortentia —anunció Slughorn—. ¿Quién puede decirme algo sobre esta poción?
Severus levantó la mano con seguridad.
—Snape, adelante —asintió el profesor.
—La Amortentia es el filtro de amor más poderoso que existe —comenzó Severus—. Provoca un enamoramiento tan intenso que puede...
—Error —interrumpí sin pensar—. La Amortentia no crea amor. Es imposible fabricar o imitar el amor.
Severus se giró hacia mí, el ceño fruncido.
—Disculpe, profesor... ¿le dio la palabra a ella o a mí? Me perdí en algún punto.
—Tiene razón, Severus —Slughorn me miró con severidad—. Señorita Lestrange, si desea participar, levante la mano y espere su turno.
—Entendido, profesor —dije, aunque sin apartar la vista de Snape.
—Como decía... —continuó Severus con una voz más cortante—. Provoca un enamoramiento u obsesión en quien la beba. Su vapor se eleva en espirales y tiene un brillo nacarado.
—Y es importante señalar —dije, esta vez levantando la mano brevemente— que la poción genera obsesión únicamente hacia quien la administró.
—Muy buena observación, señorita Lestrange —asintió Slughorn, complacido.
Severus se levantó abruptamente.
—¿Cuál es tu maldito problema? ¿Quieres probar que eres mejor que yo?
Me puse de pie también.
—No tengo que probar nada, Snape. Lo soy. Lo que mencionas es básico. Ni siquiera mencionaste los efectos secundarios, ni el método exacto de elaboración...
—¿Por qué no te largas y dejas que los demás aprendamos?
—¿Y tú por qué no desapareces y dejas de fingir que sabes más de lo que sabes? —dije, avanzando hasta quedar frente a él—. Solo sabes repetir lo que has leído, como un loro. Pero comprensión... eso te falta.
Slughorn se interpuso entre ambos, claramente nervioso.
—Basta, basta... sigamos con la clase. Por favor.
El resto de la lección transcurrió con tensión contenida. Slughorn cerró hablando sobre la etimología de la Amortentia y su peligrosidad. Finalmente, sonó la campana.
—Pueden retirarse... Señorita Lestrange, Snape, quédense un momento.
Nos miramos con recelo, pero obedecimos. Slughorn nos condujo a un par de sillas junto a su escritorio.
—No pueden seguir así —dijo con tono paternal—. Ambos son Slytherin. Esta casa no se divide, se fortalece desde dentro. Son dos mentes brillantes. ¿Por qué no combinar sus talentos en lugar de destruirse?
Nos mantuvimos en silencio.
—Snape, eres brillante en la práctica. Ayuda a tu compañera con eso.
—Lestrange, tu dominio teórico es impecable. Enséñale a Severus a pulir ese aspecto.
Suspiró.
—Dense la mano. Ahora.
Nos miramos con asco contenido, pero al escuchar la amenaza de restar cien puntos, lo hicimos. Apenas unos segundos, suficiente para cumplir.
—Bien. Pueden retirarse.
Snape se marchó sin decir una palabra.
—Profesor —le dije antes de salir—, ¿podría prestarme el aula los fines de semana para practicar? Prometo mantenerla limpia y ordenada.
Slughorn sonrió.
—Por supuesto. Mañana te daré un permiso firmado. Y no olvides lo que prometiste.
—No lo haré. Gracias, profesor.
Salí del aula con paso firme. Puede que Snape fuera hábil con el caldero... pero yo estaba decidida a superarlo en todo.
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©Sena Kashiwazaki
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✨ Égocentrisme ✨ (Severus Snape y Tu)
FanfictionIrradio una confianza innegable mientras ocupaba el centro del lienzo. Me observé sin pudor, como quien sabe perfectamente lo que vale. Mi mirada desafiante y mi postura firme eran una extensión de lo que soy: segura, egocéntrica, absolutamente cons...
