IV

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La noche había llegado y con ella la calma en el hogar de los Midoriya, pero no una placentera. Inko esperaba a su hijo sentada en el comedor de la casa pues llevaba buenas horas fuera y aún no daba señales de vida. No quería preocuparse del todo aún ya que no era algo nuevo, solía quedarse hasta tarde fuera cuando se trataba de sus cultivos. Último lugar al cual le vio partir por la tarde.

— ¿Cuánto más? — suspiró mientras cortaba con delicadeza unas cuantas flores para hacer un arreglo floral para la mesa, al menos con eso podría entretenerse durante su espera.

Pronto resonaron en el lugar unos cuantos pasos indicando que alguien había llegado, lo que llamó más su atención es que parecían demasiados. ¿Tal vez tres personas? Se levantó en dirección del sonido, llegó a la mitad de la habitación cuando la puerta se abrió un poco dejando ver a su hijo que se veía demasiado nervioso.

— ¿Izuku? — él dio un pequeño brinco, no la había visto entre tanta oscuridad. Ella encendió una pequeña luz en una vela para poder observarlo mejor — ¿Está todo bien?

— Sí, sí... Ah, verás — no sabía cómo explicarle lo que estaba ocurriendo, tenía a alguien afuera que quería presentarle, pero no encontraba la mejor forma de empezar con eso sin que fuese una situación preocupante para su madre. Tomó aire agarrando valor y sólo se dejó llevar — hoy encontré a alguien que quisiera que conocieras, aún no sé mucho de él, pero algo dentro de mí me dice que es alguien a quien debo ayudar. ¿Puede quedarse hoy en casa?

— ¿Sabes su nombre? — él negó lentamente, era algo importante, sin embargo no había logrado que el otro dijese algo desde la disputa que había tenido con el otro lobo. Porque sí, detrás de la puerta a su espalda se hallaba su salvador, el can rubio cenizo que sorprendentemente aceptó sin problemas la idea de llevarlo a su casa ofreciendo refugio y cuidados por las heridas que tenía como agradecimiento — Cariño, entiendo que quieras ayudar, pero tener confianza absoluta en un desconocido es peligroso.

— Lo sé, pero él me salvó del ataque de un animal salvaje así que pensé en... — su madre pareció entenderlo, debían agradecerle. La vio acercarse a la puerta con la intención de abrir, pero la detuvo en cuanto puso su mano en ella — sólo... Su apariencia puede ser impactante al principio, pero es una buena... Persona, ¿Si?

Con eso dicho abrió la puerta con su mirada fija en el piso esperando escuchar la reacción de su madre. Esperaba algún ruido que indicara miedo o verla retroceder, pero lo que ocurrió a continuación definitivamente tampoco lo esperaba.

Su madre se disculpó con el lobo por verlo y corrió dentro de casa preguntándose si habría ropa grande en casa para cubrirlo. No lo entendía al principio hasta que giró su vista a su acompañante que ahora no era un animal enorme sino una persona. Un joven apuesto una cabeza más alto que él, de buen físico, cabello puntiagudo despeinado y una mirada penetrante que más que intimidarlo le resultaba excitante de alguna manera.

¿Lo que más destacaba? Era que estaba ahí, parado frente a su puerta, DESNUDO.

Quitó su mirada de él tan pronto se dio cuenta que lo estaba devorando con ella. Pidió disculpas igual que su madre y corrió diciendo que la ayudaría a buscar ropa. Entendía que había usado la metamorfosis para volver a su apariencia humana, pero ¿Por qué ahora? No podía llegar a ninguna hipótesis ni conclusión con su actitud hasta ese momento.

Se mantuvo como bestia cuando lo conoció en el santuario al igual que desde la tarde ese día hasta la llegada a su casa. ¿Acaso sintió que debía cambiar a su versión humana para no asustar a su madre? Era lo único lógico que podía imaginar. Esperaba entonces poder hablar con él, al fin, después de tantos intentos.

Una vez estuvo vestido el chico pasó a su habitación para dormir. Su madre se despidió para ir a descansar primero dándole espacio a ambos que presentía necesitaban hablar, Izuku le había explicado algunas cosas mientras buscaban ropa. Aún estaba algo preocupada por la naturaleza del muchacho, pero confiaba en su hijo. "Necesito hablar con él, mañana te cuento lo demás" fue lo que le indicó antes de mostrarle al otro en dónde podría descansar.

Y esa era la idea, pero los nervios podían más con él. Sólo observaba la espalda del mayor quien ya se había recostado. Era un sueño lo que estaba ocurriendo.

— ¿Por cuánto tiempo más vas a quedarte observándome como estúpido? — su voz sonó un poco ronca, tal vez había despertado al sentir su mirada intensa sobre él. Se sintió apenado y trató de fingir que nada pasaba, pero se vio descubierto al darse la vuelta quedando frente a frente — hm, eres más bello de lo que recuerdo

— ¿A? — agradecía la oscuridad casi total del cuarto, de esa manera no podría ver su sonrojo, pero su tono de voz más chillón de lo normal lo delataba. Carraspeo recuperando cordura antes de preguntar. — ¿Puedo saber tu nombre? Han pasado varios días desde que nos vimos en... Bueno, el santuario, pero no he podido preguntar

— Katsuki — y volvió a guardar silencio atento a lo que hiciera o dijera.

— Yo soy Izuku, Midoriya Izuku. Un gusto — titubeó un momento sintiéndose algo incómodo con tanta atención. Después de un momento al recordar lo ocurrido durante la tarde, toda su timidez se acabó siendo reemplazada por la emoción — ¿Eres una clase especial de humanos desarrollados? El que puedan utilizar la metamorfosis para convertirse en su animal guía es increíble, ¿Cómo pueden hacer eso? ¿Es doloroso? ¿Lleva tiempo manejarlo o es algo natural para ustedes hacerlo? ¿Vives en el pueblo o por los alrededores?

— ¿Siempre entrevistas a la gente de esta forma cuando la conoces? Qué fastidio — volvió a darle la espalda logrando callar al menor con esa acción, se sintió apenado por dejarse llevar de esa forma. Pero Katsuki no se detuvo del todo — vivo en una manada, no estamos acostumbrados a interactuar con humanos comunes.

Era molesto, cabe decir. Ambos parecían compartir un estilo de vida similar al estar rodeados de tanta naturaleza y libertad, sin embargo Katsuki sentía que le faltaba descubrir más cosas sobre sí mismo. Esos días después de escapar del santuario lo había estado vigilando a buena distancia para conocerlo mejor, casi como si estuviese de cacería.

Descubrió que vivía una vida totalmente humana. En ningún momento lo vio transformarse, correr sin rumbo por al menos una hora o cazar, todo lo que hacía era salir al pueblo, regresar y cultivar, hacer deberes del hogar y pasar sus tardes frente a una libreta probablemente escribiendo o rayando algo.

Conocía varias cosas del mundo humano gracias a su curiosidad cuando era un crío y la sabiduría de los animales del bosque que se acercaban más que los demás a los humanos, al menos cosas básicas de pueblerinos.

Pensaba que todos ahí eran humanos cualquiera, jamás creyó encontrarse a alguien como él entre todos ellos, mucho menos que se tratara de su destinado. Verlo vivir como ellos le molestaba de alguna manera, era como desperdiciar su vida ignorando sus instintos. ¿Cómo había logrado estar así por tantos años? Por ello no le sorprendía las preguntas del menor sobre la metamorfosis, era obvio que jamás lo había experimentado.

Por ello decidió dejarse llevar a su hogar sin protestar. Necesitaba estar mucho más cerca de él para instruirlo en la vida salvaje, debía poder manejar todo esto si deseaba convertirlo en su pareja. Un humano normal no podría aguantar todo lo que vendría en el futuro si aceptaba estar a su lado el resto de vida que les quedaba.

Requería entrenamiento, algo que presentía sería tardado y estresante. El ataque de Shigaraki fue la señal que necesitaba para saber que era momento de echar andar su plan, no era precisamente la mejor manera de hacerlo, pero había resultado. Ya después hablaría más de cerca con el sucio perro que se atrevió a intentar ponerle una garra encima al menor.

Por ahora se centraría en lo importante. Paso número uno a partir de mañana: explicarle todo lo básico al niño sobre su animal guía.

Una vida en el campo [KatsuDeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora