La tarde llegó, Toga había marchado a su habitación que quedaba fuera entre una pila de troncos que Katsuki acomodó con la excusa de que apestaría la casa con sus olores y si Izuku no quería tener después una bufanda de Zorro lo mejor era dejarla afuera. Ella estuvo de acuerdo pues estaba acostumbrada a ello, le era algo incómodo estar dentro de casa más que nada porque la madre del conejo le traía unas vibras extrañas, aunque de otra forma estar aún más cerca del objetivo igual le venía bien.
Bien, ella estaba fuera. Katsuki terminaba de preparar la cena pues la tarde tan pronto apareció parecía ya querer irse. Un pequeño conejo verde se había mantenido buen rato en la entrada de la casa observando hacia el pequeño camino que llevaba a uno más grande que usaba su madre para ir al pueblo, estaba esperándola.
Por cada hora que pasaba se sentía mucho más ansioso, esa rara sensación de que algo no estaba bien lo asfixiaba. No podía controlar su nariz que se agitaba demasiado, ¿Y si salía a buscarla? En cuanto sopló de nuevo el aire, saltó fuera de casa y corrió al camino con la intención de ir al pueblo y preguntar por su madre. Alguien debió haberla visto o tal vez venía de camino.
Sus planes fueron fastidiados de inmediato por un lobo que lo tomó con cuidado de su espalda regresándolo a casa.
— Vendrá en unos días — le repitió como lo había estado haciendo los últimos minutos cada que huía de casa — ella me dijo que tenía algo por hacer, volverá
— Tengo un mal presentimiento — habló en un tono triste casi resignado sabiendo que no podría ir a buscarla con Katsuki a su cuidado ni mucho menos a la ciudad en donde no conocía mucho más que la escuela a la que llegó a estudiar un corto tiempo y el departamento donde vivió un tiempo junto a Iida y Uraraka quienes fueron los dos amigos de secundaria que fueron junto a él a esa vida más movida, sólo que ellos sí se quedaron en aquel sitio. ¿Y si les pedía ayuda?
Aunque pensándolo bien, no tenía idea de dónde fue su madre. Ni siquiera Katsuki tenía una idea de ello, lo única pista que tenían era que se trataba de asuntos familiares. "Nada grave" eran las palabras que se repetían en su cabeza como si fuese la mismísima Inko tratando de calmarlos a ambos, pues incluso Katsuki se encontraba alterado. Su lobo interior ya los había seleccionado como su manada, no sólo al hijo sino también a la madre y por ende su sentido de lobo alfa le indicaba que debía protegerlos a ambos.
Sabía lo "suaves" que podían ser los Midoriya, una mujer tan amable y un conejo no podían velar siempre por sí mismos. Era consciente incluso de sus propias debilidades, era de sabios saber sus límites y con ello juzgar si algún integrante de la manada podría sobrevivir por su cuenta o necesitaría usar sus capacidades para sacarlos adelante. En este caso con ambos sentía eso.
— espero que vuelva pronto — habló Izuku antes de probar la comida y perderse en ella.
— Yo también — ambos decidieron estar en su propio mundo. De verdad anhelaban que no estuviese pasando nada, pero una parte dentro de ellos les repetía casi de manera molesta que desear eso así sin más sólo sería una forma de auto engañarse y no aceptar las cosas. Pero ¿Aceptar qué exactamente?
No tenían idea de lo que ocurría kilómetros de ellos en un apartamento, para ser más específicos era justo donde vivían Uraraka e Iida quienes aceptaron con gusto darle hospedaje por un par de días a la señora Midoriya. Fue toda una sorpresa, pero rápido entendieron que no era algo que debían ir contando, ella les explicó por encima que eran cosas serias las que había llegado a hacer y que, en cuanto eso acabara, marcharía de nuevo a su casa.
Ella agradecía demasiado la amabilidad de ambos quienes no tuvieron ningún problema en tenerla ahí. Pensaron que tal vez esos "par de días" serían tres o cuatro, pero las cosas se habían "resuelto" ese mismo día así que Inko les avisó que partiría tan pronto pudiese en la madrugada o a medio día.
Ahora mismo ambos jóvenes se observaban en silencio por unos segundos pensando en lo ocurrido momentos atrás en el regreso de la mujer a la casa. Se veía terriblemente mal, como si hubiese llorado a mares por demasiadas horas pues sus ojos se encontraban hinchados, su voz había perdido cierta energía y sus ojos casi parecían estar apagados. La luz en su mirada se perdió.
— Me encantaría poder decirle a Izu-kun — habló Uraraka mientras mordía su uña del pulgar derecho preocupada, acto que no pasó desapercibido por Iida quien se acercó un poco para detenerla.
— Debemos mantener nuestra palabra, esto es algo importante para ella, no podemos romper la confianza haciendo justo lo que nos dijo que no hiciéramos. No tengo idea de qué es, pero algo me dice que de saberlo él también sufriría
— Entonces hay que ver que ella se encuentre bien, no me gustó nada cómo llegó hoy. ¿Viste sus ojos? Me dio un pinchazo al corazón verla tan... destrozada.
— Lo sé, intenta hablar con ella mañana temprano o consuélala, yo prepararé el desayuno especial para animarla — Uraraka soltó una suave risita sabiendo que con eso se refería a sus "cupcakes mágicos" que alguna vez ella le había mencionado que eran un placebo increíble contra la depresión y tristeza del corazón. Algo que quedó grabado con acero caliente en su mente como la cura definitiva para esas ocasiones. "Es demasiado serio en esto, no puedo creerlo" sonrió encantada por el compañero que tenía, único y especial sin dudas.
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Después de un intenso día y una agradable mañana junto a los amigos de su hijo, al fin estaba camino a casa. Había salido demasiado temprano así que el sol aún no quemaba demasiado, esto ayudó a subir sin demasiado cansancio la colina que guiaba a su casa. Una vez pasando por el pequeño camino, un conejo saltó de la nada hacia ella sacándola de sorpresa de sus pensamientos haciéndola caer recibiendo diminutos abrazos y las lágrimas del ser en su ropa.
— Izuku... — verlo de esa manera terminó por romperla. Había querido ver a su hijo desde el día anterior, le quemaba en el alma no poder hacer mucho más para tenerlo protegido. ¿Qué clase de madre era si no podía hacer algo tan simple como procurar su bienestar? Era complicado, oh claro que lo era, pero tenía que lograrlo.
Aún con su hijo en brazos su mirada fue hacia Katsuki quien los observaba con recelo como si quisiese acercarse también para preguntar por su bienestar, pero podía notar que se encontraba aún alterado. Su mirada era demasiado penetrante, amenazante.
Desconocía lo que le pasaba, tampoco había mucho por hacer sabiendo que al no tener un sub género no podría comprenderlo del todo. Katsuki por otro lado no le quitaba los ojos de encima a la madre, el aroma que desprendía de ella parecía querer quemarle los pulmones. Era uno tan intenso y desagradable que sentía vomitaría en cualquier momento.
¿Cómo era posible que Izuku ignorara ese detalle? Era detestable el aroma, nauseabundo. ¿Qué había estado haciendo la señora Midoriya? Lo que más lo molestaba era que era evidente que el aroma no provenía de un lugar o aroma natural de camino a casa sino uno que desprendía alguien como ellos, un cambia formas. Otro alfa. Uno que probablemente habría olfateado el aroma de Katsuki en ella y decidió impregnar el suyo también para remover el de el lobo. Esto no era molesto en cuanto a la intención de señalar que nadie tenía derecho de tocarla.
No, lo que lo enfermaba era que iba con claras intenciones de ser advertido. Aquello era un mensaje claro "ALÉJATE" En mayúsculas.
¿La cuestión? Que lo estaba subestimando, no por nada era líder de manada. Aceptaría cualquier reto, aunque antes de eso necesitaba saber más cosas. Era claro también que el causante de ese repugnante aroma se trataría del padre de Izuku, había altas posibilidades de que así fuese. Sino entonces, ¿Quién sería tan hijo de puta y descarado como para marcar con feromonas a alguien que no sea su pareja?
— Maldito bastardo — lo que tenía claro es que ese aroma y el presentimiento que compartía con Izuku le hacían pensar que algo no iba bien. Estaría alerta, pero antes tocaba investigar más.
Y ver qué chingados ocurría ahí.
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Una vida en el campo [KatsuDeku]
FanfictionIzuku Midoriya ha vivido en el campo junto a su madre desde siempre cerca de un frondoso bosque y un pequeño, pero acogedor pueblo. Su vida fluye con calma hasta el día en que avisan que en el santuario local han rescatado a un lobo mal herido. Moti...