XI

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— ¡Eres un maldito... injusto! — normalmente Inko detestaba gritar para evitar hacer escándalos, pero el sujeto frente suyo lograba sacarla de quicio con tal facilidad que simplemente la hartaba. En momentos así no cabía la idea de que en algún tiempo atrás llegó a considerarlo el amor de su vida, qué equivocada estaba.

— Querida--

— ¡No me llames "Querida"! Me asquea — sus manos podían estar temblando y su corazón ir a mil por hora, pero no dejaría que el desquiciado se saliera así sin más con la suya, no de nuevo. Ya había arruinado su vida como para permitirle hacer lo que le plazca ahora con su hijo — ¿Cómo puedes siquiera creer que es una opción la estupidez que me acabas de decir? ¡Él también es hijo tuyo, imbécil! ¿Es acaso que no tienes corazón, Hisashi?

— Deseo lo mismo que tú, sólo lo mejor para él y sé que eso es ir conmigo al extranjero. Vivir en ese ridículo pueblo sólo le traerá contratiempos o una vida desperdiciada. Debe aprovechar esta oportunidad, yo me encargaré de que sepa hacer las cosas — al menos se dignaba a verla a los ojos, Inko preferiría que no fuese el caso pues en ellos no veía absolutamente nada. Ningún rastro del amor que alguna vez le prometió ni cualquier otra cosa, sólo una frialdad agobiante.

— ¿Y se te ocurrió buscarle pareja? No tiene sentido, ¿Has pensado en que Izuku rechazará emparejarse con cualquier desconocido? — podría sólo decirle que ya había alguien en la vida de su hijo, pero cada que lo pensaba tenía un terrible presentimiento. Sabía de lo que era capaz Hisashi, por esa misma razón había optado por vivir en un pueblo remoto alejada de cualquier medio de comunicación directa con alguna ciudad.

Todo por la protección de su niño. Y había funcionado, al menos hasta hace poco. Fue terrible recibir una carta por parte de un sujeto extraño que la visitó al pueblo en una de sus visitas para comprar lo que necesitaría durante la semana dejando a Izuku en casa junto a Katsuki, esa misma carta le trajo tantos terribles recuerdos que no pudo evitar caer de rodillas en el sitio donde la leyó llamando la atención de Yagi quien la estaba acompañando al encontrarse de casualidad.

Había datos del lugar donde pedía verla para hablar de "negocios", en un principio pensó que se trataba de cualquier otra cosa, jamás esperaba que con ello se refería a Izuku. Pero lo que más la aterró y por lo que agradecía de todo corazón a Katsuki que se quedara a cuidar de su hijo fue el posdata de la nota.

"No puedes seguir huyendo, Inko. Te estoy observando"

— Izuku tiene todo el derecho de ser libre y decidir por sí mismo qué es lo que siente que le conviene, si él desea vivir en el pueblo junto conmigo que así sea, ni tú ni yo podemos decidir por él ni mucho menos a esta edad — buscaría cualquier cosa para evitar que aquello se diera. No le molestaba estar lejos de su hijo si este decidía vivir en alguna ciudad como fue en su momento cuando tenía curiosidad de ello, pero ¿Obligarlo? Era eso lo que la molestaba.

— Te recuerdo que ese niño es más mío que tuyo a este punto — por fin pudo ver algo más que un frío indescriptible en sus ojos, pero era mucho peor. En ellos había un "algo" que le hacía temer, pero no era la primera vez que veía esa mirada en él — tienes suerte que no levanté una demanda en cuanto decidiste llevarte al niño contigo en tu "heroica" huida a lo desconocido. Dejé que disfrutaras, ahora me llevo lo que me pertenece. Está en ti decidir si lo entregas por las buenas o me obligas a llevarte presa

— Sólo escucha lo que estás diciendo — sus lágrimas decoraban sus rosadas mejillas, seguía con la cabeza en alto, pero todo lo que él decía la destrozaba tanto por dentro que sentía que en cualquier momento volvería a caer al suelo — estás hablando de una persona, no de un objeto. ¿Cuál es tu obsesión por arrebatarlo de mis brazos?

Recuerda con dolor la orden judicial que indicaba que había perdido la custodia de Izuku a sólo un par de meses de haberlo concebido. Las tardes llorando sin saber qué hacer, buscando ayuda con sus conocidos quienes sólo cerraban las puertas ante ella disculpándose por no poder hacer nada para sacarla de ese problema. Por más que gritó y suplicó sentía como poco a poco el poder del hombre que dijo alguna vez protegerla de todo mal, estaba encima suyo con intenciones de quitarle lo único que la mantenía en pie, su pequeño rayo de luz.

Sin trabajo, siendo echada de casa de sus padres por el temor del hombre que la perseguía, sin la protección de las autoridades. Sólo ella. Por todo esto se había decidido que el niño estaría mejor cuidado con el padre. "¿Cómo una mujer así podría mantener un niño? Apenas puede consigo misma" hablaban a sus espaldas.

— Ese niño es demasiado especial, no lo entenderías. No hay más por hablar al respecto, ¿O es acaso que prefieres esto por las malas? Advierto, te arrepentirás el resto de tu vida de ser así.

Sabe que cualquier otra persona podía llegar a pensar en renunciar y sólo entregar al niño, ya había visto cosas así o peores, pero ella no. Incluso si tenía que dar su vida por proteger al hijo de sus ojos de un destino terrible al lado de su padre...

— Que así sea — se dijo para sí misma en un suave susurro como si firmara un pacto con cualquier ángel que pudiese escucharla para ayudarla. Limpió sus lágrimas y plantándose firme ante él, sentenció — Yo también no tengo nada más por decir. Izuku se queda conmigo y se acabó.

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El viento sopló con fiereza por unos segundos moviendo todo a su alrededor. Las copas de los árboles chocaban entre ellos dejando caer diversas hojas débiles ante tal agresividad. Katsuki detuvo su juego de mordidas ya que había atrapado al conejo para observar todo aquello sintiéndose extrañamente incómodo mientras Izuku también prestaba atención al clima, el cambio de atmósfera y una extraña calma que se sintió de pronto en el bosque que más que relajarlo sólo lo perturbaba de cierta forma, no demasiado, pero sí lo suficiente para dejarle un "mal sabor de boca". Observó entonces al zorro que se encontraba sentado a pocos metros de ambos mirando las hojas caer a su alrededor con paciencia ignorando todo lo demás, Izuku entonces tuvo un pensamiento y esto le hizo sentirse ansioso.

— Mamá — susurró siendo escuchado sólo por Katsuki quien comenzó a sentirse de forma similar viéndose influenciado por los sentimientos del peliverde que pasaban a través de su lazo, no eran tan fuertes como lo podría ser si estuviese marcado, pero sí lo suficiente para percibirlos. Si aquello lo estaba sintiendo tan palpable eso quería decir que el conejo entre sus garras estaba siendo inundado por una fuerte ansiedad.

¿Qué mierda estaba pasando?

Una vida en el campo [KatsuDeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora