I

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Las tormentas eran la parte favorita de Andromeda en las madrugadas.

Así fuera por el pequeño pleito entre Poseidón y su padre, no había cosa que disfrutara más que el sonido de la lluvia junto con los relámpagos. Además, era mejor que estar en la fría cabaña 1, donde su padre la observaba continuamente.

La noche estaba siendo linda, Andromeda tenía la inspiración suficiente para escribir poemas. La tormenta cesó y se preparó mentalmente para volver a su cabaña.

Ella jamás se sintió insegura caminando de noche en al campamento... hasta tuvo que convocar su espada del dije en forma de rayo en su cuello, pues apareció un Zombie.

O eso creyó ella, pero después de verlo unos segundos con los ojos bien abiertos, se dio cuenta de que era un chico arrastrando a alguien... arrastrando a Grover.

Andromeda corrió a tomar por los hombros al chico a punto de desmayarse, pero no sabia que hacer. La medicina nunca había sido su mayor talento, sabía unas cosas gracias a sus amigos de la cabaña 7, pero ahí se quedaba su conocimiento.

— Oye, oye — lo sacudió un poco—. No te duermas, ven... te llevaré a la casa grande.

Funcionó poco, pues el chico se desmayó. Andromeda arrastró a ambos hasta la casa Grande, y después de llevarse un pequeño regalo por Quirón, ya que no se había quedado en su cabaña, la dejó hablar y se dio cuenta de que arrastraba dos cuerpos inconscientes.

Los colocó a ambos en una cama de la enfermería en la casa grande y comenzó a curarlos con plantas y néctar. Andromeda no pegó un ojo esa noche.



[...]



— Es él, tiene que serlo — dijo Annabeth, sacando de sus pensamientos a Andromeda.

— Tal vez lo sea — terció—. Pero dices eso cada vez que llega alguien nuevo.

Annabeth bufó y se sentó al lado de Andromeda, quien jugaba nerviosa con su collar de cuentas.

— No dormiste, ¿cierto? — cuestionó, tratando de desviar el tema.

— No.

La hija de Atenea asintió, se levantó y salió de la enfermería. Andromeda tomó un libro de mitos de una de las repisas de la casa grande y comenzó a leer.

Pero el gusto le duró poco, la caracola sonó indicando el inicio del desayuno. Echó un ojo al chico desmayado, seguía en un profundo sueño, además de que babea mientras duerme.

No le dió mas importancia y fue a desayunar. Una buena taza de café y la barbacoa del Campamento Mestizo. Tal vez no era la mejor combinación, pero era una necesidad.

La mañana pasó. El día era soleado y despejado, normal en el campamento. Andromeda estaba junto a Quiron, Annabeth y el señor D.

— No quiso responder ninguna pregunta — comentó Annabeth —. Actuó como si no supiera nada.

— Tal vez no sabía nada — Andromeda se encogió de hombros—. No lo sé, no me da buenas vibras.

— ¿Por...? — cuestionó la hija de Atenea.

— Huele a mar, babea mientras duerme y derrotó a un minotauro en su primer día. Tú y yo no hemos tenido oportunidad de luchar contra monstruos desde los siete años, pero llega él y casualmente mata a uno solo.

— ¿Qué tiene que huela a mar?

— Odio el mar — explicó—. Es inestable, peligroso y...

—¡Señor Brunner! —exclamó una voz detrás de Andromeda.

Midnights , Percy JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora