VIII

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Lo último que Andromeda recordaba era ver el reflejo de muchas serpientes. Entonces todo se volvió negro.

  —¿Está muerta?

  —Espero que no. Nos vendría bien otros cuantos de esos rayitos...

  —Sigo con vida, por desgracia —murmuró Andromeda, mientras se tallaba los ojos para ver con claridad a sus tres amigos.

Estaban hincados al rededor de ella. Grover estaba mordiendo aluminio. Percy sonrió.

  —¿Qué crees? —dijo con emoción—. ¡Le corté la cabeza!

Andromeda se abstuvo de volver a desmayarse.

  —Que... emoción —respondió, fingiendo no querer vomitar—. ¿Y que harás con tu trofe...?

  —Lo envió al Olimpo —la interrumpió Annabeth, con un notable tono de frustración.

Andromeda trató de imitar a su amiga, pero no pudo más que reír.

  —Mi padre te pulverizará —avisó a Percy.

  —Estoy preparado psicológicamente.

Por desgracia, no pudieron quedarse más tiempo ahí.

[...]

Esa noche se sentían bastante desagraciados.

Acamparon en el bosque, a unos cien metros de la carretera principal, en un claro que los chicos de la zona al parecer utilizaban para sus fiestas. El suelo estaba lleno de latas aplastadas, envoltorios de comida rápida y otros desechos.

  Habían sacado algo de comida y unas mantas de casa de la tía Eme, pero no se atrevieron a encender una hoguera para secar su ropa. Las Furias y la Medusa les habían proporcionado suficientes emociones por un día. No querían atraer nada más.

  Decidieron dormir por turnos. Percy se ofreció voluntario para hacer la primera guardia.

  Annabeth se acurrucó entre las mantas y empezó a roncar en cuanto su cabeza tocó el suelo. Grover revoloteó con sus zapatos voladores hasta la rama más baja de un árbol, se recostó contra el tronco y observó el cielo nocturno. Andromeda, a pesar de estar exhausta, no podía dormir.

  —Duerman —les dijo Percy—. Los despertaré si surge algún problema.

Grover asintió, pero siguió con los ojos abiertos.

—Me pone triste, Percy.

—¿El qué? ¿Haberte apuntado a esta estúpida misión?

—No. Esto es lo que me entristece. —Señaló toda la basura del suelo—. Y el cielo. Ni siquiera se pueden ver las estrellas. Han contaminado el cielo. Es una época terrible para ser sátiro.

—Ya. Debería haber supuesto que eres ecologista.

—Sólo un humano no lo sería. Tu especie está obstruyendo tan rápidamente el mundo...

Las siguientes pláticas entre Percy y Grover fueron acerca de la búsqueda de Pan. Pero mientras tanto, Andromeda trataba cualquier posición de descanso existente, incluso se planteó tratar dormir parada. Estaba cansada, y eso es poco para expresar lo exhausta que se sentía, pero no podía dormir.

Entonces, por algún milagro de los dioses, consiguió cerrar los ojos por un largo rato. Pero la tranquilidad no duró mucho.

—¿Thalia? —susurró una Andromeda de tres años, quien fue despertada por su hermana a la mitad de la noche, se talló los ojos para tratar de ver con claridad— ¿Qué haces despierta?

Midnights , Percy JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora