IV

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No había sido una buena noche para Andromeda. Y ahora lo único que quería era o unas buenas pastillas para dormir, o una cargada taza de café.

Pero el centauro no estaba dispuesto a darle ninguna.

El ambiente estaba tenso después de que Percy subiera con el oráculo. La pierna de Andromeda subía de arriba a abajo en una velocidad casi inhumana.

— Ve con Lee Fletcher —dijo Quirón, rompiendo el silencio—. Dile que le pida a las hijas de Demeter una buena infusión para dormir.

— ¿No es más fácil un café? — cuestionó Andromeda.

El centauro le dedicó una simple y sólida mirada, que le decía; «He dicho un té». La hija de Zeus captó el mensaje y fue directo a la enfermería.

Al entrar, vió a un montón de rubios de ojos azul claro curando a los heridos, corriendo por toda la enfermería con frascos de néctar y cubos de ambrosia.

— Hola querido rubio —saludó Andromeda a Lee, poniéndole una mano en el hombro—. ¿Qué tal? Oye, hablé con nuestro queridos centauro. Dijo que hablaras con las hijas de Demeter para alguna cosa rara de plantas para poder dormir o algo así.

El hijo de Apolo resopló y se volvió hacia Andromeda, dejando de lado al hijo de Ares a quien estaba curando.

— Dile a nuestro querido centauro que estoy muy ocupado aquí —dijo Lee, con el tono más calmado que pudo—. Y que si no le importa, debería hacer que la linda Andromeda dejara de ser tan intimidante para las hijas de Demeter. Como por ejemplo, cubriéndole las ojeras —estiró su mano para pellizcar la mejilla de Andromeda y volvió al hijo de Ares.

— ¿Qué es esto? ¿Harry Potter? —reclamó la rubia— ¿Yo soy la lechuza?

Lee hizo caso omiso y continuó curando la herida del campista. Andromeda bufó y se dirigió a la casa grande de nuevo, mientras tarareaba una canción. Pero un duro tacto en su piel la detuvo.

Alguien invisible jaló su brazo.

—¡Zeus todopoderoso! ¡Juro que no volveré a llamarte hippie raro! —exclamó Andromeda, cerrando los ojos.

— ¡Soy yo, Andy! — bufó Annabeth, quitando la gorra de los Yankees de su cabeza—. Vamos a la casa grande, ¿bien? Me parece que Quirón ya le está asignando su misión al tonto sesos de alga.

Andromeda estuvo a punto de reclamar por el susto que le dio la hija de Atenea, pero se dio cuenta de como había llamado su amiga a Percy.

—Wow... sesos de alga —musitó—, es un gran apodo. Vamos a la casa grande.



[...]


—Bueno, es muy fácil para ti decir que entremos si tienes una gorra de invisibilidad —susurró Andromeda a su amiga.

—Sólo entra —respondió Annabeth—. No haríamos nada malo cuando ya nos ofrecimos como acompañantes para la misión.

Antes de que Andromeda pudiera decir algo más, Annabeth la empujó hacia el porche de la casa grande.

— Las otras dos se han ofrecido voluntarias, si aceptas su... ayuda... — Quirón vio fijamente a Andromeda, quien entró como si hubiera sido disparada.

— Eh... Hola —saludó—.

—Caramba —Percy fingió sorpresa—. ¿Quién puede ser tan tonta como para ofrecerse voluntaria en una misión como ésta?

Midnights , Percy JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora