XVI

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  La biblioteca si que era enorme.

Andromeda podría morir y revivir treinta veces y nunca podría terminar de leer solo los poemarios. Desde Emily Dickinson, hasta Sappho de Lesbos.

Antes de ir, compró una mochila en la tienda del hotel. No confiaba en que tomaría pocos libros teniendo dinero infinito. Tomó un montón de libros sólo de poemas. Y por supuesto, la mayoría de mujeres. ¿Qué clase de poeta sería si tomara solo de Octavio Paz y Mario Benedetti? Sor. Juana Inez, Sappho, Emily Dickinson y Silvia Plath.

Se sentía tranquila después de mucho tiempo. Hasta que Percy y Annabeth llegaron.

  —¡Serpientes! ¡Miles de serpientes con colmillos enormes! —le dijo Annabeth a Andromeda.

  Ella se sobresaltó y observó el lugar lentamente.

  —¿Qué?

  —Salgamos de aquí.

Percy la tomó del brazo, y apenas le dio tiempo de tomar su mochila, por que no pensaba dejar esos libros atrás ni loca.

  —Creí que querían descansar...

  Percy volteó a verla. Tenía una cara de asustado, completamente asustado.

  —Hay gente de mil novecientos sesenta y siete. Hay niños que no crecerán más.

Como si fuera un ejemplo enviado por los dioses, dos hermanos pasaron corriendo al lado de ellos. Uno de ellos gritaba:

  —¡Bianca! ¡Espera! ¡Sabes que no puedo correr tanto!

  Andromeda vio al niño con ternura. Tal vez porque le recordaba a ella misma.

  —¿Donde está Grover?

Tras buscar un buen rato, lo vieron jugando al cazador cazado virtual.

  —¡Grover! —llamaron.

  Él contestó:

  —¡Muere, humano! ¡Muere, asquerosa y contaminante persona!

  —¡Grover!

  Se volvió con la pistola de plástico y siguió apretando el gatillo, como si sólo fueran otra imagen en la pantalla.

Andromeda miró a sus dos amigos, y entre los tres lo agarramos por los brazos y lo apartaron. Sus zapatos voladores desplegaron las alas y empezaron a tirar de sus piernas en la otra dirección mientras gritaba:

  —¡No! ¡Acabo de pasar otro nivel! ¡No!

  El botones del Loto se acercó presuroso.

  —Bueno, bueno, ¿están listos para las tarjetas platino?

  —Nos vamos —le dijo Percy.

—Qué lástima —repuso él, y les dio la sensación de que era sincero, como si su partida le doliese en el alma—. Acabamos de abrir una sala nueva entera, llena de juegos para los poseedores de la tarjeta platino. Y una nueva carga de libros ha llegado...

  Les mostró las tarjetas. Andromeda sabia que si aceptaban una, jamás se irían

  Grover tendió un brazo hacia la tarjeta, pero Annabeth le pegó un tirón y la rechazó.

  —No, gracias.

  Caminaron hacia la puerta y, a medida que se acercaban, el olor a comida y los sonidos de los videojuegos parecían más atractivos. Andromeda pensó en su  habitación del piso de arriba. Podían quedarse sólo por esa noche, como era el trato, dormir en una cama cómoda y mullida por una vez...

Midnights , Percy JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora