XII

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La tarde siguiente, el 14 de junio, siete días antes del solsticio, su tren llegó a Denver. No habían comido desde la noche anterior en el coche restaurante, en algún lugar de Kansas. Y no se duchaban desde la Colina Mestiza. Desde luego tenía que notarse, pensaba Andromeda.

  —Intentaremos contactar con Quirón —le dijo Annabeth a Percy—. Quiero hablarle de tu charla con el espíritu del río.

  —No podemos usar el teléfono, ¿verdad?

  —No estoy hablando de teléfonos.

  Caminaron sin rumbo por el centro durante una media hora. El aire era seco y caluroso, y les parecía raro tras la humedad de San Luis. Dondequiera que miraran los rodeaban las montañas Rocosas, como si fueran un tsunami gigantesco a punto de estrellarse contra la ciudad.

  Al final encontraron un lavacoches con mangueras vacío. Se metieron en la cabina más alejada de la calle, con los ojos bien abiertos por si aparecían coches de policía. Eran tres adolescentes rondando en un lavacoches sin coche; cualquier policía que se ganara sus dónuts se imaginaría que no tramábamos nada bueno.

  —¿Qué estamos haciendo exactamente? —preguntó Percy mientras Grover agarraba una manguera.

  —Son setenta y cinco centavos —murmuró—. A mi sólo me quedan dos cuartos de dólar. ¿Annabeth?

  —A mí no me mires —contestó—. El coche restaurante me ha desplumado.

Andromeda rebuscó un poco en su bolsillo. Tomó un cuarto de dólar y se lo dió a Grover, quedándose con dos dólares y unos sobres de endulzante por si se encontraba una cafetería gratuita o... algo así.

  —Fenomenal —dijo Grover—. Podríamos hacerlo con un espray, claro, pero la conexión no es tan buena, y me canso de apretar.

  —¿De qué estás hablando? —preguntó Percy de nuevo.

  Grover metió las monedas y puso el selector en la posición «LLUVIA FINA».

  —Mensajería I.

  —¿Mensajería instantánea?

  —Mensajería Iris —corrigió Annabeth—. La diosa del arco iris, Iris, transporta los mensajes para los dioses. Si sabes cómo  pedírselo, y no está muy ocupada, también lo hace para mestizos.

—¿Invocas a la diosa con una manguera?

  Grover apuntó el pitorro al aire y el agua salió en una fina lluvia blanca.

  —A menos que conozcas una manera más fácil de hacer un arco iris.

  Y vaya que sí, la luz de la tarde se filtró entre el agua y se descompuso en colores.

  Annabeth le tendió a Percy una palma.

  —El dracma, por favor.

  Se lo dió.

  Levantó la moneda por encima de su cabeza.

  —Oh, diosa, acepta nuestra ofrenda. —Lanzó el dracma dentro del arco iris, que desapareció con un destello dorado—. Colina Mestiza —pidió Annabeth.

  Por un instante, no ocurrió nada.

  Después tuvieron ante ellos la niebla sobre los campos de fresas, y el canal de Long Island Sound en la distancia. Era como si estuvieran en el porche de la Casa Grande. De pie, dándoles la espalda, había un tipo de pelo rubio apoyado en la barandilla, vestido con pantalones cortos y camiseta naranja. Tenía una espada de bronce en la mano y parecía estar mirando fijamente algo en el prado.

Midnights , Percy JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora