XVII

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El taxi avanzaba a toda velocidad. Cada golpe de viento por el Valle de la Muerte sonaba como un espíritu. Cada vez que los frenos de un camión chirriaban, a Percy le recordaban la voz de reptil de Equidna.

  Al anochecer, el taxi los dejó en la playa de Santa Mónica. Tenía el mismo aspecto que tienen las playas de Los Ángeles en las películas, aunque olía peor. Había atracciones en el embarcadero, palmeras junto a las aceras, vagabundos durmiendo en las dunas y surferos esperando la ola perfecta.

  Grover, Annabeth, Andromeda y Percy caminaron hasta la orilla.

  —¿Y ahora qué? —preguntó Annabeth.

  El Pacífico se tornaba oro al ponerse el sol. Percy pensó en cuánto tiempo había pasado desde la playa de Montauk, en el otro extremo del país, donde contemplaba un océano diferente. ¿Cómo podía haber un dios que controlara todo aquello? Pero más importante, ¿cómo podía Percy ser hijo de alguien tan poderoso?

  Se metió en las olas.

  —¡Percy! —llamó Andromeda—. ¿Qué estás haciendo?

  Siguió caminando hasta que el agua le llegó a la cintura, después hasta el pecho.

  Ella gritaba sus espaldas, mientras caminaba lentamente hacia el, casi como si le temiera al agua.

  —¿No sabes lo contaminada que está el agua? ¡Hay todo tipo de sustancias tóxicas!

  En ese momento metió la cabeza bajo el agua. Lo último que alcanzó a oír fue:

  —¡Tonto cerebro de pez!

  Muy linda.

[...]

  —Se está tardando. —Dijo Andromeda, quien no podía dejar de murmurar y morder la uña de su pulgar. Por supuesto, Percy aún no tardaba más de dos minutos.

  —Estás paranoica. —le dijo Annabeth—. Han pasado apenas... ¿qué? ¿Tres minutos? Estará bien.

  —Tenemos muy poco tiempo, Annie.

  —¿Para ayudar a Percy, o para pedirle el gran favor a tu padre?

Andromeda decidió que sería mejor no responder a ello.

  El silencio se prolongó unos segundos. Ambas veían al mar, donde Grover estaba esperando a Percy.

  —Lo siento. —Annabeth susurró.

Antes de que la hija de Zeus pudiera decir algo más, una figura salió del mar. Cuando caminó al fin sobre la arena, su ropa se secó por completo, al igual que su cabello. Percy caminó junto a Grover hacia las dos rubias esperándolos, sentadas sobre la arena, bastante alejadas de donde inicia el mar.

  —¿Por qué parece que le tienes miedo a las olas? —Le gritó Percy a Andromeda mientras caminaba. Eso fue suficiente para sacarle una sonrisa a la ojiazul.

—¡Son impredecibles! — gritó Andromeda de vuelta y se levantó. Sacudió su ropa, que estaba llena de arena.

—Al igual que el viento. —Añadió Percy. Sus ojos tenían un brillo peculiar, pero detrás de ese brillo, había preocupación.

Y Andromeda lo notaba.

Para cuando Percy termino de contarles todo Andromeda tenía ganas de ir con esa Nereida y... ¿Qué se le puede hacer a un espíritu marino?

—Perfecto. Y eso, ¿qué significa? —Preguntó, mientras se cruzaba de brazos.

—Pues, que no nos confiemos de los regalos. —obvió Annabeth—. Y que, al menos Percy, no morirá.

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⏰ Última actualización: Nov 06, 2023 ⏰

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Midnights , Percy JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora