Capítulo 1

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BEA

Mamá tiraba de las maletas con bastante atrocidad, sintiendo sus ojos furiosos clavados en mi espalda.

Nunca me ha gustado eso de no poder tomar decisiones por mí misma, así que ahora tengo para poder tomarlas por mi entrada en la universidad, puedo decir que no voy a tener que corresponder a todas las órdenes que me da mi madre,aunque se que me va a seguir obligando hacer ciertas cosas desde la distancia.

—No me dejes ni una sola llamada sin atender —soltó sin dejar de lanzar las maletas al maletero.

—Mamá...

—No quiero que andes con malas influencias. Me ha costado mucho cuidarte y darte una buena educación, no quiero que salga todo por la ventana nada más que llegues —se quejó mi madre sin parar, obligándome a rodear los ojos como respuesta .

—Cariño, ella sabe perfectamente que tiene que hacer —me defendió mi padrastro, tan sonriente como siempre.

Mi madre lo fulminó con la mirada, sintiendo como la rabia inundaba su cuerpo.

—Mamá, papá lleva razón —solté ganándome otra de las miles de miradas de asesina que mi madre echaba cuando se enfadaba.

Ella tomó aire para relajar cada músculo tenso que tenía.

Nunca había imaginado cómo le afectaría a mi madre algo como esto, algo tan simple como mudarme de ciudad a un apartamento con una compañera a la que no conozco. Ahora que lo pienso, no tiene buena pinta desde el punto de vista materno.

—Mamá, confía en mí —pedí con un tono de suplicio.

Mi madre fijó su mirada en mí al contemplar que no me iba a retractar sobre lo que dije. No me gusta tener que fingir que no me importa sus comentarios, que no me hace daño las palabras que suelta y las acciones que da, reflejando que no tiene ninguna confianza en mí.

Al abrir su boca me dio una sensación de esperanza, ya que sus ojos se mostraron compasivos, pero cuando volvió a cerrarla todo se fue al traste.

—Por favor...

Ella resopló sin despejar la mirada de mí, creándome algún tipo de alerta por si saltaba con sus comentarios de madre protectora con miedo a que su hija alzó su vuelo de una vez por todas.

—Está bien, confiaré en ti.

Aquello me provocó una alegría infinita, de esas alegrías que no puedes escribir, de las que son como una droga de la que no deseas desprenderte nunca.

Salté hasta llegar a mi madre, abrazándola con fuerza. Ella me abrazó con un estrangulamiento, ya que siempre ha tenido miedo de dejarme sola y ese miedo se estaba cumpliendo.

—¿Se va la enana ya? —preguntó una voz conocida detrás de mí.

Me giré al completo, viendo a aquel chico tan apuesto y con un semblante caballeroso.

—¡Logan! —grité corriendo hacía aquel chico.

Sentí su mano en mi pelo una vez que me puse a una corta distancia. Me removí sobre mi misma cuando noté como mi pelo se revolvía en su mano.

Todas mis lágrimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora