Epílogo

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BEA

21 de diciembre.

Hoy es uno de esos días en los que te levantas con una gran sonrisa, sonrisa que desaparece en cuanto siento ese vacío al lado de Jaden en la cama. No me gusta que haga estas cosas, aunque seguro que está haciendo una de sus increíbles tortitas con chocolate...

Me levanté con una cara de poker al sentir ese mareo mañanero, esa angustia por tener que levantarte de tu zona de confort para empezar un nuevo día lleno de libros...

Hoy no iré a la universalidad. No me gusta nada tener que agobiarme en un día que cumplo un año más. ¿Quién me diría que tendría todo lo que tengo a los dieciocho años?

Llegué al salón y el silencio junto con el vacío se hizo presente a mi cómo golpe en la cara. Ni siquiera una mosca se asombra en aquellos vacíos rincones.

Encendí el móvil, abriendo los ojos como platos al reconocer la hora y juntar con el horario de las clases. Ahora mismo estaría en la tercera hora, pero Jaden no tiene clases y eso me pone triste.

Abrí el frigorífico para coger algo que llevarme a la boca. Por las mañanas soy muy fatigada con eso de meter alimentos en mi estómago, por lo que cogí un zumo de naranja. Después me darán esos mareos que siempre tengo...

Me senté en el sofá y puse la televisión. Las noticias abrieron con miles de desgracias en el mundo, por lo que mi tristeza fue a más. Apagué el televisor y encendí la aplicación de música para poner un poco de esa música que me pone de buen humor.

Recogí toda la habitación, esperando a que Jaden apareciera antes de irme, pero no funcionó. Me metí en la ducha y me vestí lo más rápido posible para poder ver a una de las personas más especiales de mi vida, y una de las personas que más me han apoyado desde principio a fin.

Recorrí las calles de la ciudad buscando ese bar tan señalado por ella. Mi abuela tiene como favorito uno de los mejores sitios situado en la ciudad. Según ella, lo mejor es lo más sencillo y lo más escondido.

—¡Abuela! —grité corriendo para lanzarme a sus brazos. Me gusta mucho como su sonrisa se extiende de oreja a oreja y sus ojos brillan con solo verme.

—¡Felicidades! —gritó en mi oído, causando un pitido fuerte en este. Me retumbaba los oídos siempre que me acercaba a ella y la abrazaba de felicidad.

Nos sentamos en una de las mesas vacías del bar y pedimos un desayuno tradicional en nosotras, uno de esos desayunos que nos conquistó una vez que llegamos a esta ciudad.

—¿Y mi tomate? —preguntó mi abuela cuando abrió la tostada y vio que solo había jamón y aceite.

—Aquí está —contestó el camarero dando unos de esos pequeños botes con tomate triturado. El mal genios de mi abuela paso una vez que se lió a echar el tomate triturado a la tostada.

—Que bueno esta esto, coño —soltó haciendo que sonriera y soltara una pequeña risa floja.

Llevé la tostada a mi boca y saboreé cada sabor que conllevaba en ella. Me encantaba este desayuno, pero normalmente comía cereales por culpa de Jaden. A él le flipan los cereales, sobre todo aquellos que están rellenos de leche o chocolate.

Mi vista viajaba entre la tostada y mi abuela, la misma abuela que sonreía mientras saboreaba su desayuno. Me encanta verla tan feliz por el simple hecho de comer algo que le gusta.

Todas mis lágrimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora