Capítulo 6

7.2K 294 18
                                    

JADEN

Es difícil distinguir entre lo que está bien y lo que está mal, ya que ambos dependen de un fino y pequeño hilo que puede romperse en cuanto alguien tire más de la cuenta. Mi hilo se rompió con Mia, no pensaba que ella fuera a sentir algo por mí.

Cuando me reveló que ella sí tenía sentimientos por mi tuve que desahogarme de la manera más relajante y desestresante para mí, aquella manera que hacía de mí una persona nueva, una persona renovada de paz.

Me sentía igual...

Me levanté de la cama por culpa de la luz del sol. Mark cogió la manía de entrar en mi habitación y abrir las ventanas hasta arriba por las mañanas para eliminar a aros y peste o algo así me decía. Yo a todo eso lo llamaba tortura de la mañana, ya que no me acordaba de que está abierta e impacta la luz por la mañana.

Maldito...

Fui directo al baño sin quitarme el pijama gris que me regaló mi abuela cuando hizo un viaje a Suiza, si no recuerdo mal.

Me lavé la cara y fijé mi mirada en el espejo. Tras unos segundos de vista, aprecie un ser inútil y lleno de maldad por todas partes..

No me puedo creer que provoque un daño a una persona que conozco desde hace tiempo y la única que me ha ayudado en mis malos momentos.

Soy lo peor, joder.

Mis pasos lentos al salir del baño y mi mirada cabizbaja podrían delatar a cualquiera de sus duros pensamientos, de esposo pensamientos que te hacían llorar por las noches tapándose la boca para que nadie te oiga y no parar hasta que tus ojos piden a gritos ser cerrados y no abrirlos hasta la mañana siguiente.

Entré en la habitación y me cambié de ropa. Un chándal negro con unos botines del mismo color eran perfectos para reflejar mi estado de humor de hoy.

—¿Todo bien? —preguntó Mark viendo mi aspecto cansado y amargado.

—Sí..

Mi monosílabo fue directo y con un tono borde. Cualquiera puede pensar que soy un rodé y un frío, que es así, pero Mark sabe perfectamente cuando algo me afecta o cuando no; sobre todo cuando me tiene en el mismo piso las veinticuatro horas que dura el día.

Serví mis cereales en un bol sin leche. Lo siento, prefiero los cereales sin líquido y que crujan en mi boca; así consigo saborear todo el sabor sin mezclar con leche, ni zumo o jugo, ni ningún otro líquido que las personas suelen echar.

—No me engañas, ¿lo sabes? —comentó mientras me sentaba a su lado en el sofá.

Le eché una mirada envenenada. No tenía ganas de hablar y no tenía un buen humor por las mañanas como para empezar a hablarme sobre como sobrellevar mi vida y todas esas tonterías que se le decía a alguien que no se encuentra bien mentalmente.

Suspiré sabiendo que él era el único que podía ayudarme en un momento como este.

—Me siento como una auténtica mierda —solté a regañadientes.

—Oh, eso es nuevo...

Nunca me había sentido mal o había expresado tal amargura, siempre me mostraba neutral y borde con todos y todo. No quiero que la gente me vea reír sabiendo que podrían hacerme entristecer con la misma facilidad.

Todas mis lágrimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora