(24) Sopa de gemelos.

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«Se incorporó empinándose, abriéndose, y, antes de salir de la bañera, se desperezó, mostrándose con largueza y obscenidad, mientras se sacaba el gorro de plástico y se sacudía los cabellos

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«Se incorporó empinándose, abriéndose, y, antes de salir de la bañera, se desperezó, mostrándose con largueza y obscenidad, mientras se sacaba el gorro de plástico y se sacudía los cabellos. Y, al salir de la bañera, en vez de ponerse de inmediato la bata, permaneció desnuda, el cuerpo brillando con gotitas de agua, tirante, audaz, colérico».

El elogio de la madrastra, Mario Vargas Llosa[*].

  El hombre lanzó un gemido al llegar al clímax y se desplomó encima de Helena. De repente se encendió la luz del garaje. Así como estaban se inclinaron sobre los asientos del coche.

ᅳCuidado, que no nos vea —dijo Jean Joseph.

ᅳSi nos ve, tampoco se va a extrañar.

    Era Madame Lucien, que encendía su vehículo. La espiaron.  Esperaron a que saliera.

ᅳEstuvo genial —expresó la chica, dándole un beso, cuando estuvieron solos de nuevo—. Lo hiciste como veinte tíos juntos. Maravilloso, increíble —y suspiró.

ᅳNo tengo otra —manifestó él, lanzando una carcajada—. Después de la era MOH.

ᅳ¿MOH? ¿Qué es eso?

Multi Orgasmo Helena.

ᅳEs el aire, cariño —se rió ella—. París, la cité de l'amour, poco tiene que ver conmigo...

ᅳEl aire americano recorriendo todos los rincones de París —bromeó Jean Joseph y largó otra carcajada.

    Helena y Jean Joseph intentaban llevar a la práctica, en la capital francesa, aquello de que todos los sitios eran apropiados para hacer el amor. Un reto que se impusieron. Aunque, como la ciudad no tenía costa sobre el mar, se veían obligados a alterar algunos detalles. Era impensable que se sumergieran en el Sena, demasiado sucio. El garaje fue una de las alternativas que se les presentaron. Además, según Jean Joseph, en casi todas las calles y rincones había cámaras que vigilaban las actividades de las personas. Ahora más que nunca, debido al asesino en serie que se había ensañado con París: seis víctimas eran de aquí. Y, como los compañeros de la RAID  los pillasen, iban a divertirse a costa de Jean Joseph por los siglos de los siglos.

    Lo cierto es que necesitaban liberar tensión. Nada como el sexo para dejar salir la energía contenida, la rabia y las frustraciones. Era algo normal. Cuando se permanecía, por distintas razones, en un trato continuado con la desesperación, el cuerpo aullaba, hambriento, y hasta lógico, era, por ejemplo, que la gente al volver de los funerales o entierros, se dedicase a esta actividad y diera rienda suelta a sus deseos. Ella recordaba que, cuando pasaba horas cuidando a su abuelo en el lecho de muerte, necesitaba desatarse de esa forma. Es más, cuando él partió hacia la otra vida, estaba con su novio de entonces, haciendo el amor. Sacándose la amargura que la inundaba en esos momentos. Su abuelo jamás se lo había echado en cara, por supuesto, ni le había hecho ningún comentario. Esa filosofía de vida la había aprendido de él. Algo similar le ocurría ahora, ante tanta sinrazón. A Jean Joseph no hacía falta explicarle nada: la entendía a la perfección.

Enemigo Público Nº 1. GANADORA DE LOS PREMIOS WATTYS 2015.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora