(6) Puro erotismo.

868 45 24
                                    

«Escribir una novela es una ceremonia parecida al strip-tease

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

«Escribir una novela es una ceremonia parecida al strip-tease... Lo que el novelista exhibe de sí mismo no son sus encantos secretos, como la desenvuelta muchacha, sino demonios que lo atormentan y obsesionan, la parte más fea de sí mismo: sus nostalgias, sus culpas, sus rencores... La trayectoria es inversa en el caso de la novela: al comienzo el novelista está desnudo y al final vestido.»

Historia secreta de una novela, Mario Vargas Llosa. [*]


—«Ese envejecimiento fue brutal. Vi cómo se apoderaba de mis rasgos, uno a uno, cómo cambiaba la relación que existía entre ellos, cómo agrandaba los ojos, cómo hacía la mirada más triste» —recitó Helena  las frases extraídas de El amante, mirándose en el espejo del tocador.

  Por la mañana, al ponerse las cremas (de limpieza, tónico, humectante, reafirmante, anticelulítica), analizaba una a una sus facciones. Si brotaba una pequeña arruga, una primera cana, una mancha. Treinta años no eran tantos. Claro que, todo dependía del ángulo desde el cual se mirara: en algunos países del Tercer Mundo habría consumido su esperanza de vida. No había ni una cana en el pelo caoba brillante, aparentaba mucho menos... Veinticinco o veintiséis.

ᅳ«Y mío, sin una gota de tinte» —observó, con orgullo—. «¡Qué presumida me vuelve este francés!»

   Ni una cana en la coronilla, ni en las sienes, ni por detrás de la cabeza... Ni una sola grieta alrededor de sus ojos aguamarina...

ᅳ«¡Genial!» —volvió a pensar.

  Para desternillarse de risa: no le tenía miedo a la muerte pero sí a una cana... Ninguna pata de gallo... tampoco...también las temía... Aunque... Aunque... si se fijaba con detenimiento... las marcas de expresión que partían desde la nariz hasta los extremos de la boca... lucían un poco más pronunciadas, menos difusas... Como si allí tuviese grabados todos los sinsabores, todas las experiencias, todos los viajes y mudanzas. Cogió el bote de gel anticelulítico. Se escrutó, totalmente desnuda, frente al espejo de cuerpo entero.

ᅳ«No está tan mal».

  Comenzó a extender la sustancia: se estremeció, estaba bastante fría. Primero el estómago y el vientre. Luego glúteos, piernas y, por último, brazos. La sensación, además de refrescante, era muy erótica. Cerró los ojos.

   Fue al releer el libro de Marguerite Duras, un par de semanas atrás, cuando Helena cayó en la cuenta de que, en cierta forma, se había olvidado de sí misma como un ente completo, cuerpo y cerebro. Como si se hubiera visto realmente, por última vez, diez años atrás y apreciara, de golpe, todos los cambios. No porque se hubiera abandonado, era bastante coqueta. Bien pensado, pretendía examinar, con objetividad, el impacto que pudiese tener en los otros. El efecto que pudiera causar. Había estado fuera de circulación durante mucho tiempo, creía en la fidelidad.

Enemigo Público Nº 1. GANADORA DE LOS PREMIOS WATTYS 2015.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora