(2) MESES ANTES. Sueño premonitorio: La hoguera de San Juan.

2.5K 119 40
                                    

 «Durante el día aparenta alegría, pero su verdadero refugio son sus sueños

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

 «Durante el día aparenta alegría, pero su verdadero refugio son sus sueños. Cuando llega la noche, mientras duerme, comienza su verdadera vida.»

Tristán e Iseo [*].

  Le llama la atención el color; un resplandor amarillo intenso, similar a un campo de mostaza, que se cuela por los recovecos de la noche. Luego, el olor: a chamusquina, como cuando se incineran proyectos. Olor y color se confunden, forman una masa negruzca y chocan y se amalgaman.

—¡A quemarlos, a quemarlos ya, que no quede ni un libro! —escucha muy claro la voz de un hombre.

  Se parece a su padre. Intenta despertar, se remueve inquieta.

 —¡Todos, a quemarlos todos, que no quede ni uno!

   No resiste la curiosidad: se acerca a contemplar. ¿Por qué despiertan en el hombre tanto odio esos libros? El dolor le cierra la garganta: ahí están, son los suyos. La fogata aumenta de tamaño y se convierte en ocho piras funerarias hindúes. Luego, en un fuego azul. Como el de la noche de San Juan de ese año, cuando le pidió a todas las fuerzas de la Naturaleza que le concedieran un deseo, casi como si fuera un druida: nunca equivocarse al descifrar sus predicciones.

  Ahí están Homero, La Ilíada, Shakespeare, todas sus tragedias, Macbeth, Hamlet. También Cervantes, Goethe, García Márquez, André Malraux, Vargas Llosa. La ciudad y los perros, Conversación en la Catedral, Pantaleón y las Visitadoras. ¡Ése no, necesita tanto reír! Sus cuadernos del instituto pronto desaparecen en la hoguera: contempla cuando los tiran uno a uno... ¿Por qué se extraña? ¿No queman libros todos los regímenes totalitarios, los fanatismos de la especie que sean, la Inquisición?

 —Las novelas son peligrosas —dice, molesta— hacen soñar y los sueños nos dan la fuerza de un millón de personas.

  ¿Cuántos años tiene? ¿Cinco, diez, catorce? Las lágrimas se le deslizan por las mejillas. El rostro cambia. Salta de niña a adolescente, no se queda quieto.

—No llores, no te preocupes —le palmea el hombro la escritora Marguerite Duras—. A mí me pasó lo mismo. Cuando los padres no son capaces de planear grandezas para los hijos, inventan miserias.

   A pesar del generoso gesto no soporta ver quemar todos sus libros: llora sin descanso. Se forma un pequeño charco salado a los pies. Le trae a la memoria el Mar Muerto. El calor le quema la piel: en lugar de ampollas surgen moretones en nalgas, piernas y brazos. Unos moretones que crecen, crecen y crecen como globos y que explotan igual que pinos cuando los consume un incendio.

—¡Toma, para que aprendas!, ¡¡lo hago por tu bien!!

  La hebilla del cinturón se le clava en la piel y la desgarra. Algunas gotas de sangre caen en la poza. Mostaza y carmesí se mezclan. Una mujer observa al verdugo y asiente.

  La escena cambia. Ahora Helena está en una casita de piedra, con bibliotecas de madera que llegan hasta el techo. La casa de sus abuelos. Escucha: algo golpea en el costado derecho. La construcción tiembla, como sacudida por un seísmo. Se asoma por la ventana y ve dos animales prehistóricos. Una mezcla de mamuts y bisontes actuales, cruzados con australopithecus. Un macho y una hembra viejos. Sus rasgos son similares a los de sus padres. Se yerguen sobre las patas traseras y, con las delanteras, pretenden de nuevo derribar el pequeño inmueble.

—Son torpes, no tengas miedo —le dice el tigre—. Aquí la magia lo protege todo. Y ellos sin enterarse...

—Me da pena que derriben tantos árboles —le contesta Helena—. Soy ecologista.

—No te preocupes —manifiesta el águila—. Desde arriba he visto que, cuando un árbol es derribado, al lado crece otro. El elefante también te protege. Aquí estamos los tres.

—Tú eres uno de los nuestros —agrega el paquidermo—. Un elefante, un tigre, un águila.

—¿Los odias? ¿Los sigues odiando? —la interroga Raimundita, dándole un abrazo muy fuerte.

  Piensa en los golpes, la incomprensión, las vacaciones de meses, torturas improvisadas sobre cuatro ruedas y en campings, amenazas, promesas incumplidas, no puedes ir con tus amigos...

—No los odio pero tampoco los quiero, cariño —le contesta Helena, sentándosela en las rodillas—. Mis abuelos y yo somos tres ochos. Y tú eres mi niña.

—Claro que sí, mi amor —escucha la voz de su abuela—. Tres ochos unidos hasta el infinito, siempre nos tendrás.

—¿Te das cuenta, Helenita, que lo del tiempo circular es una verdad como un templo? —le dice Gabriel García Márquez.

—No, no estoy de acuerdo, el tiempo son tres ochos acostados, el infinito.

—Despierta, mi amor, el teléfono va a sonar —la apremia la voz de la abuela—. Cuando salgas lleva paraguas porque hoy va a llover.

  Y el olor del incendio se aleja y huele un perfume, un perfume que le llega hasta el cerebro. No lo conoce. La fragancia borra la tristeza de los recuerdos y el tono mostaza desaparece y se convierte en el símbolo del infinito, con el centro de un azul francia. Unos labios la besan, con pasión, como si quisieran devorarla. Ella se deja llevar y hurga en esa boca, sin desprenderse de ella en ningún momento. Siente, contra el suyo, toda la superficie de un cuerpo masculino excitado. Escucha el timbre del teléfono. Helena va despertando de a poco. Los senos le arden de tanto deseo.


La quema de libros

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La quema de libros.

La quema de libros

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.



[*] Alianza Editorial, Madrid, 1984, página 138.

NOTA.

  En el vínculo externo dejo el enlace a la página de Facebook de TEEN INFINITY: Enemigo Público Nº 1. Allí suelo colgar noticias de periódicos sobre fantasmas y otras cosillas.



Enemigo Público Nº 1. GANADORA DE LOS PREMIOS WATTYS 2015.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora